Icono del sitio La Razón

Metáfora de la esperanza

En estos últimos días, pese al estrepitoso rebrote del COVID-19, en ningún momento el ciudadano dejó de tener fe en el futuro. Esto seguramente acompañado de sueños y esperanzas que le hicieron olvidar por algunos minutos al virus cruel que se lleva tantas vidas.

Fue el 31 de diciembre que nació la idea de salir a descifrar el silencio de esta ciudad que no deja de sorprender. Lo singular fue cómo esas calles grises y desérticas habían terminado de perder toda vitalidad; sin embargo, nuestro interés solo era entender, descubrir, ver, escuchar y, por último, sentir cómo viviría la población esos últimos segundos de un año que trajo dolor al país.

Y si pensábamos que la tristeza estaría reinando toda la noche, nos equivocamos, porque luego de segundos las edificaciones fueron las que se tornaron llenas de vida y mucho más cuando sonaron las sirenas de las radios anunciando que se iba el 2020. Lo curioso fue observar cómo petardos eran encendidos y lanzados desde las ventanas, acompañados de música con alto volumen. Tampoco faltaron las risas que despedían la partida definitiva de un año por demás complicado. En fin, todo demostró que el ser humano no dejará nunca de soñar en nuevos y mejores tiempos.

Una respuesta clara de la transformación de un 31 de diciembre que quedará en la memoria de los ciudadanos, cuyo relato será recordado por siempre y quizá se transforme en una especie de metáfora viva.

Lo singular fue que no se mostró como otra ciudad diferente, sino que su evolución radicó en el cambio de actitud de sus habitantes, que en ciertos lugares parecían hasta ausentes, pero en otros no dejaron que el nuevo año se inicie sin su presencia, ya que sus voces parecían expresar alegría.  Con ello, pudimos descubrir que toda realidad es capaz de dotar de significado a la vida del ser humano. En este caso, la llegada de un 2021 trajo nuevas esperanzas y dejó en el pasado un 2020 que hasta los últimos segundos sembró inquietud y hasta desaliento en las familias.

Una especie de visión que logró percibir nuevas realidades, ya que la emoción fue una de las sensaciones más notorias durante la noche de Año Nuevo; los rostros de la gente dejaban ver las ansias de la rápida partida del 2020. Esto, porque esperan nuevos tiempos cargados de renovación.

Lo importante es que esa experiencia llevó a la humanidad a desarrollar nuevas transformaciones con relación a la vida del ciudadano, quien por falta de equilibrio en el tipo de alimentación (murciélagos), enfermó al planeta entero. Mucho más porque hoy el virus fue capaz de mutar y ser más peligroso. Lo significativo es que un buen número de personas aprendió la lección sobre su cuidado personal ante semejante riesgo; a valorar más la vida, a tener mayor esperanza y, por qué no decirlo, a tener la fuerza para impulsar un futuro mejor.

En síntesis, una función mimética que planteaba la narración de una realidad distinta en cuanto a lo acostumbrado en cada fin de año, cuando el desborde de los festejos era una de las características de una buena parte de la población, lo cual obviamente traía resultados hasta lamentables.

Así, la madrugada del 1 de enero del 2021 hubo un cambio evidente porque no pasaron más que unas cuantas horas para que el silencio cundiera en varias partes de la ciudad. Esto probablemente porque esa misma noche se indicó en las noticias que el COVID-19 había retornado con más fuerza. Fueron momentos que nos trajeron a la memoria las palabras de Aristóteles, quien afirmaba que “Metamorfosear es percibir lo semejante”, y lo más importante transporta su sentido a una realidad inobjetable. En este caso el disfrute del saberse vivo.

Una verdad que, a fin de cuentas, nos invita a no pensar en el pasado, sino de comenzar a crear, concebir, proyectar un nuevo planeta, acorde a los peligros que pudieran llegar en cualquier momento, como el coronavirus, del cual se pudo evitar su presencia.

Pese a todo, la población aprendió a reaccionar ante la adversidad e inestabilidad emocional, económica y social, vale decir que logró la reconfiguración de esa experiencia, esperemos temporal.

Patricia Vargas es arquitecta.