Izquierdas urbanas
Las elecciones municipales en las grandes aglomeraciones urbanas no suelen ser favorables a los candidatos de izquierda en Bolivia. Esto se debe, en buena medida, a su incapacidad de ampliar sus espacios políticos y de proponer un modelo urbano alternativo y coherente con los valores progresistas que se supone que deben defender.
En 2014, Evo Morales obtuvo 52% de votos en las 10 más grandes ciudades, unos pocos meses después, en marzo de 2015, los candidatos municipales del MAS lograron 32% en esas mismas circunscripciones. Fue una gran debacle, aún mayor a la que ya habían sufrido en 2010. Es decir, nada garantiza que el reciente 45% de preferencias por Arce en esas urbes se repita mecánicamente en favor de su partido en marzo próximo.
Más allá de los guarismos numéricos, es difícil encontrar un ejemplo de un alcalde urbano del MAS que haya logrado consolidarse, la mayoría fueron intrascendentes y de algunos incluso es mejor olvidarse. El problema excede al masismo, desde hace mucho que no hay una propuesta de izquierda que haya logrado conquistar a los votantes citadinos. Desde mi punto de vista, el último y casi único que salvo el honor fue Juan del Granado en sus primeras gestiones hace ya más de 20 años.
Así pues, la izquierda, en todas sus variaciones, le anda debiendo inteligencia estratégica y sobre todo audacia programática a los electores citadinos. Pues sus fracasos no son una anomalía, sino el reflejo de pésimas lecturas y malas decisiones sobre la oferta de candidatos y alianzas que satisfagan a la nueva sociología de las ciudades y una notable sequía de ideas acerca de la manera de superar la orientación mercantilista y poco innovadora que comparten el municipalismo de derecha y el de los populismos conservadores.
En sociedades diversas, las victorias electorales tienen mucho que ver con la habilidad de las fuerzas políticas para ampliar su espacio. El mejor ejemplo de esa virtud es la potente y heterogénea coalición masista, a nivel nacional, de votantes y organizaciones que comparten una cultura política nacional-popular pero que, al mismo tiempo, son bastante eclécticos y pragmáticos en sus orientaciones programáticas.
En el caso de la política local urbana, esas coaliciones parecen más difíciles de construir. La izquierda masista aparece atrapada en una camisa de fuerza corporativa, sobrevalorando la tracción electoral de las organizaciones gremiales y vecinales, olvidando que cientos de miles de sus votantes deciden su apoyo sin referentes comunitarios y en función de múltiples razonamientos y sentimientos. Es decir, no hay adscripciones automáticas ni cartas blancas para nadie.
Por tanto, para ganar, estas fuerzas precisan ir más allá de sus trincheras, pero sin perder su esencia, articulando alianzas de votantes populares con prácticas políticas corporativas con muchos otros que defienden individual y colectivamente causas progresistas de diversa índole, ambientalistas, de respeto a sus identidades, de mejora de servicios públicos y un largo etcétera. Hacer eso exige flexibilidad organizativa, tolerancia ideológica y cierta modernidad.
Nuevas coaliciones que precisan además que sus valores y orientaciones se reflejen en las características, historias de vida y discursos de los candidatos que las encarnen. Personalización de la política que es ineludible en la práctica política local y que hace que los errores de casting sean por lo general fatales.
Por supuesto, esa renovación de estilos y de caras debería estar acompañada de una propuesta auténticamente rupturista con las maneras de “hacer ciudad” desiguales, autoritarias, cemento-céntricas y que priorizan la optimización de la renta inmobiliaria por sobre todas las cosas. Se trata de esbozar, al menos, otra manera de pensar y construir nuestro entorno urbano y de combatir, por ejemplo, con igual ahínco a los especuladores de la gran construcción, pero también a los loteadores nacional-populares. En fin, no cuesta nada pensar en ese algo transgresor que le devuelva entusiasmo y emoción a la futura campaña municipal.
Armando Ortuño Yáñez es investigador social.