El futuro de la Amazonía
En los años 70, un viaje por la Amazonía cambió la vida del antropólogo y ambientalista brasileño Beto Ricardo. Su convivencia con pueblos indígenas, la apreciación de valores humanos como el respeto a las minorías y el fortalecimiento de la diversidad socioambiental lo conmovieron en su lucha y activismo para salvar la Amazonía. Sus logros lo hicieron ganador del Premio Goldman 1992, su pasión y convicción ha articulado a instituciones y países para cartografiar lo que viene sucediendo. En Brasil, Bolivia y otros países amazónicos, si no está mapeado, no existe.
Así como Alexander von Humboldt (científico del siglo XIX) pensaba que la única forma de entender el mundo era verlo como un todo, Beto Ricardo comprende que la Amazonía debe ser entendida como una unidad, como un todo y para ello a través de la Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferenciada (RAISG), una iniciativa de organizaciones de la sociedad civil de los países amazónicos trabaja para construir una visión integral de la Amazonía.
Nuestro pulmón verde y reserva de agua dulce más grande del planeta está cambiando. La Amazonía lamentablemente hoy se degrada. Los síntomas y consecuencias mapeados en RAISG evidencian que de 2000 a 2018 perdimos el 6% (513.016 km2) de los bosques más biodiversos. La función de purificar del aire (almacenamiento de carbono) se está reduciendo (un 48% por degradación). La minería ilegal se expande en 4.472 puntos de actividad ilícita afectando a pueblos indígenas y especies acuáticas del Amazonas.
En la Amazonía operan 350 hidroeléctricas y 483 están en planificación, muchas de ellas se localizan en grades ríos como el Xingú en Brasil (7800 m³/s de caudal), o el Madera en Bolivia, modificando la hidrología y el ciclo del agua. A esto se suma que más de 433 lotes de petróleo cubren el 9% de la Amazonía (797.824 km2). Como si fuera poco, cada año los incendios se expanden en una superficie similar a Uruguay (169.000 km2/año) impactando millones de hectáreas, calcinando nuestra biodiversidad y futuro.
El 33% de la Amazonía ya está bajo alta presión y un 33% con algún tipo de presión o amenaza. Los nueve países que comparten la Amazonía tienen entre el 52% y el 72% de su porción bajo presión. Bolivia está entre los países más presionados después de Brasil.
La deforestación acelera la pérdida de la Amazonía. La esperanza reside en mantener y proteger espacios clave como los territorios indígenas que cubren un 28% y las áreas protegidas, un 23%. Éstos se han convertido en los mejores aliados para conservar la Amazonía. Su consolidación y expansión para proteger la seguridad alimentaria, la seguridad hídrica y los múltiples beneficios ambientales requieren de acciones políticas concretas bajo una mirada integral de la Amazonía.
La visión de Beto Ricardo a través de RAISG busca acciones contundentes. Una economía socioambiental basada en la diversidad cultural y los paisajes forestales aún es posible, pero requiere de una visión estratégica y volúmenes de inversiones y modelos de gobernanza capaces de detener el modelo depredador de la Amazonía.
Marlene Quintanilla es directora de Investigación y Gestión del Conocimiento de la FAN.