Pospandemia: el retorno a la supuesta ‘normalidad’
En medio de una pandemia que deja muerte y profundiza los problemas estructurales, el mundo tiene su mirada puesta en el retorno a la supuesta “normalidad”. Sin embargo, así como se encuentra el planeta estamos en periodos que si no comprendemos y actuamos en consecuencia, nuestra forma de vida se convertirá en sobrevivencia y nada más. El ansiado retorno a la “normalidad” requiere que los aprendizajes que nos dejó el COVID-19 y los problemas estructurales se conviertan en una agenda de cambios radicales. Como dice Saskia Sassen, socióloga neerlandesa, corresponde “Recuperar lo que hemos destruido”.
Primero, es necesario vivir en armonía con el mundo natural. En la “primera ola” del coronavirus, mientras los seres humanos estuvimos en cuarentena, el aire se hizo más limpio, hubo menos ruido, en las calles de las ciudades aparecieron varios animales que parecían gozar de la ausencia de los humanos. Luego comenzamos a volver a la “normalidad” y la contaminación no solo se reactivó, sino se acrecentó; ahora con profusión de restos de barbijos, plásticos, medicinas, etc., la biodiversidad nuevamente está en desequilibrio y a título de progreso se sigue depredando la Madre Tierra. La supuesta “normalidad” nuevamente nos hace olvidar que somos parte de un gran ecosistema y que debemos vivir en armonía con ella.
Segundo, tenemos que construir una sociedad sin desigualdades. A pesar de que muchos afirman que “la pandemia afecta a todos”, los hechos demuestran que no es así. Los pobres tienen un riesgo mucho mayor de infectarse con el coronavirus porque viven en condiciones de hacinamiento, no tienen servicios básicos y, en muchos casos, son los que trabajan, con o sin cuarentena, en ocupaciones de alto riesgo de contagio. Cuando enferman tampoco pueden tener la atención médica oportuna y adecuada. Es más, la recesión económica hace que los pobres, en gran parte, pierdan su fuente de trabajo o que sus condiciones laborales sean más precarias. La pandemia no solo evidencia la pobreza y la desigualdad social, sino que acrecienta las brechas sociales y la debilidad de las políticas sociales (salud, educación, etc.). Así, la “normalidad” no tiene condiciones de sostenibilidad.
Tercero, los seres humanos tenemos que ser más humildes y asumir que no dominamos todo. En los últimos siglos, hemos creído que dominamos la naturaleza y la tecnología, que “somos amos del universo”; sin embargo, la aparición de un virus prácticamente “arrincona” a todo el mundo. Pese a nuestros adelantos en la ciencia y la tecnología, en los más de los casos, solo atinamos a encerrarnos en nuestros hogares (“Quédate en casa”), a ocultarnos tras un barbijo y a la búsqueda desesperada de la vacuna. La pandemia causa estragos en la economía de los países, el rol de la administración estatal y el mercado, la convivencia social y vida socio-emocional de las familias. Los seres humanos mostramos lo mejor y peor de nuestro ser, aparecen con mayor fuerza la xenofobia, el racismo, la discriminación, la violencia contra las mujeres y los niños, el miedo, la incertidumbre, etc. La “normalidad” tendrá sentido si aprendemos a prepararnos ante futuros desastres, construimos una sociedad resiliente, entendemos nuestros límites y nos formamos en todas las dimensiones de nuestro ser.
Cuarto, el tema más desafiante y crucial, tenemos que construir otros modelos de desarrollo, retomar concepciones de vida más armónicas en nuestra relación ser humano, comunidad, Madre Tierra y cosmos. Seguir insistiendo en modelos de desarrollo y progreso que benefician a unos pocos y desconocen el valor de la vida explotando a la naturaleza y la fuerza laboral, dando a la tecnología el carácter de rector sobre nuestras vidas y cotidianidad, convirtiendo a la reproducción del saber y conocimiento en un “capital humano” que vale más por su carácter lucrativo que humano, no tiene perspectivas. En estas condiciones, el retorno a la “normalidad” tampoco tiene buen futuro, ya no solo por cuestiones políticas e ideológicas, sino sobre todo por la supervivencia de los seres vivos. En Bolivia y muchas partes del mundo tenemos la concepción de vida del Vivir Bien que habría que constituirla, en los hechos, en política de Estado.
¿Seguiremos tratando de volver a la “normalidad” manteniendo el “estado de cosas” de siempre? Es tiempo de repensar en cambios estructurales, de otra manera no tenemos perspectivas halagüeñas.
Noel Aguirre Ledezma es educador popular y pedagogo. Fue ministro de Planificación del Desarrollo y viceministro de Educación Alternativa y Especial.