¿Llegó el fin de Silicon Valley?
Silicon Valley siempre regresa, cada vez con mayor impulso. Uno de los secretos de su resiliencia: el dinero.
¿Texas es el nuevo Silicon Valley? En diciembre Oracle dijo que llevaría sus oficinas principales a Austin tras estar más de 40 años en California. Hewlett Packard Enterprise, descendiente de la empresa emergente del garaje original en el Valle, se va a Houston. Elon Musk también se mudó a Texas y ha dado señales de que Tesla, la compañía de autos que cofundó y dirige, también podría reubicarse.
¿O acaso Miami podría ser el próximo Silicon Valley? En contraste con el desdén por la industria de la tecnología que se está dando en San Francisco, el alcalde de Miami Francis Suarez no para de publicar en su Twitter mensajes para atraer a los emprendedores y los inversionistas tecnológicos a fin de que se muden a su ciudad.
La noticia llegó al final de un año de grandes afectaciones en la geografía de la industria tecnológica. Con los grandes campus de las empresas vacíos, los ricos de Silicon Valley se trasladaron a sus refugios en montañas e islas y los trabajadores de industria tecnológica cambiaron sus apartamentos caros de San Francisco por propiedades más espaciosas y baratas por todo el país. Puede que muchos no vuelvan.
El control que tiene Silicon Valley sobre la manera en que las empresas emergentes encuentran inversionistas también se acabó en la era del COVID-19. Después de pasar un verano en una atmósfera asfixiante por el humo de los incendios forestales y con una nueva legislación en San Francisco que impone más impuestos a las ganancias de las corporaciones, los capitalistas de riesgo se quejan ahora de que California se ha vuelto poco hospitalaria tanto con las personas como con las empresas.
Silicon Valley siempre regresa, cada vez con mayor impulso. Uno de los secretos de su resiliencia: el dinero. La riqueza generada por cada época de bonanza duraba más que cada caída. Ninguna otra región de tecnología ha generado tanta riqueza y pericia específica de la industria, razón por la cual tiene tal resiliencia. No obstante, la pandemia ha alterado patrones familiares. El cambio al trabajo a distancia les ofreció una salida de emergencia a los trabajadores de la zona metropolitana de San Francisco y a las compañías que buscaban desesperadamente lugares más baratos y fáciles para vivir.
La industria tecnológica también se estaba mudando. Algunas de las empresas emergentes más exitosas de la última década ya no se fundaron en Silicon Valley. Un número cada vez mayor tiene su sede fuera del país. Lo que nos lleva de vuelta a Austin y Miami. La falta de impuestos estatales sobre la renta en ambos lugares es un señuelo para los ricos del sector tecnológico,.
Texas ha sido un estado de alta tecnología desde hace más de medio siglo, ahí se encuentra el Control de Misiones de la NASA, algunas de las principales compañías de electrónica y de computación y los centros de investigación.Tal como la Universidad de Stanford y la Universidad de California en Berkeley lo hicieron en Silicon Valley, la Universidad de Texas ha pasado décadas invirtiendo en programas de ciencia e ingeniería en Austin. Esa ciudad, sede de Dell Computer y decenas de otras empresas, es una historia de éxito de la noche a la mañana, que requirió más de 50 años en hacerse realidad.
Miami no tiene una larga historia como centro tecnológico. No obstante, ya es la sede de las oficinas centrales latinoamericanas de las principales compañías tecnológicas y ha atraído a empresarios nacidos en el extranjero que buscan construir una base de clientes globales. Esto subraya otro punto fundamental: la mayor amenaza al dominio de Silicon Valley no viene del interior de Estados Unidos, sino del resto del mundo.
Los magnates de la tecnología quizá se quejen de que el gobierno los asfixia, pero, para empezar, Silicon Valley floreció en gran parte gracias a las enormes inversiones del gobierno en educación superior e investigación, así como a las políticas migratorias que animaron a la gente a venir a Estados Unidos a estudiar, trabajar, criar familias y construir vidas a modo.
Estados Unidos ya no invierte como antes y las restricciones a la inmigración han ocasionado la disminución de reclutamiento de talento extranjero, una cuestión que será difícil de resolver a pesar de los cambios de gobierno. En consecuencia, las empresas con sede en Estados Unidos tienen que esperar que los sistemas escolares estadounidenses produzcan el próximo Jack Ma o estar dispuestas a permitir que los talentos prometedores trabajen desde donde quieran vivir.
Después de todo, las personas especializadas y emprendedoras no necesitan estar en Silicon Valley para tener éxito en el sector tecnológico. Ni siquiera necesitan venir a Estados Unidos. Este es el mayor reto de la región, no la migración de unas cuantas empresas a Texas.
Margaret O’Mara es columnista de The New York Times.