Sustituir importaciones significa, en base a las capacidades efectivas y potenciales de un país, cambiar las compras de productos que provienen del exterior por bienes producidos por la industria nacional. Como resultado de este proceso se espera apoyar la diversificación productiva, elevar el empleo, disminuir la dependencia externa, reducir el desequilibrio externo y expandir las exportaciones. Esta política fue aplicada en América Latina entre las décadas de los 40 y los 70 del siglo pasado y también en el Asia, con resultados satisfactorios. Sin embargo, al influjo de los preceptos del Consenso de Washington de los años 80, este modelo fue desacreditado y sustituido por la visión que enfatizó el papel del mercado, la apertura externa y la minimización del Estado en la economía.

Las principales críticas a la sustitución de importaciones sostenían la omisión a los principios de las ventajas comparativas que establecen que cada país debe especializarse en aquellos bienes en que sus ventajas son evidentes; así, países como Bolivia deberían especializarse en la explotación de sus recursos naturales. Además, consideraban que la protección a la industria la convierte en ineficiente, afectando las exportaciones; aunque si bien se reconocieron resultados positivos en la sustitución de bienes de consumo, observan que los requerimientos de bienes de capital y materias primas para sustentar estas industrias presionaron al aumento de las importaciones, y como resultado señalan la permanencia del estrangulamiento externo que obligó a un creciente endeudamiento. Por otro lado, argumentan que los avances en la producción se vieron limitados por la débil relación con la demanda interna, lo cual originó capacidades ociosas restringiendo a la inversión. 

Los argumentos mencionados, entre otros, sirvieron para establecer que la sustitución de importaciones había fracasado, empero, es posible afirmar que fueron las políticas de ajuste estructural de la década de los 80 y 90 que desmantelaron en gran parte el proceso de industrialización. Bajo esta constatación es posible señalar que ante la crisis y los ciclos de la economía mundial, esta política se valida nuevamente en muchos países de América Latina.

Al presente, en base a las lecciones aprendidas, este modelo debe considerarse como un componente más orientado a la diversificación productiva. En tal perspectiva se deberá partir de la selectividad de sectores que cuenten con capacidades no utilizadas, las que se encuentran en todos los estratos empresariales que en gran medida ya sustituyen importaciones. Es fundamental promover encadenamientos tanto inter como intrasectoriales que promuevan el uso de insumos nacionales, en este campo se podrían lograr importantes sinergias entre las empresas públicas y privadas, entre la gran, mediana y pequeña empresas. También será necesario crear incentivos para el desarrollo de nuevos emprendimientos que, ante señales de un mercado ampliado, garantizarán su producción.

Cabe mencionar que es recomendable un tipo de cambio estable, los estímulos vía devaluaciones de la moneda resultan a la larga espurios en cuanto generan presiones inflacionarias que eliminan las aparentes ventajas vía incremento en los costos de producción. 

Asimismo, es importante continuar con el fomento al consumo de bienes nacionales mediante las compras estatales, la asignación de parte de los salarios para la adquisición de productos nacionales, acuerdos interempresariales para el uso de materias primas producidas en el país y  privilegiar el componente nacional en la composición de la inversión pública.

Estas políticas requieren el liderazgo del Estado en el fomento, la regulación y la protección del sector productivo. La inversión pública en infraestructura facilita la actividad productiva, la canalización del crédito hacia la industria permite cubrir sus requerimientos de ampliación y de operaciones, el desarrollo de servicios empresariales favorece la productividad, las restricciones al contrabando, así como un nivel adecuado de aranceles y permisos de importación protegen la producción nacional. 

Rodney Pereira es economista.