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Jóvenes, partícipes del mañana

En estos últimos tiempos llegó el momento en que se incluya a los jóvenes para encaminar al país. Tanto es así que la mayoría de los ministros son supuestamente profesionales jóvenes que además de tener ese reto, crean la expectativa sobre cómo trabajarán en momentos tan difíciles para la nación.

Esta situación nos lleva a recordar el lenguaje kantiano que se acerca a una relación entre el tiempo y la subjetividad. Por tanto, a la forma del sentido íntimo entre los hechos; en este caso, la visión de la mirada de un futuro y los ideales que lo sustenten. En definitiva, un criterio de conocimiento intersubjetivo, pero que integre las distintas experiencias en una especie de movimiento que no solo busque edificar un país, sino que el cruce de sus fuerzas e ideales sea capaz de llevar a transitar el futuro dentro de la nueva visión contemporánea.

Por tanto, la política en Bolivia si bien no ha dejado de tener la importancia del pasado, hoy requiere de nuevos aportes para dirigir la nación a un nuevo rumbo por dónde transitar.

Experiencia que recuerda, por ejemplo, un pasado político cuya juventud de los años 70 tuvo la visión de perseguir ideales de transformación en casi todos los países de la región paralelamente. Una respuesta a la política impositiva, dominante, insensible que se imponía en Latinoamérica en ese entonces. Los ideales de vanguardia se convirtieron en una especie de vacuidad retórica que llevó a enfrentamientos debido a que aquellos jóvenes ansiaban “igualdad para todos”. Aquel pensamiento del “otro” trajo consigo confrontaciones, prisión, entre otras consecuencias.

De cualquier forma, fueron momentos sustanciales cuyo significado humano se convirtió en preponderante y fue la sociedad esencialmente joven que no solo demostró la importancia de ese tiempo y lo mejor no estuvo enmarcada en el acuñar intereses personales, sino fue el empuje de la fuerza de sus ideales la que los empujó al enfrentamiento en busca de un futuro democrático.

Posteriormente, después de varias rupturas sociales, esa misma expoblación joven ingresó a la época tecnológica, dando así los primeros pasos en la era de la información del siglo XXI.

Lo significante fue lograr dos importantes marcajes para la historia. El primero, en momentos de descalificaciones globales se logró construir ideales y demostrar que se comprendieron los efectos de la práctica del poder duro. El segundo, se consiguió —como aseveró Castells refiriéndose a las ciudades— que esos movimientos sociales latinoamericanos de los 70 fueron la base para las transformaciones decisivas del siglo XX por su claridad conceptual.

Cabe destacar que en la actualidad pareciera que todo cambio como la pandemia es el medio de demostración de la necesidad de transformación de las ciudades para lograr una mejor calidad de vida.

Independientemente de ello y en consideración a las revueltas de los 70 del siglo XX, el tiempo permitió a aquellos idealistas del ayer lograr una especie de ampliación del tiempo de vida productiva intelectual, la cual se evidencia en una vasta producción teórica plasmada en libros y otros documentos.

En ese sentido, la creatividad no ha dejado de existir, menos la rebeldía o la claridad sobre el país que deseamos heredar. Este hecho sucederá siempre que este acompañado de importantes significaciones.

Parece prudente por tanto reiterar que la creatividad se ha convertido en la fuente productiva de cualquier hecho, cuyo potencial debiera ser aprovechado por todos aquellos que están a cargo de dirigir gestiones innovadoras e imaginativas, para que haya la posibilidad de llevar a Bolivia a dar un giro enriquecedor acompañado por las concepciones que exigen los nuevos tiempos.

Patricia Vargas es arquitecta.