Certezas
A unas horas de terminar el año uno tiende a recordar las promesas que se hizo el 1 de enero, cuando en el fulgor del estreno pensaba que todo era posible, que la mejor de las suertes llegaría sin que el azar ponga zancadillas. A la medianoche de cada 31 de diciembre tozudamente uno vuelve a inventar esperanzas, voluntariamente se deja encandilar por misteriosos pobladores de la mente que con extraños sortilegios van dejando atrás rencillas generalmente innecesarias, grandes y pequeños fracasos, traiciones voluntarias e involuntarias, dolorosas pérdidas, para en décimas de segundos transformar las sombras en campos de ilusiones; se deja envolver por enigmáticas palabras que nos arrastran hasta lo más profundo de la promesa a ultranza.
Sin embargo, detrás de tanta quimera siempre está la realidad que suele ser más fuerte que cualquier sueño y la que nos obliga a serenarnos y pensar que para seguir existiendo lo que necesitamos son certezas. En 2021 debemos bajar la tasa de desempleo que por efectos de la pandemia en octubre llegó casi al 12%. ¿Cómo conseguir que los jóvenes tengan trabajos dignos? ¿Cómo hacer para reactivar la economía de medianos y pequeños empresarios? ¿Cómo hacer para que consumamos lo nuestro?
Necesitamos tener la certeza de que el año que está por comenzar tenga desde el inicio una decidida vocación por cuidar la salud de todos los bolivianos y mejorar e implementar todos sus servicios con calidad y calidez. Que la salud sea una prioridad donde no prime el negocio.
Que la justicia sea justicia y no un entuerto de pagarés donde se beneficie al mejor postor sin importar si es culpable o no. Que nos libremos de la Justicia miope, preferimos que tenga los ojos bien abiertos porque, hasta ahora, con la figura de una justicia ciega hemos ido camino al precipicio.
Para 2021 quisiéramos tener la certeza de que los estudiantes de todos los niveles, inicial, primario, secundario y superior, pasen clases presenciales, virtuales o ambas, pero que aprendan, que desarrollen conocimiento en serio, que compensen este aciago 2020 con clausura de año escolar y tan incierto en sus decisiones educativas.
Que en 2021 dejen de existir, por nefastos, todos los infanticidios. Que los niños sean cuidados por todos los adultos. Que ninguna niña o niño sean vejados, violados, o maltratados. Que la sociedad los estime como los seres humanos en quienes está depositada toda la esperanza de un mundo mejor. Que los adultos estemos dispuestos a defender a todos los niños de cualquier amenaza contra su vida o su inocencia.
Sería de desear que el próximo año dejemos de contar las cifras de feminicidios. Que ninguna mujer muera en manos de su pareja y que los casos de violencia mueran de aburrimiento por ausencia.
Lucía Sauma es periodista.