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Empresas vs. comunidades

¡Qué año el 2020! Año pandémico, año sombrío, año de crisis política, año de cambios. Muchas cosas negativas, algunas buenas.

Nos dejó cambios que marcan el año y el futuro, y que serán permanentes, también en el mundo de Internet. Ya no volveremos a ser los mismos ni mismas después de esta ducha fría de digitalización que enfrentamos a tropezones.

Aprender que la tecnología intenta ser intuitiva (unas propuestas lo logran mejor que otras sin duda) para permitirnos operarla, que es posible aprender nuevas herramientas, primero el Zoom, después Teams o vuelta a Skype, y los más afortunados y afortunadas, Jitsi. ¡Es posible usar otras cosas en el celular! Como cualquier aprendizaje genera tensión pero de a poco, nos vamos asentando con la nueva herramienta y quién sabe, nos da curiosidad por mirar otras.

Aprender que no solo hay una propuesta tecnológica que podemos usar sino un montón, que algunas son igualmente buenas que la que estamos usando —o incluso mejores— y son gratuitas o no. Ese aprendizaje de despertar la curiosidad por la tecnología podría trazar un mundo diferente. Podría ser que la gran mayoría de ciudadanía entienda que hay vida más allá de WhatsApp, se llama Telegram o Signal, por ejemplo, o Messenger aunque sea. Que entiendan que hay empresas que compiten y que, como usuarias y usuarios tenemos derecho a elegir la que mejor nos guste; la competencia mejora los servicios, llegamos a la conclusión que podemos hacer competir a las empresas. Pasa lo que alguna gente llama empoderamiento.

Aún mejor, podría ser que en un buen porcentaje despierte realmente la curiosidad tecnológica y entienda que las ofertas de tecnología no vienen solamente de empresas sino también de comunidades, usualmente más respetuosas con la privacidad de las personas, que quieren construir mundos más justos en la producción y uso tecnológico, y que son más respetuosas con los derechos humanos. Entender que podemos tener mejores servicios tecnológicos no solo como producto de la competencia entre empresas sino porque los productores de esas tecnologías son comunidades y personas con responsabilidad y respeto por sus consumidores, con quienes es posible conversar.

Cualquier aprendizaje es costoso e incómodo al principio pero después de un tiempo es satisfactorio. Vale la pena continuar curioseando, aprovechar estos días de inicio de año que suelen ser más flojos para dañinear el celular o la computadora, como diría mi amiga Lorena desde Santa Cruz.

Estoy convencida de que esa patadita de impulso que nos ha dado el 2020 en dirección al mundo digital ha debido doler, pero puede haber valido la pena. Lo veremos en este 2021. Tengan un muy feliz y productivo nuevo año.

Eliana Quiroz es ciberactivista y burócrata. blog: www.internetalaboliviana. word-press.com.