2020, encrucijada por la naturaleza
Los seres humanos dependemos de ecosistemas estables y saludables para nuestra supervivencia. Y es así que 2020 fue declarado por las Naciones Unidas como un “superaño” para la naturaleza y la biodiversidad, en el que los países deberían definir la agenda de la acción ambiental para la próxima década. Sin embargo, el brote del COVID-19 ha paralizado al mundo, y mientras tanto la evidencia nos muestra que la humanidad enfrenta una encrucijada por el futuro de la naturaleza.
Mientras la pandemia de COVID-19 nos desafía a repensar nuestra relación con la naturaleza y a considerar las profundas consecuencias para nuestro propio bienestar y supervivencia que pueden resultar de la pérdida continua de biodiversidad y la degradación de los ecosistemas, la información presentada en el Quinto Informe Perspectiva Mundial sobre la Diversidad Biológica, publicado por el Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB) en 2020, nos muestra que la naturaleza está sufriendo severamente y su situación sigue empeorando.
Con respecto a las Metas de Aichi para la Diversidad Biológica, establecidas en 2010, el informe reporta que de las 20 metas mundiales planteadas, tan solo seis habrían sido “parcialmente logradas” para 2020, es decir que ninguna de las metas fue alcanzada; mostrándonos claramente cómo hemos fracasado en esta última década en la protección de la naturaleza.
La evidencia presentada en 2020 nos indica que la tasa de pérdida de biodiversidad no tiene precedentes en la historia de la humanidad y las presiones se están intensificando en el ámbito mundial.
Bolivia no se encuentra en una buena posición, ya que se sitúa dentro de los países con mayor pérdida de bosques (segundo en Sudamérica) y el más golpeado por los incendios forestales en términos proporcionales dentro de los nueve países amazónicos, de acuerdo con el nuevo Atlas Amazonia bajo presión, elaborado por la Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferenciada (RAISG).
No podemos permitirnos cerrar los ojos frente a la evidencia, hemos fracasado en nuestro deber de cuidar la naturaleza, y hemos puesto a la humanidad en una encrucijada con respecto al legado que queremos dejar a las futuras generaciones. Es posible detener y revertir la pérdida de biodiversidad para garantizar nuestra salud, bienestar y prosperidad, para ello debemos proteger los espacios naturales que nos quedan, frenar la sobreexplotación de la vida silvestre y, fundamentalmente, modificar la manera en que producimos y consumimos alimentos. Hoy llamamos a los líderes mundiales a tomar medidas decisivas ahora y no más tarde, para encauzar la naturaleza por el camino de la recuperación y garantizar una economía positiva para ella. La prosperidad para las personas y el planeta solo es posible si tomamos decisiones audaces hoy para que las generaciones futuras puedan sobrevivir y prosperar en un mundo mejor.
Natalia Calderón es directora ejecutiva de la Fundación Amigos de la Naturaleza.