¿Violencia en la ciudad?
Luego de un año, el país volvió a vivir un nuevo giro político, lo cual no solo se reflejó en el espacio urbano que es capaz de relatar la infinidad de marcas que le dejó más de un siglo de vida política, sino en los bríos que traen consigo todos aquellos que dirigirán el futuro de los bolivianos. Un nuevo significado que tendrá La Paz para incluir en su vasta historia.
En ese marco, las protestas —recursos culturales políticos extremos que la sociedad nuevamente percibió— fueron vistas como hechos violentos de ciertos sectores de la ciudad, como El Alto, que exigían la asignación de un ministerio. Lo lamentable de aquello fue recordar que la violencia es una especie de presencia intrusa, una energía perversa que lo único que logra es desbaratar la armonía de la ciudad, cuando Bolivia y esencialmente La Paz van en pos de situaciones esperanzadoras.
Lo interesante es comprobar que esta ciudad atraviesa distintas situaciones que se reflejan en su vida urbana y que señalan que serán tiempos de mucha movilidad, por la llegada de nuevos actores y rostros que hoy ya pululan y merodean por las calles paceñas, como una especie de estructura líquida que se mueve en busca de penetrar e incorporarse en cualquier resquicio de la administración gubernamental. Todo con miras al futuro y una inmersión en la vida política del país en momentos por demás complejos y desafiantes.
Es innegable que La Paz sigue escribiendo la historia política boliviana desde hace más de un siglo con una infinidad de grupos que vienen acompañados de una diversidad de ideales, aunque en muchos casos su tránsito de corta duración en el poder lleva a recordar, por ejemplo, a la Escuela de Chicago que se especializó en “estructuras no estables, pero de sociedades singulares”. Así, es una ciudad que deviene en un escenario de privilegio.
Y aunque aún son momentos poco estables por la realidad del planeta, dentro de la visión netamente urbana hay un entorno dotado de ritmo, movimiento de la población, unos que llegan en busca del poder y otros que lo abandonan porque fueron excluidos de él. Pese a todo, la ciudad vibra, se infla, vive y sufre, porque quizá siente que en cualquier momento podría atravesar una experiencia lamentable.
Todo eso nos lleva a reafirmar que La Paz es una ciudad llena de gente valiente, rica en significantes, en relatos y, lo más interesante, con espacios que no están basados en historias fabricadas o imaginadas, sino reales gracias a la acumulación de momentos plenos de sentido que cambiaron la historia del país.
Si bien Durkheim aseveraba que la violencia es un recurso cultural extremo que puede ser convocado en cuanto la sociedad percibe el peligro de verse disuelta por las tendencias centrípetas y centrífugas que experimenta, no cabe duda de que esta ciudad siempre supo manejar hasta las situaciones más tenebrosas y salir adelante de aquellas protestas violentas con valor y resistencia, porque cuenta con una sociedad acostumbrada a afrontar circunstancias no siempre pacíficas por su condición de sede de gobierno.
Es evidente que son momentos en los que Bolivia se enfrenta a un escenario que no deja de ser preocupante, pues se observan acciones que parecieran impositivas, cuando lo ideal sería recordar que aquí vivimos bolivianos y que todos tenemos el derecho de tener distintas visiones, pero siempre bajo la premisa de construir el país, si nos lo permiten.
Únicamente de esa manera se conseguirá que el conjunto de habitantes logren atemperar las situaciones antagónicas.
Patricia Vargas es arquitecta.