La crisis sanitaria global iniciada a comienzos del año pasado ha impulsado la crisis del empleo atribuible a la interrupción de las actividades económicas y el confinamiento de las personas en sus viviendas, a lo que se han sumado también complejas repercusiones institucionales en muchos países, que han debilitado la democracia en general, la credibilidad de las entidades políticas y el sistema multilateral de cooperación.

Aunque es válido caracterizarla como la primera crisis de la globalización, no resulta apropiado abordarla de manera dogmática, ni en el diagnóstico ni en cuanto a las medidas que se recomienda adoptar según dictado de las preferencias ideológicas.

Los rasgos generales de la crisis sanitaria son conocidos, pero sus manifestaciones son diversas en los diferentes países, así como también son diversas las tendencias que se anuncian para el futuro. Con respecto al año pasado, una diferencia importante estriba en el inicio de la vacunación en varios países, en un contexto de marcada desigualdad en el acceso a las diferentes vacunas. Los esfuerzos del mecanismo establecido por la Organización Mundial de la Salud todavía no muestran resultados satisfactorios, entre otras cosas, debido a la conducta egoísta de algunos países desarrollados.

La experiencia de los últimos 12 meses en el mundo muestra también que enfoques que parecían exitosos en la primera ola del COVID-19, ya no mantienen su eficacia con el despliegue de la segunda ola y la existencia de vacunas. Se puede afirmar en consecuencia que no existen modelos ni estrategias aplicables en cualquier contexto nacional, salvedad hecha de las responsabilidades individuales en cuanto al uso del barbijo, el distanciamiento social y el lavado frecuente de manos.

En cuanto a la gestión pública, se trata de administrar las medidas de confinamiento y suspensión de actividades a partir de un monitoreo riguroso de la velocidad y formas de propagación del contagio en el nivel local. Un componente crítico en este ámbito consiste en la comunicación completa y transparente sobre la evolución de la pandemia; ocultar o manipular la información es altamente perjudicial y alimenta conductas contraproducentes de ciertos intereses políticos y religiosos, con graves consecuencias para el sistema institucional, sobre lo cual existen abundantes ejemplos recientes en el mundo.

En materia económica la intervención del Estado debería privilegiar el objetivo estratégico de preservar el máximo posible de empleo, a partir de una visión integral de la coyuntura social, fiscal y financiera.

Tomando en cuenta los aspectos mencionados, resulta conveniente adoptar una estrategia integral de largo plazo, mediante una serie de acuerdos y consensos transparentes entre los diferentes actores institucionales, políticos, financieros y económicos. Un mecanismo de concertación de tales características, facilitaría también establecer los criterios sanitarios que habría necesidad de considerar respecto de la eventual postergación de las próximas elecciones departamentales y municipales.

Conviene recordar, por último, que la gestión exitosa de las políticas públicas es un arte que se funda en ciertos elementos teóricos, entre los cuales destaca por cierto la interpretación certera de la situación imperante, sus factores causales y sus posibles trayectorias en diferentes escenarios futuros. El achicamiento de la distancia entre las intenciones de las autoridades y los resultados que se obtengan en realidad, depende sin duda de la disponibilidad de condiciones institucionales, tales como la calidad profesional y experiencia de los operadores públicos, así como de la habilidad de las élites políticas para lograr consensos pragmáticos, eficaces y transparentes entre los principales actores en los ámbitos político, social y económico.

      Horst Grebe es economista.