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Trump perdió; Bolsonaro no lo puede superar

TRIBUNA

El presidente de mi país, Jair Bolsonaro, todavía no ha reconocido a Joe Biden como el ganador de la elección presidencial de Estados Unidos. “Me estoy aguantando un poco más”, comentó, y agregó que hubo “mucho fraude” en las elecciones. Es una respuesta comprensible, pues parece que le cuesta mucho aceptar los hechos. Piénsalo: es un tipo que sigue afirmando que la hidroxicloroquina es la cura para el COVID-19. Sostiene que la pandemia es una exageración. Asevera que Brasil nunca tuvo una dictadura militar. Asegura que la Amazonía no se está incendiando.

Como uno de los aliados más feroces del presidente Donald Trump en la escena mundial, Bolsonaro sin duda no está listo para llorar la partida de su colega. Está en la fase de la negación.

Y tal vez sea por una buena razón. El destino de Bolsonaro, quien aceptó el sobrenombre de Trump de los Trópicos, y el de su homólogo estadounidense están entrelazados. Y como las fuerzas de la oposición parecieran ganar fuerza, a Bolsonaro quizá le preocupa que, después de la derrota de Trump, llegue la suya.

A pesar de todo el entusiasmo de Bolsonaro hacia Trump —“Cada vez estoy más enamorado de él”, admitió el año pasado—, los beneficios han sido bastante pobres en la realidad. Para empezar, después de su primer viaje a Estados Unidos, Bolsonaro puso fin a los requisitos de visado para los visitantes de este país. La medida no ha sido correspondida. Además, a diferencia de la mayoría de los presidentes estadounidenses, Trump nunca visitó Brasil. (¡Qué grosero!).

Luego, tenemos la economía. En 2019, Brasil accedió a ceder algunos beneficios en la Organización Mundial del Comercio a cambio del respaldo de Estados Unidos para la candidatura de Brasil a la membresía de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, una maniobra que el Gobierno esperaba aumentara la confianza de los inversionistas en la economía del país. Esto no ha ocurrido. Bolsonaro también les dio concesiones comerciales especiales a los productores de trigo y etanol de Estados Unidos, un proceso que perjudicó al sector agrícola del país. Para corresponder el favor, el gobierno de Trump impuso aranceles al aluminio brasileño.

El. Peor. Amigo. De. La. Historia.

No obstante, la administración de Trump le dio una gran victoria a Bolsonaro: tuvo la libertad de actuar en la Amazonía a placer. Esto implicó el debilitamiento del cumplimiento de las regulaciones ambientales, las cuales, en su opinión, “no protegen nada”. Bolsonaro se ha hecho de la vista gorda mientras los rancheros, los leñadores y los mineros han saqueado la selva. La destrucción se disparó durante su gobierno: este año, la escala de deforestación en la Amazonía brasileña aumentó a un máximo no visto de 12 años.

Al desatar tal caos ambiental y humano, Bolsonaro pudo actuar con impunidad; después de todo, tenía la bendición de Trump. “He llegado a conocer bien al presidente @jairbolsonaro en nuestros tratos con Brasil”, tuiteó en 2019 el Presidente estadounidense. “Está trabajando arduamente para resolver los incendios de la Amazonía y en general está haciendo un gran trabajo con el pueblo de Brasil”.

Ah, qué días aquellos. Es poco probable que Biden sea tan permisivo (y, Dios quiera, pase menos tiempo en Twitter). Ahora que Estados Unidos ya no estará liderado por alguien que cree que el cambio climático es un engaño, Bolsonaro debería esperar mucha más presión.

Siendo justos con Bolsonaro, parece estar consciente de la posibilidad que el gobierno de Biden restrinja su capacidad de maniobra. “Hace poco, vimos a un gran candidato para jefe de Estado decir que, si yo no apagaba el fuego en la Amazonía, le impondrá barreras comerciales a Brasil”, mencionó Bolsonaro en noviembre, para referirse a una declaración que realizó Biden. Sin embargo, no hay de qué preocuparse: tiene un as bajo la manga. “No basta la diplomacia”, opinó Bolsonaro. “Cuando se acaba la saliva, uno debe tener pólvora, si no, no sirve de nada”.

Es posible —necesario, yo diría— ridiculizar estas palabras como si vinieran de un loco. No obstante, debajo de la bravuconería está el reconocimiento de Bolsonaro de que la situación está cambiando, y no para bien. La derrota de Trump no solo le roba una presencia amigable (al menos en teoría) en Washington, sino también un alma gemela. Para los populistas de derecha, Trump fue un pionero, un guía, incluso un líder. Su partida marca un revés preocupante.

Claro está que esa es la opinión (¡y la esperanza!) de muchos brasileños. La victoria de Trump en 2016 parecía profetizar el ascenso del propio populista disidente de derecha del país; tal vez la salida de Trump sea igual de profética. ¿Quién sabe? A juzgar por los comentarios recientes de Bolsonaro —“La esperanza es lo último que muere”, declaró el día posterior a las elecciones— , el pensamiento le debe haber pasado por la cabeza.

Pero, Bolsonaro no se desanima con facilidad.

Promete mantenerse firme en su puesto.

Después de todo, Trump “no era la persona más importante del mundo”, como dijo el mes pasado. “La persona más importante es Dios”.

Vanessa Barbara es columnista de The New York Times.