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El triunfo de la voluntad

La vida siempre ha presentado una tensión entre la razón y la voluntad, o en su caso, entre la razón y el instinto, como fuerzas impulsoras del habitante. Sin embargo, en este último año ambas fueron desafiantes por el trasfondo nada beneficioso para la humanidad como fue el coronavirus, que invadió el planeta.

A pesar de ello, la ciudadanía, especialmente de nuestro medio, demostró que tiene una voluntad férrea para sobrellevar momentos tan difíciles como los que vivió en 2020 y seguramente formarán parte de la experiencia para vencer la segunda etapa de rebrote.

Lamentablemente, quedó demostrado, una vez más, que este país tiene grandes debilidades para este tipo de realidades sanitarias, pero, aun así, fue capaz de enfrentar esa adversidad con la fortaleza del pueblo. Una lucha contra un mal totalmente desconocido que dejó gran dolor por las pérdidas humanas y cuya crisis emocional que hoy arrastra silenciosamente la sociedad debiera ser atendida.

Lo triste de esta situación es que ante el inminente rebrote del COVID-19 llegaron las festividades de fin de año, las cuales son muy importantes para la ciudadanía boliviana y motivan un movimiento inmenso de la población, sobre todo de los comerciantes que, hoy más que nunca, tienen la necesidad económica de subsistir, lo que los lleva a desafiar al contagio con tal de vender sus productos en las calles.

Pero la realidad también exige que otra parte de la población paceña busque distintas formas de enfrentar el futuro inmediato. Una de ellas es, por ejemplo, la conformación de grupos de personas hábiles en pastelería y otras delicias, que expenden sus productos a través de la apertura asociada de interesantes espacios en lugares estratégicos tales como el sur de la ciudad.

Otro es el caso de algunos jóvenes que dejan sentado que la vida en movimiento es una realidad inobjetable impulsada por la necesidad de vender sus productos de manera ambulante, sin temor al contagio.

Así, podemos observar cómo el triunfo de la voluntad si bien muestra una tensión entre la razón y el instinto, denota esencialmente cómo las fuerzas impulsoras de una sociedad trabajadora y creativa requieren muchas veces de un pequeño envión económico, como un bono, para intentar salir adelante en momentos en que la economía está debilitada y necesita que el Estado inyecte capital a la población.

Un escenario que denota que si las arterias están llenas de comerciantes, es porque la venta callejera es un medio de subsistencia para muchos. Este abrumador momento muestra además que el último bono fue útil para que mucha gente joven adquiera elementos digitales, con lo que confirmó que su emprendimiento se convierte en una fuerza productiva cuando forma parte de la vida informacional.

Por todo ello, no cabe duda que lo fundamental es observar cómo la voluntad logra triunfar sobre toda tensión entre la razón y el instinto, lo que demuestra cómo las fuerzas impulsoras de un país deben estar acompañadas de un pequeño esfuerzo económico del Gobierno para forjar tiempos de esperanza para todos.

Sin embargo, retomando el problema emocional, éste debiera ser enfrentado, por ejemplo, por las subalcaldías, que harían bien en instalar aparatos de música en las plazas para acompañar el paseo de la gente. Falacia seguramente para muchos, pero es evidente que la población requiere de incentivos recreacionales.

Es necesario recuperar el tiempo de la voluntad y la esperanza. Como afirmaba Nietzsche, la voluntad se funde en el conocimiento, el cual deriva más directamente si es captado cuando intenta cortar con el pasado y así evita eludir la sensación de vaciedad que despierta el futuro.

Patricia Vargas es arquitecta.