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Los círculos de la zalamería

Hace aproximadamente un año tratamos sobre el mismo tema, advirtiendo cómo los adulones del expresidente Evo Morales, al que encasquetaron una campana Ray-Ban para que viera lo que ellos querían que vea, le condujeron a la pesadilla que todos vivimos  hace un año. En la gestión del presidente Arce aparece esa misma táctica que nos puede conducir a un perverso círculo de la repetición. Para evitar la ingrata experiencia, debe mantener la costumbre de visitar los mercados populares para ponerse al tanto de la realidad; la campana que le colocaran —simulando una corona— no le permitirá ver.

Tarea imprescindible del Presidente es desarticular la quinta columna que inventó el Gral. Mola durante la Guerra Civil española, a través de grupos incrustados que le servían de informadores y saboteadores al interior mismo de sus adversarios. Las muestras que dio al prescindir de un ministro que apenas pone el pie en el ministerio tiende su red de corrupción, fue encomiado por la oposición, militantes y simpatizantes del oficialismo. Pero eso no es todo, aún anidan al interior varias autoridades que tienen observaciones por la Contraloría, con antecedentes de abuso de autoridad y malos manejos de los recursos públicos y, contra todo pronóstico, están dentro, para regocijo de los opositores que, al no tener un horizonte ideológico, intentarán medrar de los errores del oficialismo.

El abogado Mario Urdidinea hacía circular un ensayo sobre la nueva clase republicana que se engendró en Bolivia con la burocracia estatal, fundando círculos de influencia en los que la ideología y lealtad son ajenas a sus propósitos. En este texto, develaba las artimañas para ingresar al aparato estatal y asentarse como grupo, y favorecerse con los dineros del Estado; éstos subsisten cuando cambia el gobierno, ocultos en distintas esferas de poder y son los perros falderos que gestionan apoyos para lograr que otra vez —alguno de ellos— continúen en cargos importantes para acrecentar el negocio y ser favorecidos. Por supuesto que esta repelente caterva cuenta con personas de toda índole, no solo pelafustanes que buscan una pega, sino personas con formación académica que conocen los vericuetos burocráticos y sus atajos a partir de la corrupción.

Una de las primeras promesas del Gobierno fue remozar a todos los personeros del Estado y promocionar a nuevos servidores públicos; no fue así, actitud que generó un descontento y desazón en sus militantes y simpatizantes que fueron humillados y masacrados en Senkata, Sacaba, Huayllani y otras regiones de Bolivia. Lo consideran una deshonra a sus muertos, ya que muchos cargos recayeron en individuos que usufructuaron de manera abusiva del poder, acusaron de fraude descarado a su gobierno que se derrumbaba, cerraron el pico —asustados bajo su cama — y nunca lo defendieron.

Estos círculos, a su vez, ya se sirvieron de otros gobiernos, incluyendo los dictatoriales, acoplan intereses a través de proyectos, licitaciones, donaciones; maquillan deudas con el Estado y regresan para borrarlas, entre otras argucias.

Es necesario distinguir, en todo caso, a funcionarios de carrera a los que deben respetar sus derechos; también, en términos éticos, es necesario que exfuncionarios que fueron autoridades regresen a compartir su experiencia con los nuevos. Pero premiar a exfuncionarios despóticos, que tienen cuentas pendientes con la Contraloría, declarados personas no gratas, como un viceministro y varios directores recién posesionados, son injustificables errores que causan indignación y crearán resistencia. ¿La ciudadanía podrá confiar en autoridades que abusan de su circunstancial poder?

Es la hora de los chupamedias y oportunistas, esta clase camaleónica e híbrida que repta en los pasillos del poder, entre la política y la delincuencia, entre los consabidos cafecitos para montar su empresa política perversa y servirse de los recursos públicos. El prestigio que debería tener el ejercicio de la militancia política no existe. El nuevo Gobierno, con una legitimidad incuestionable, adolece del mismo mal y si el presidente Arce no se quita la campana Ray-Ban, estará cobijando al huevo de la serpiente en el interior de su gobierno, condenado a repetir la historia. Ha dado una señal importante y la ciudadanía espera que obre de la misma manera con estos círculos tramposos.

Édgar Arandia Quiroga es artista y antropólogo.