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Thursday 18 Apr 2024 | Actualizado a 20:43 PM

¿Llegó el fin de Silicon Valley?

Silicon Valley siempre regresa, cada vez con mayor impulso. Uno de los secretos de su resiliencia: el dinero.

/ 4 de enero de 2021 / 02:36

¿Texas es el nuevo Silicon Valley? En diciembre Oracle dijo que llevaría sus oficinas principales a Austin tras estar más de 40 años en California. Hewlett Packard Enterprise, descendiente de la empresa emergente del garaje original en el Valle, se va a Houston. Elon Musk también se mudó a Texas y ha dado señales de que Tesla, la compañía de autos que cofundó y dirige, también podría reubicarse.

¿O acaso Miami podría ser el próximo Silicon Valley? En contraste con el desdén por la industria de la tecnología que se está dando en San Francisco, el alcalde de Miami Francis Suarez no para de publicar en su Twitter mensajes para atraer a los emprendedores y los inversionistas tecnológicos a fin de que se muden a su ciudad.

La noticia llegó al final de un año de grandes afectaciones en la geografía de la industria tecnológica. Con los grandes campus de las empresas vacíos, los ricos de Silicon Valley se trasladaron a sus refugios en montañas e islas y los trabajadores de industria tecnológica cambiaron sus apartamentos caros de San Francisco por propiedades más espaciosas y baratas por todo el país. Puede que muchos no vuelvan.

El control que tiene Silicon Valley sobre la manera en que las empresas emergentes encuentran inversionistas también se acabó en la era del COVID-19. Después de pasar un verano en una atmósfera asfixiante por el humo de los incendios forestales y con una nueva legislación en San Francisco que impone más impuestos a las ganancias de las corporaciones, los capitalistas de riesgo se quejan ahora de que California se ha vuelto poco hospitalaria tanto con las personas como con las empresas.

Silicon Valley siempre regresa, cada vez con mayor impulso. Uno de los secretos de su resiliencia: el dinero. La riqueza generada por cada época de bonanza duraba más que cada caída. Ninguna otra región de tecnología ha generado tanta riqueza y pericia específica de la industria, razón por la cual tiene tal resiliencia. No obstante, la pandemia ha alterado patrones familiares. El cambio al trabajo a distancia les ofreció una salida de emergencia a los trabajadores de la zona metropolitana de San Francisco y a las compañías que buscaban desesperadamente lugares más baratos y fáciles para vivir.

La industria tecnológica también se estaba mudando. Algunas de las empresas emergentes más exitosas de la última década ya no se fundaron en Silicon Valley. Un número cada vez mayor tiene su sede fuera del país. Lo que nos lleva de vuelta a Austin y Miami. La falta de impuestos estatales sobre la renta en ambos lugares es un señuelo para los ricos del sector tecnológico,.

Texas ha sido un estado de alta tecnología desde hace más de medio siglo, ahí se encuentra el Control de Misiones de la NASA, algunas de las principales compañías de electrónica y de computación y los centros de investigación.Tal como la Universidad de Stanford y la Universidad de California en Berkeley lo hicieron en Silicon Valley, la Universidad de Texas ha pasado décadas invirtiendo en programas de ciencia e ingeniería en Austin. Esa ciudad, sede de Dell Computer y decenas de otras empresas, es una historia de éxito de la noche a la mañana, que requirió más de 50 años en hacerse realidad.

Miami no tiene una larga historia como centro tecnológico. No obstante, ya es la sede de las oficinas centrales latinoamericanas de las principales compañías tecnológicas y ha atraído a empresarios nacidos en el extranjero que buscan construir una base de clientes globales. Esto subraya otro punto fundamental: la mayor amenaza al dominio de Silicon Valley no viene del interior de Estados Unidos, sino del resto del mundo.

Los magnates de la tecnología quizá se quejen de que el gobierno los asfixia, pero, para empezar, Silicon Valley floreció en gran parte gracias a las enormes inversiones del gobierno en educación superior e investigación, así como a las políticas migratorias que animaron a la gente a venir a Estados Unidos a estudiar, trabajar, criar familias y construir vidas a modo.

Estados Unidos ya no invierte como antes y las restricciones a la inmigración han ocasionado la disminución de reclutamiento de talento extranjero, una cuestión que será difícil de resolver a pesar de los cambios de gobierno. En consecuencia, las empresas con sede en Estados Unidos tienen que esperar que los sistemas escolares estadounidenses produzcan el próximo Jack Ma o estar dispuestas a permitir que los talentos prometedores trabajen desde donde quieran vivir.

Después de todo, las personas especializadas y emprendedoras no necesitan estar en Silicon Valley para tener éxito en el sector tecnológico. Ni siquiera necesitan venir a Estados Unidos. Este es el mayor reto de la región, no la migración de unas cuantas empresas a Texas.

  Margaret O’Mara es columnista de The New York Times.

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Hola, Alexa, soy Jeff Bezos

/ 13 de febrero de 2021 / 00:15

Si la historia sirve de guía, el próximo emprendimiento de Jeff Bezos, el hombre que convirtió la venta de libros por internet, que en ese momento era una idea loca, en un gigante de $us 1,67 billones, podría tener más consecuencias que el anterior. Bezos anunció la semana pasada que dejará de ser el director ejecutivo de Amazon. Su decisión le permitirá dedicar más tiempo a otros intereses y encontrar maneras de gastar una fortuna de alrededor de $us 195.000 millones.

Esa cifra asombrosa nos hace recordar a otro titán cuyo nombre se volvió sinónimo de inmensa riqueza: John D. Rockefeller. Los críticos de las prácticas monopólicas de Bezos lo comparan de manera frecuente con el magnate de la Edad Dorada. Al igual que Bezos, Rockefeller tenía la reputación de ser un empresario obsesionado por los detalles que parecía estar dispuesto a hacer todo para ampliar su imperio. Sin embargo, su generosidad después de retirarse fue tan grande y efectiva que su benevolencia eclipsó sus logros en los negocios al momento de su muerte.

Los segundos emprendimientos pueden transformar la imagen pública de un magnate, algo que se ha visto de manera clara en el competidor filantrópico más cercano en este siglo a Rockefeller: Bill Gates.

Gates, cofundador de Microsoft, también tomó a casi todos por sorpresa cuando entregó el puesto de director ejecutivo a Steve Ballmer a principios de 2000. “Regreso a lo que más amo”, declaró Gates, aunque los escépticos indicaron que la dolorosa batalla antimonopolio que Microsoft acababa de librar sin duda había sido un factor. Diez días después, Gates y Melinda Gates, su esposa, donaron $us 5.000 millones adicionales a la fundación de beneficencia que lleva sus nombres, con lo que la convirtieron en la que posee los mayores recursos en el mundo. El chico maravilla hipercompetitivo y riguroso de los días de las guerras de los navegadores y las computadoras personales se ha desvanecido en la historia, absorbido por la reputación de un filántropo global.

Gates proporciona una plantilla de renovación de imagen de un multimillonario en el siglo XXI y un ejemplo útil de cómo un emprendedor tecnológico implacable puede reenfocarse en otras metas. Bezos y su equipo seguramente han prestado atención a la trayectoria de su vecino en el área de Seattle. Bezos hace poco estableció dos fondos destinados a iniciativas benéficas importantes: Bezos Earth Fund, con $us 10.000 millones para combatir el cambio climático, y Bezos Day One Fund, con $us 2.000 millones para atender a las personas en situación de calle e impulsar la educación preescolar.

En su carta de despedida a los empleados de Amazon, Bezos escribió que se va a dedicar a sus “otras pasiones”, no solo a la filantropía. Blue Origin, su compañía espacial privada, podría resultar un buen catalizador para su ambición. El espacio ha sido uno de los intereses de toda la vida de Bezos, quien durante su discurso de despedida del bachillerato dijo que tenía esperanzas de que algún día fuera posible la colonización del espacio, y desde entonces ha continuado bosquejando grandiosas visiones galácticas.

Tras dejar sus trabajos cotidianos, Rockefeller, Carnegie y Gates emplearon su tiempo e influencia para crear un modelo de segundo emprendimiento filantrópico. Jeff Bezos podría romper el molde. El lema de Blue Origin tal vez sea una pista de cómo lo hará: Gradatim ferociter (Paso a paso, de manera feroz).     

Margaret O’mara es columnista de The New York Times.

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