Voces

Wednesday 17 Apr 2024 | Actualizado a 23:24 PM

Desafíos e incentivos

/ 3 de enero de 2021 / 06:57

Un hilo de mi reflexión sobre el proceso político boliviano es la representación política. Sus fortalezas y debilidades; el riesgo de una crisis que impulse la vigencia de tendencias antipolíticas en la sociedad y los desafíos que enfrenta en determinadas coyunturas. En este caso me concentro en las señales que surgieron en la definición de las estrategias electorales de las principales fuerzas políticas del campo opositor rumbo a las elecciones subnacionales de 2021.

Un punto de partida es la modificación del sistema de partidos con la presencia de Comunidad Ciudadana y Creemos en la Asamblea Legislativa Plurinacional en reemplazo de Demócratas y Unidad Nacional. Dos fuerzas de reciente creación desplazaron a dos partidos con más de 10 años de trayectoria. El MAS ratificó su condición de pivote del sistema de partidos siendo la única fuerza parlamentaria estable durante casi dos décadas. Ahora bien, ¿qué denota la selección de candidatos y la formación de frentes electorales para el fortalecimiento o deterioro de la capacidad de representación política?

Comunidad Ciudadana perdió la oportunidad de constituirse en una organización política nacional puesto que optó por una estrategia de subordinación a las relaciones de fuerza locales en vez de consolidar su base de apoyo electoral. Sin candidato propio a la Alcaldía de la ciudad de La Paz —además, con una ruptura aparatosa de su alianza con Sol.bo— y con un invitado en Cochabamba —que antaño perteneció al partido de Manfred Reyes Villa— no pudo (o no supo) traducir la fuerza electoral que obtuvo en los comicios del año pasado en capacidad para articular a los opositores al MAS. No pudo hacerlo en octubre y noviembre del 2019 y terminó subordinado a Luis Fernando Camacho que comandó, desde el Comité Pro Santa Cruz, la conspiración que culminó con el golpe de Estado contra Evo Morales. Y ahora es una sigla más en una lista de siete organizaciones que apoyan la candidatura de Camacho a la Gobernación de Santa Cruz. Es evidente que se diluyeron las posibilidades de consolidación institucional de CC y en la medida que su líder —Carlos Mesa— no tiene otro incentivo para seguir en la arena política que su reyerta con Evo Morales, puesto que ya no será candidato presidencial, esta organización política enfrentará un futuro incierto. Un dato preocupante para el sistema de representación política.

Mayor certeza denota la estrategia de Creemos que optó por consolidar su fuerza electoral en Santa Cruz con la postulación de Camacho como gobernador y que cuenta con el apoyo, entre otros, de Demócratas. Es un cambio sustantivo en el mapa político cruceño como reacción a la victoria del MAS en octubre pasado expresado en un recambio en el liderazgo regional que tiene perspectivas de disputar la presidencia en los próximos comicios. A diferencia de Comunidad Ciudadana, Creemos tiene mayores posibilidades de consolidarse institucionalmente puesto que esta organización política puede estar al mando del gobierno departamental de Santa Cruz y Luis Fernando Camacho tiene el incentivo de la candidatura presidencial sin rivales fuertes en el campo opositor. No es casual que en su discurso de proclamación como candidato se haya referido a la “federalización”. La consolidación de Creemos será una buena señal para el sistema de representación política puesto que su base electoral es conservadora y tiene tendencias antipolíticas.

La democracia se fortalece si incluye a esos segmentos de la sociedad. Y también si se resuelven las contradicciones internas en el MAS —entre renovación e inercia— que salieron a relucir en la elección de candidatos, sobre todo en El Alto con la lamentable exclusión de Eva Copa, que puso en evidencia la necesidad de que esta organización política defina un nuevo esquema para sus procesos decisionales puesto que está viviendo la rutinización del carisma de Evo Morales aunque muchos dirigentes, incluido él, no se dan cuenta. Tema pendiente, en todo caso, porque ya no hay espacio; se terminó, como 2020. Abur.

Fernando Mayorga es sociólogo.

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Sobre el nacionalismo revolucionario

/ 24 de marzo de 2024 / 01:40

Hace meses, Alfredo Ballerstaedt me dijo que debería publicar otra vez mi primer libro, que data de 1985, pero acompañado de otros ensayos que fui escribiendo sobre ese tema en el paso del tiempo. Por su culpa acaba de salir mi libro El discurso del nacionalismo revolucionario en Bolivia y otros ensayos. Cuento algunas cosas al respecto.

A principios de los años 80 estudiaba sociología en México, en la UNAM. El marxismo era la teoría predominante, por suerte en las versiones de Gramcsi y la Escuela de Frankfurt, pero también descubrí a Foucault y Barthes. Esa época, México albergaba al exilio y el debate político era intenso en las filas de una generación de intelectuales latinoamericanistas, de izquierda y humanistas, sensibles a la literatura, la pintura y la música. Tenía 20 años cuando asistí a una mesa redonda entre Ernesto Laclau, Emilio de Ípola, José Nun y Carlos Pereira. Ahí tuve una epifanía porque decidí que mi tesis versaría sobre ideología, política, nacionalismo y temas afines. El giro lingüístico y el análisis del discurso empezaban a influir en varias disciplinas y de manera intuitiva adopté algunas de sus premisas, aunque —y para siempre— con una dosis de eclecticismo y paranoia crítica.

Esa revelación se enlazaba con mi interés por el pensamiento de Carlos Montenegro, cuya obra encontré en mis lecturas juveniles sobre la Revolución de 1952. A fines de 1983, defendí mi tesis de licenciatura y, de manera casual, la primera persona que la tuvo entre manos fue René Zavaleta por un encuentro imprevisto. Había terminado de escribirla en la víspera y le entregué advirtiéndole que era un estudio sobre Nacionalismo y coloniaje de Carlos Montenegro, sabiend0 que también era su ídolo. Al rato, le pregunté su opinión y me dijo con los dientes chirriando: “los títulos están bonitos”.

Regresé a Cochabamba para refugiarme durante 40 años en la Universidad Mayor de San Simón con una vocación suicida de la que nunca me arrepiento. La tesis se convirtió en mi primer libro, publicado en 1985 con un título sugerido por Luis H. Antezana que, además, escribió el prólogo. Desde entonces, con Cachín no hemos parado de conversar sobre pensamiento político boliviano, fútbol, música y literatura. Ese texto es parte de la primera parte de mi libro junto con ensayos sobre Carlos Montenegro, Sergio Almaraz y René Zavaleta.

A fines de los años 90 volví a México para hacer un doctorado en Ciencia Política en FLACSO. Entonces estaban en boga temas como gobernabilidad democrática y sociedad civil y enfoques como neoinstitucionalismo y elección racional, pero seguí transitando los meandros del análisis político con énfasis en lo discursivo, simbólico e identitario. Mi interés estaba enfocado en Condepa y UCS y decidí hacer mi tesis sobre esos partidos con base popular y líderes peculiares que tuvieron un fin trágico: Carlos Palenque y Max Fernández. La defendí, en agosto de 2000, con el título Neopopulismo y democracia en Bolivia. Compadres y padrinos en la política. Precisamente, un ensayo derivado de esa tesis doctoral inicia la segunda parte de mi libro que incluye textos que abordan la fase política iniciada en diciembre de 2005 con la primera victoria del MAS-IPSP y caracterizada por la construcción del Estado plurinacional y la democracia intercultural como aspectos cruciales de un proceso que implica cambio y continuidad respecto al discurso del nacionalismo revolucionario.

Así, este libro es un compendio, pero también una memoria.

 Fernando Mayorga es sociólogo.

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Confuso y denso

/ 10 de marzo de 2024 / 00:43

Es un tiempo denso y confuso. Estamos padeciendo la judicialización de la política y, para empeorar las cosas, la política está sometida a la racionalidad instrumental y a una escenificación grotesca (diputados/as en modo kachaskán). Las tres fuerzas parlamentarias están divididas y las disputas por la candidatura presidencial ahondan esas fracturas. Y como la deliberación para establecer acuerdos o consensos es una moneda muy escasa (like a dollar), los actores estratégicos utilizan otros recursos (Maquiavelo again) para, supuestamente, obtener ventaja y vencer. Así, estatuto y congreso son los temas y terrenos de batalla en ese artefacto en disputa que se denomina MAS-IPSP para después —si se resuelve ese entuerto— encarar las elecciones primarias. Sobre las primarias, un vocal electoral, un ministro y, después, tres jefes de fuerzas de oposición dijeron que sean abiertas, además de simultáneas y obligatorias, es decir, que no solamente debe votar la militancia (que no tienen) sino la ciudadanía en general. ¿Una estratagema para dirimir la disputa interna en el partido de gobierno y para definir una candidatura única en el campo opositor? Dizqué. Pero así estamos, entre astucia de tahúr y talento de Houdini.

Mucha tela para cortar pero me circunscribiré al MAS-IPSP. Y si me cito no es por egolatría ni pulsión cochabambina, sino porque hice un par de investigaciones al respecto y me interesa recuperar algunas ideas que apuntan en dirección opuesta a esta devaluación de la política.

A fines de 2022, presenté mi libro Resistir y retornar. Avatares del proceso decisional en el MASIPSP (2019-2021) con el apoyo de la FES (https://library. fes.de/pdf-files/bueros/bolivien/19716.pdf). Ese libro termina con un posfacio donde se plantea una propuesta para evitar (entonces) los entuertos en el partido más grande del país. Y dice así:

“… es evidente que el MAS-IPSP debe encarar una reforma intelectual y moral, así como un debate ideológico y programático. Sin embargo, estos procesos deben llevarse a cabo bajo condiciones apropiadas para la deliberación democrática y una condición básica es que la racionalidad instrumental — en la cual, el poder es el elemento dominante— no defina las relaciones entre sus actores estratégicos ni sus áreas organizativas. Para que eso ocurra no existe otro camino que el desistimiento a la candidatura presidencial por parte de Evo Morales, Luis Arce y David Choquehuanca. Esas decisiones permitirían establecer un escenario apropiado y un tiempo prudente para el desarrollo de un debate con la mirada puesta en el futuro y con la participación de nuevos protagonistas, con algunas y algunos militantes que demostraron su capacidad en diversas circunstancias y ámbitos, como Andrónico Rodríguez, Adriana Salvatierra, Gabriela Montaño, Diego Pary y Eva Copa —cuya expulsión debe ser reconsiderada— y otros y otras cuyo liderazgo puede manifestarse en un espacio de deliberación democrática. Ese debate debe combinar el balance del proceso de transformaciones políticas, económicas, sociales y culturales en el país con los aportes de los partidos y gobiernos del nuevo ciclo progresista en la región que articulan demandas y propuestas vinculadas con el ambientalismo, el feminismo y lo informacional, tienen una adscripción plena con la democracia porque no dependen de liderazgos carismáticos y establecen una relación horizontal con movimientos sociales y colectivos ciudadanos”. Sigo pensando que es una vía para resolver los problemas de modo virtuoso —vale para todos los partidos— y para que la política retorne al centro del proceso histórico y proporcione sentido al devenir.

 Fernando Mayorga es sociólogo.

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Alasitas plurinacional

/ 28 de enero de 2024 / 00:18

En el transcurso de la semana pasada se celebraron 15 años de la fundación del Estado plurinacional y, por enésima vez, se inauguró la festividad de Alasitas en Chuquiago Marka/Registrada. ¿Cuál es el motivo para que este columnista relacione ambos acontecimientos? Simplemente porque nada es casual en la vida ni en la muerte/suerte sin blanca. Invoco la figura del hombrecito con sombrero y bigote en estos días de crisis judicial, bloqueos de carreteras y una reyerta discursiva en las filas del partido de gobierno que condujo el proceso constituyente que parió, precisamente, la Constitución Política del Estado —Plurinacional— en 2009. También, y sobre todo, porque casi todos los actores estratégicos de la política, tanto en las filas del oficialismo y de la oposición, han perdido la talla, están chiquitos.

El aniversario en cuestión tiene que ver con la edificación de un modelo estatal que tiene varias novedades institucionales como el reconocimiento de derechos colectivos de los pueblos indígenas y de las naciones originarias, y la vigencia de la democracia intercultural, con la adopción del pluralismo en varias esferas y las autonomías territoriales en el nivel subnacional. Su avance es paulatino y enfrenta muchas barreras, por eso, en algunos libros hablé de la “construcción minimalista del Estado plurinacional”. Sigue y seguirá siendo así porque es un reto materializar sus principios en instituciones y políticas públicas, y también es un desafío consolidarlos en las ideas y creencias de la sociedad. Me refiero, por ejemplo y sobre todo, a la descolonización y a la despatriarcalización, metas que no pueden ser comprendidas por personajes bizarros como un expresidente (por sucesión constitucional, no por votación) que acostumbra escribir en rima pero k’aima y hace chistes opas, esta vez se refirió al “cumpleañero quinceañero”; o como otro expresidente (elegido por el parlamento puesto que salió tercero en las urnas con 18% de votos) que esgrime esa curiosa idea de “volver a la república” como si ésta hubiera desaparecido en el Estado plurinacional.

La festividad de Alasitas no es un invento del Papirri, también conocido como Manuel Monroy Chazarreta, aunque merece serlo. Es la fiesta de la abundancia en miniatura, el deseo de Vivir Bien por obra y gracia del Ekeko, un amuleto del don, de un intercambio sin condiciones, excepto el cumplimiento de unos ritos aplicados con k’oa, cerveza y tabaco para que se cumplan ciertos pedidos: morlacos en Bs y $us, maletas para viajes, certificados de estudios y hasta maridos gallitos. Es una fiesta muy propiamente andina pero siempre abierta a los intercambios comerciales en modo globalización, por eso, ahora, las miniaturas artesanales, las figuras religiosas y los ekekos se mezclan con dragones, sapos y elefantes made-in-China en una suerte de orientalización de las ofrendas. Es lo pluri(inter)nacional. Así funcionan las cosas. Por mi parte, compré 11 jugadores de plomo y ch’allé mi banderita celeste, puesto que Aurora jugará en la Copa Libertadores de América y tiene que tener suerte, esa ñata esquiva. También busqué figuritas de actores/as políticos/as para que fortalezcan los cimientos del Estado plurinacional, pero no tuve suerte. Entonces, le pedí a mi Ekeko que nos ayude a auscultar en los meandros de la política, en los caminos de la vida y en los misterios del corazón puesto que, como susurra Dante Uzquiano mientras suena la guitarra del Grillo Villegas: lo que fue, lo que es, lo que será. Porque, como sentenció René Zavaleta: Bolivia será india o no será. Es decir, plurinacional. Como las Alasitas.

Fernando Mayorga es sociólogo. 

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¿Un Milei boliviano?

/ 31 de diciembre de 2023 / 01:09

“Votando por un Milei boliviano” dice el informe de una empresa encuestadora que saca dudosas conclusiones sobre intenciones de voto. Dudosas, equívocas y tendenciosas puesto que afirma que “el 28% de los entrevistados están dispuestos a votar por un ‘candidato nuevo’ que enarbole las propuestas de Milei. Si a ello se suma el 36% de indecisos, se tiene que un 64% podría apoyar a un ‘Milei boliviano’… Hay pues una disposición a apoyar a un ‘líder emergente’ de extrema derecha”. No interesa ahondar en tales suposiciones ni resaltar la impertinencia de esa lectura. Ese párrafo sirve como una excusa para hablar de los adscritos a las ideas libertarias y al carisma histriónico de Milei en estos lares.

Por cierto, ya tuvimos un “Milei boliviano” y fue un coreano que obtuvo 8% de votos en las elecciones de 2019. Chi entró al ruedo electoral con discurso liberal en la economía y ultraconservador en lo social, aderezado con retórica evangelista. También tuvimos otro “Milei boliviano” en 2019, de raigambre cruceña y talante católico, que hizo arrodillar a medio millón de seguidores para rezar pidiendo “libertad” y la renuncia de Evo Morales, mientras su padre “cerraba” con policías y militares un plan que condujo al golpe de Estado. Su liderazgo traspasó las fronteras de oriente y fue recibido como héroe en La Paz, sin embargo, era un carisma de situación (como todo carisma) y un año después obtuvo un pálido tercer lugar en las elecciones de 2020. Fueron candidatos “nuevos” y “emergentes”, con posiciones liberales y ultraconservadoras como, precisamente, Milei que, por entonces, delineaba su ingreso a la política argentina al compás del rechazo a las medidas “dictatoriales” adoptadas por el Estado para enfrentar a la pandemia con su famosa consigna: “viva la libertad, carajo”.

Esa frase empezó a ser utilizada por algunos políticos locales para dar cuenta de que “necesitamos un Milei y aquí estoy” bajo el absurdo supuesto de que la combinación de una dosis de histrionismo y unos cuantos improperios pueden producir carisma. Y como aderezo esgrimen una retórica individualista y antiestatista con aditamentos antiecologistas, antiderechos, antifeministas. Lo curioso es que en las filas opositoras bolivianas se vincula la consigna de libertad de Milei con lo democrático, lo republicano y el Estado de derecho, es decir, “lo institucional”, esa palabra mágica que usan para denostar nuestro modelo político cuando los resultados no les agradan.

Ahora bien, Milei presentó un decreto y una ley que, entre otras cosas, plantea que se deleguen facultades legislativas al presidente en asuntos económicos, sociales, financieros, fiscales, de seguridad y defensa, tarifarios, energéticos, sanitarios y sociales —durante dos años, prorrogables a cuatro. Se trata de una inaudita concentración de poder en la figura presidencial que implica la eliminación de la división de poderes. ¿Qué dicen los mileístas criollos? Estaremos atentos a que manifiesten su orgullo republicano y su respeto por “lo institucional”. Y si no les queda clara la deriva autoritaria de Milei, es suficiente imaginar lo siguiente: no habrá conflicto por la redistribución de escaños después del Censo 2024, puesto que el presidente Arce definirá, mediante decreto, que en las elecciones de 2025 solamente se elegirán diputados uninominales para conformar el Órgano Legislativo. Es decir, una decisión presidencial redefine el sistema electoral y la representación política. ¿Qué tal?

Fernando Mayorga es sociólogo.

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Desorden y desconcierto

/ 19 de noviembre de 2023 / 00:54

El campo político se tornó más complejo en los últimos meses porque se han producido mutaciones en sus unidades constitutivas y en las interacciones partidistas. Fisuras, divisiones y disyunciones caracterizan el funcionamiento y desempeño de sus protagonistas. Fractura en las filas del MAS-IPSP, ruptura en Creemos —aparte de la cisura inicial con la bancada de UCS— y quiebre en Comunidad Ciudadana que incluye expulsiones de diputados/as. Una consecuencia de este desbarajuste se puso en evidencia en la elección de las directivas camarales puesto que se produjeron distintas composiciones del voto a la hora de ratificar los nombres propuestos por las jefaturas de las bancadas. Ese comportamiento no fue producto de la clásica antinomia entre oficialismo/ oposición, sino de una convergencia episódica y circunstancial entre fracciones del oficialismo y de la oposición. Y aconteció de una manera en la Cámara de Diputados y de otro modo en la de Senadores. En ambos casos, la oposición tuvo mayor incidencia que en años anteriores merced a la fractura en la bancada oficialista entre “radicales” y “renovadores”, una curiosa distinción que no se sabe qué denota.

Es necesario destacar lo acontecido en la Cámara Alta. Las dos fuerzas de oposición intentaron condicionar su voto ratificatorio de las listas partidistas a la aceptación de una propuesta de agenda legislativa. Esta propuesta contenía —entre nueve temas— algunos tópicos que no corresponden a esa instancia (por ejemplo, “presos políticos”, “primarias abiertas” y “padrón electoral”). Esa iniciativa opositora quiso aprovechar la división en la bancada del MAS-IPSP puesto que una fracción minoritaria cuestionó la reelección de Andrónico Rodríguez como presidente del Senado y pretendió presentar una lista alternativa —un acto antirreglamentario— y conseguir la conducción de la directiva camaral con apoyo opositor. Ese diferendo en la bancada oficialista se convirtió en una oportunidad para la oposición que optó por presentar una suerte de “pliego político petitorio” que, sin embargo, resulta más interesante que la mera distribución de cargos y espacios de poder.

Largo debate de por medio se impuso el prestigio y liderazgo de Andrónico Rodríguez, que se yergue como un actor situado al margen —¿por encima?— de la pugna entre “arcistas” y “evistas”, es decir, entre gobierno y partido e invoca la unidad, aunque esta palabra cada vez más carece de sentido en las filas de esa organización política. Un prestigio que se reforzó con el respeto de sus colegas opositores/ as por su conducción del Senado durante tres gestiones, promoviendo un diálogo sin la polarización imperante en otros ámbitos político-institucionales.

Por eso, su respuesta a la propuesta opositora fue una invitación a iniciar un debate que concluya, precisamente, con la confección de una agenda legislativa que sea resultado de una deliberación democrática. Algo tan difícil de conseguir, como la unidad, pero igualmente necesaria en esta época plagada de desaciertos y desconcierto. Ojalá esa cámara legislativa se convierta en un espacio de convergencia que proporcione cierta racionalidad al proceso político.

Ahora bien, otro efecto de la desagregación en las organizaciones políticas —sobre todo en el MAS-IPSP— es la configuración de un esquema de “gobierno dividido”. Esto significa que el presidente Arce no tiene respaldo de una mayoría parlamentaria y, en consecuencia, su capacidad decisoria está mermada. No es poca cosa puesto que una relación conflictiva entre el Órgano Ejecutivo y el Órgano Legislativo conduce a la parálisis, preámbulo de la inestabilidad que puede poner en cuestión la gobernabilidad.

Fernando Mayorga es sociólogo. 

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