Icono del sitio La Razón

La A de atrapados

Atrapados en las redes. Pocos peces logran salir por los mínimos huequitos que estas redes sociales, pese a su tupido entramado, dejan sin control. Peces tamaño ispi que se quedan en un mar excluido del pequeño gran planeta de lo que pasa en “las redes”. Y sí, hay cosas que existen y que transcurren por fuera de ellas. Ya se habrán dado cuenta los “marketineros” de las campañas políticas, ya lo habrán comprendido los líderes políticos urbanos. Pero miremos hoy el interior de ellas.

Para sobrevivir ahí hace falta integrar la manera de operar de los gigantes contemporáneos. La columnista de La Razón Eliana Quiroz nos explicó hace poco cómo funcionan los algoritmos polarizantes: las plataformas de Internet son empresas privadas que cotizan en bolsa, venden acciones y tienen que demostrar que son un buen negocio, o sea que multiplican sus usuarios y que éstos interactúan. La clave es enfrentar (los mensajes amables no generan reacciones) y apostar a que haya gente dispuesta a altos niveles de violencia con tal de ganar la pulseta de posiciones. Nada que ver con ideas complejas o trabajadas. El negocio es el enfrentamiento puro y duro.

Para salir vivos, recomendamos, desde nuestra confesada inexperiencia, algunos tips basados en el “se sufre pero se aprende”.

Tip en Twitter: cuidar esos deditos antes de formar parte del enorme coro de trinos de la Bolivia “enredada” en la polarización, radicalización y la violencia. Trinar como en la morenada, sin llorar; pero sobre todo, sin herir. Y ojo con el vino: le pasó a mi amigo Abelardo Nomeacuerdo que una de esas noches de pandemia se preparó un logrado plato solitario que buscó la compañía de una botella de vino. Juntos abrieron Twitter y… al día siguiente hubo que volver angustiados para descubrir los mensajes de reproche o franco ataque que “el suero de la verdad” había inspirado bajo la luna.

Tip en Facebook: cuidar esos deditos antes de formar parte de la borrachera de la desinformación; o antes de mostrarnos  y exponernos a que nos juzguen en un nuevo trabajo o a que nos identifique un ladrón feisbuquero cuando salimos de vacaciones o a que nos encasille una nueva amistad o un cliente. Sin embargo, como le pasó a mi amiga Francisca Nosequé, se puede descubrir, gracias al feis, que, por ejemplo, un albañil es ante todo una permanente fuente de humor. No vino nunca a pintar la casa pese al compromiso, pero qué buenos memes en medio de la pandemia. El Feis es como una cajita de fósforos, útil para encender una fogata de amor como peligroso y capaz de quemarnos vivos. Como a Juana, la francesa.

Tip en WhatsApp: cuidar esos deditos antes de provocar la tercera guerra mundial desde nuestros encontrones bilaterales o multilaterales o cuadrilaterales. Paciencia de Cristo cuando alguna fuente periodística manda un mensajito a la directora de un diario a las 11h42 de la noche para asegurarse que la noticia de su interés llegó a la Redacción. La receptora, presa del autoritarismo de la confirmación de recepción del mensaje, debe decir algo. Más vale, todos somos blanco de las peores sospechas si dejamos a alguien en “visto”. Y mucho cuidado con cada palabra. Un emoticón mal empleado es un cachorro de dinamita. En el teclado está el diablo.

Tip para grupos de WhatsApp: cuidar esos deditos, amarrarlos, antes de mandar al cuerno el grupo en cuestión. Comenzando con los grupos de trabajo que se reproducen como conejos: el grupo de gerentes, el grupo de equipo de fútbol, el grupo de secretarias, el grupo de periodistas, el grupo del turno y así hasta el infinito y más allá. Cuidadito con mandar la foto equivocada al jefe; cuidadito con reenviar el mensaje al autor de lo reenviado, cuidadito con la llamada que se dispara desde la cartera o el bolsillo, cuidadito con los comentarios sin antes colgar la llamada. Cautela en los grupos de los edificios o del barrio o de la promo del cole: serenidad ante las oraciones religiosas, oídos sordos a las expresiones discriminatorias, paciencia cuando todos, uno a uno, agradecen con manitos y corazones de todo tipo.  Pero sobre todo, cuidadito con los tonos empleados en los grupos de madres y padres, pueden ser una bomba atómica. No escribirse con la pareja en el grupo del curso. Pensar cien veces antes de escribir en mayúsculas (no a todos les gusta el griterío), cien veces antes de meter la política en los asuntos del cole, cien veces antes de la ironía hiriente. La palabra mal empleada no tiene retro.

Moraleja: Deditos, cuenten hasta diez.

Moraleja dos: Más vale silencio en mano que palabras bailando.

Moraleja de cierre: Mejor diccionario en mano que papelones rondando.

Claudia Benavente es doctora en ciencias sociales y stronguista.