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Rostros inimaginables en 2020

Este año que termina nos mostró distintos rostros que lograron no solo quebrar los planes, esperanzas y sueños de la mayoría de los ciudadanos del planeta, sino que tocaron su lado más sensible: la salud, sin la cual es imposible que desarrollen todas sus cualidades.

Fue una sorpresa para la humanidad la llegada de un virus que cambió definitivamente su vida, hasta un punto en que asomaría el rostro del dolor. Una realidad que le llevó a tomar conciencia sobre cuán delgada y sutil es la línea entre la vida y la muerte, y cómo la existencia no es un dialecto de hierro. Así, en el tercer mes del año, Bolivia fue atacada por el COVID-19, que desde enero se había extendido silenciosamente por el mundo, desorientando no solo al ciudadano común, sino a médicos experimentados que no pudieron detener el contagio. Se desconocía su tratamiento y el país no estaba preparado para enfrentar semejante emergencia sanitaria. De ahí que la fuerza de ese virus logró expandirse a todo el territorio y no tuvo reparo en llevarse a cientos de personas al mas allá.

Una crisis que no solo impactó, dolió y creó temor, sino que desesperó a la población en general y llevó a los gobernantes a tomar conciencia sobre la prioridad de la vida. Para hacer frente a este tipo de situación, todo país requiere contar con una red de hospitales. Sin embargo, en esos momentos no faltaron los nosocomios, sino el equipamiento especializado para atender a los afectados; lo que resultó desesperante y frustrante, pero dejó sentado que uno de los aspectos más importantes de una nación es su “sistema de salud”.

De esa manera, ese terrible rostro hizo cundir el temor, la inseguridad y acabó con la vida de un buen número de personas, incluidos valientes médicos que no dudaron en enfrentar al coronavirus. Una realidad que dejó en evidencia la frágil frontera en la que se encuentra la vida del ser humano y que puede ser rebasada en cualquier momento. Lo importante es que se enfrentó, estudió y luchó con todos los medios para salvar a la gente del COVID-19, y en esa carrera fueron útiles hasta los métodos naturistas, que representaron un aporte en esa tarea.

Además, fueron tiempos que estuvieron acompañados de encierro y como consecuencia se agudizaron las necesidades económicas, el desempleo, entre otros, que terminaron afectando la supervivencia de las familias. Aun así, apareció el rostro de la valentía que conlleva en su ser esta sociedad, para afrontar de manera directa a la adversidad, a la cual terminó por imponerse.

Tampoco faltó el rostro de la esperanza, que permitió realizar proyectos ansiados pero que habían sido postergados por las responsabilidades que la subsistencia exige. Con todo, fueron capaces de llenar el espíritu y elevar la condición del ser humano gracias al talento creativo de muchos de ellos. La vivencia de 2020, no solo en este país sino en todo el planeta, trajo consigo secuelas que apenas son superadas por el ciudadano. Nos referimos al rostro emocional, el más preocupante en este momento.

Pareciera que en este periodo la población dejó de vivir, pero igual supo enfrentar las consecuencias de la pandemia. A ello hay que añadir su toma de conciencia sobre el valor de la vida. Una realidad contradictoria que nos recuerda cuando Sócrates, antes de tomar el veneno, afirmó que “él había nacido para la música”. Lo que no pensó este personaje en esos dramáticos instantes fue que, precisamente él, al dar vida a la filosofía, la convirtió en parte no solo de la música, sino de los mitos. Cualidades que parecieran requerir solo escuchar la voz del alma.

Patricia Vargas es arquitecta.