¿Responsables del ‘zafarrancho económico’?
Desde noviembre de 2019 el gobierno transitorio intentó desmontar el modelo dando como paso inicial la paralización de la inversión pública, una variable fundamental para dinamizar la economía.
A poco más de un mes de haber recibido el país, el Gobierno nacional está realizando una serie de acciones encaminadas a la reactivación de la economía y al restablecimiento del modelo económico aplicado desde 2006, que fue interrumpido abruptamente en noviembre de 2019 y que significó el retroceso de los logros económicos y sociales que el país había alcanzado hasta ese momento, profundizándose aún más con el arribo de la pandemia.
En efecto, es importante recordar que desde 2006 el país aplicó el Modelo Económico Social Comunitario Productivo que permitió alcanzar logros económicos y sociales históricos. Durante este periodo el país registró un crecimiento sostenido de la economía —dinamizado por la demanda interna— y otros indicadores positivos que se tradujeron finalmente en avances sociales incuestionables como la reducción de la pobreza y la desigualdad, y la mejora de la calidad de vida de las y los bolivianos.
Este periodo no fue resultado total de un “súper ciclo” de precios de las materias primas como frecuentemente señalan los detractores del modelo como Carlos Jahnsen en un artículo de opinión. El positivo desempeño de las variables fue resultado del modelo y las políticas económicas y sociales aplicadas que permitieron aprovechar el favorable panorama de precios y aminorar el impacto en tiempos de contexto internacional adverso; efectivamente, aún en periodos de caída de precios internacionales la economía boliviana continuó creciendo y se posicionó por varias gestiones como la de mayor expansión en la región.
La situación actual de la economía boliviana, con variables deterioradas, como la contracción del PIB de 11% en el primer semestre y el elevado desempleo, son un resultado combinado del cambio de modelo y de la irrupción de la pandemia. Desde noviembre de 2019 el gobierno transitorio intentó desmontar el modelo dando como paso inicial la paralización de la inversión pública, una variable fundamental para dinamizar la economía. La economía ya estaba débil antes de la pandemia, en el primer trimestre de 2020 el PIB apenas creció en 0,6%, con un sector de la construcción que cayó en 20% y las demás actividades con bajo crecimiento. Obviamente la situación empeoró con la cuarentena total desde mediados de marzo y el crecimiento experimentó un retroceso histórico de 22% en el segundo trimestre y el consiguiente deterioro dramático de otras variables económicas.
Es preciso destacar también que los argumentos de “despilfarro del MAS” en el que tanto insistió el gobierno transitorio y sus seguidores, y que no lograron probar, y en el que aún insiste Jahnsen, no tienen justificación. El déficit fiscal observado en los últimos años del modelo fue resultado de la inversión pública, que se constituyó en uno de los impulsores del crecimiento. En este periodo se registraron superávits corrientes.
Sin duda, este año fue uno de los peores que ha vivido la economía y la población boliviana, azotadas no solo por la pandemia sino también por las acciones y omisiones de un gobierno de transición que intentó desmontar un modelo que había mostrado su efectividad en superar contextos externos desfavorables. Obviamente, la pandemia habría impactado en las actividades económicas, pero también se habrían aplicado medidas coherentes para su contención. La tarea está ahí, y ahora el nuevo Gobierno se encamina a restablecer el modelo y reactivar la economía, y de esta forma restablecer las condiciones de vida de la población boliviana.
Claudia Ramos es economista.