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Monday 18 Mar 2024 | Actualizado a 03:52 AM

En tiempo de crisis

/ 20 de enero de 2021 / 03:02

Las áreas protegidas están ampliamente reconocidas como la piedra angular de protección y conservación de la biodiversidad, ya que no solo aseguran su conservación, sino también el bienestar humano. En el ámbito mundial, las áreas protegidas cubren más del 15% de la superficie terrestre del mundo. No son solo biodiversidad, por importante que sea. Cuando se gestionan de manera eficaz, también apoyan la salud y el bienestar humano, contribuyendo a la seguridad alimentaria y el abastecimiento de agua, la reducción del riesgo de desastres, la mitigación y adaptación al cambio climático y el sustento de los medios de vida locales. Sin embargo, estas contribuciones a menudo se subestiman o se ignoran cuando se trata de prácticas políticas o decisiones vinculadas al desarrollo.

Las presiones sobre estos espacios se están incrementando por parte de una serie de actores políticos, sociales y económicos. Y lo que también es evidente es que muchas de las amenazas que enfrentan la biodiversidad y las áreas protegidas se agravarán por el brote de COVID-19. La pandemia está creando desafíos adicionales para las áreas protegidas, como la recesión económica, pérdida de empleos, reasignación de los presupuestos gubernamentales a prioridades como salud y atención social, restricciones para los viajes y el turismo, entre otros. Y es muy probable que en el ámbito mundial las políticas de reactivación asignen aún menos recursos a la conservación de estos espacios y, más aún, contemplen una regulación ambiental reducida pro-intereses económicos de otros sectores como el de hidrocarburos, minería, infraestructura y agroindustrial.

En Bolivia, nuestra Constitución Política del Estado (CPE) reconoce que éstas constituyen un bien común y forman parte del patrimonio natural y cultural del país, ya que cumplen funciones ambientales, culturales, sociales y económicas para el desarrollo sustentable. Todo parecería estar bien. Sin embargo, la viabilidad y permanencia de estos espacios hace mucho tiempo que están en riesgo debido al aumento de las presiones como asentamientos no controlados, tala ilegal, comercio ilegal de fauna silvestre, narcotráfico, los devastadores incendios forestales y el cambio climático, además del evidente y continuo debilitamiento de su gestión.

La pandemia de COVID-19 ha desviado la atención de otras crisis globales como el cambio climático y la pérdida de biodiversidad, pero estos desafíos aún requieren atención urgente. Las áreas protegidas pueden brindar sus beneficios solamente si están bien gestionadas. Nunca antes ha sido tan grande la necesidad de mejorar la capacidad de gestión de nuestras áreas protegidas. La salud de los seres humanos, los animales y los ecosistemas están interconectados. Hoy demandamos a los diferentes niveles de gobierno que comprendan e inviertan en el importante papel de estos espacios bien gestionados y conectados como soluciones basadas en la naturaleza para hacer frente al cambio climático, la conservación de la biodiversidad, la degradación de la tierra y la salud humana. Necesitamos que se garantice la gestión eficaz de estas áreas con presupuesto y recursos humanos adecuados.                    

Natalia Calderón es directora ejecutiva de la Fundación Amigos de la Naturaleza.

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El tiempo nos gana la carrera

Sin embargo, hoy los jóvenes nos inspiran con su compromiso por las causas ambientales

Natalia Calderón

/ 17 de enero de 2024 / 07:31

Estamos en 2024, a tan solo seis años de 2030, un año en el que hemos fijado enormes ambiciones para nuestro clima y nuestro planeta. El nuevo año empieza con la esperanza de que tanto a nivel individual como colectivo hagamos lo suficiente para lograr esas ambiciones.

Cada gramo de carbono que evitemos emitir, cada fracción de grado que evitemos para el calentamiento, cada especie que logremos salvar, cada incendio que logremos prevenir, cada día que actuamos antes, importa. Necesitamos que las declaraciones y compromisos nacionales y globales se traduzcan en acciones reales a gran escala, pero también necesitamos acciones locales e individuales de todos los tamaños.

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El tiempo corre, y todo lo que ha sucedido en 2023 nos indica que el progreso aún es demasiado lento para la acción climática y la protección de la biodiversidad. Mientras tanto, los problemas ambientales parecen agravarse año tras año y las oportunidades para hacer cambios se nos escapan de las manos.

Cambio climático. El 2023 ha sido el más cálido registrado en los últimos 174 años. Y 2024 puede ser peor. Todo indica que los niveles de emisión de gases de efecto invernadero (GEI), debido al uso de combustibles fósiles, seguirán aumentando. Aún requerimos la voluntad política de los líderes mundiales de comprometerse con acciones ambiciosas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, la movilización de recursos financieros para apoyar la acción climática en los países en desarrollo y la capacidad de superar la oposición de los intereses económicos detrás del uso de combustibles fósiles. La conclusión de la COP28 en Dubái fue un ejercicio reciente de aceptación de un resultado menos que perfecto para celebrar el progreso real y preservar el impulso.

Deforestación. En Bolivia seguimos viendo cifras de incremento de deforestación (aproximadamente. 428.908 hectáreas en 2022), que nos posiciona entre los países con mayor deforestación a nivel regional y mundial, mientras que el ámbito internacional existe un consenso de que es necesario tomar las medidas necesarias para frenar la deforestación e inclusive ponerle fin hasta 2030. El desafío de disminuir la deforestación y aumentar la producción requiere un esfuerzo articulado entre diferentes sectores, agendas, intereses y actores, y sobre todo voluntad política para fijar una agenda de sostenibilidad y el fortalecimiento de instrumentos comando y control de la ilegalidad y el tráfico de tierras.

Aunque los problemas ambientales son muchos y la mayoría están relacionados entre sí, hay algunos que, por su gravedad, merecen más atención que otros. Los incendios forestales, la escasez de agua, las sequías extremas, los avasallamientos y el tráfico de tierra, la minería ilegal, el comercio ilegal de fauna silvestre, el narcotráfico, la deforestación y el cambio climático, están poniendo riesgo la viabilidad y permanencia de nuestras áreas protegidas y otros espacios claves para la funcionalidad ambiental y resiliencia climática, y el bienestar de la población boliviana.

El tiempo nos está ganando la carrera. Sin embargo, hoy los jóvenes nos inspiran con su compromiso por las causas ambientales, si bien no son los causantes de los desafíos ambientales que el mundo enfrenta ahora, pero están ansiosos por involucrarse más en resolverlos, y ahora más que nunca juegan un rol fundamental en las urnas y en el progreso y el impulso que nuestro país y nuestro planeta necesitan en estos momentos críticos.

(*) Natalia Calderón es directora ejecutiva de la FAN

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No es suficiente

Natalia Calderón

/ 22 de noviembre de 2023 / 08:44

Estamos a una semana de que inicie la vigesimoctava cumbre climática de las Naciones Unidas, cuyo objetivo principal es evaluar los esfuerzos globales para mantener al alcance del objetivo de limitar el calentamiento global a 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales. Meta acordada por 195 países en el Acuerdo de Paris de 2015, un punto de inflexión en la lucha contra el calentamiento global. Después de mucho tiempo, miramos con optimismo que ya no se trataba de debates, observaciones o declaraciones de intenciones, sino de un compromiso real, con cifras, hecho ante el mundo entero y sobre todo un compromiso con la vida y las generaciones futuras.

Sin embargo, han pasado ocho años y nos encontramos en un momento crítico para el mundo. El planeta enfrenta temperaturas récord y fenómenos meteorológicos extremos en todo el mundo, desde sequías, incendios devastadores hasta tormentas catastróficas e inundaciones que han amenazado vidas, economías y ecosistemas. Ninguna parte del mundo está ajena a los impactos del cambio climático. Y por supuesto Bolivia no es la excepción.

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Las sucesivas cumbres climáticas apenas han logrado avances significativos y hace algunos días Naciones Unidas nos advirtió que los esfuerzos no son suficientes y que los países deben tomar medidas más ambiciosas ante el cambio climático durante la próxima COP28, a realizarse en Dubái. Tristemente afirmó que de acuerdo con sus previsiones se alcanzará un pico en la cantidad de emisiones contaminantes globales esta década, pero sin que se registre “la disminución acelerada que la ciencia dice es necesaria”, las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero deben reducirse en 45% a finales de esta década en comparación con los niveles de 2010, para cumplir el objetivo de limitar el aumento de la temperatura global a 1,5 °C.

Este escenario solo nos muestra que no hemos hecho lo suficiente. Esta COP tiene la oportunidad de marcar la diferencia, sin embargo, se requiere una serie de factores habilitantes que hasta ahora no están claramente puestos sobre la mesa, como la voluntad política de los líderes mundiales de comprometerse con acciones ambiciosas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, la movilización de recursos financieros para apoyar la acción climática en los países en desarrollo y la capacidad de superar la oposición de los interés económicos detrás del uso de combustible fósiles.

No perdamos la esperanza que aún podemos y debemos hacer algo para enfrentar esta crisis climática juntos. Como sociedad es momento de actuar, esforzarnos en el espacio colaborativo y del multilateralismo, pero además buscar otros espacios. La mayor parte de los progresos en la lucha contra el cambio climático se articulan gracias al compromiso de la sociedad civil, algunas empresas que buscan la sostenibilidad, gobiernos locales y acuerdos de cooperación bilateral, además bajo la presión de la opinión pública.

Urge pasar la página, y no quedarnos cada año con los sinsabores de las constantes desilusiones diplomáticas. Desde nuestro lugar debemos hacer cambios para que todos nos comprometamos a realizar los esfuerzos necesarios para encaminar al mundo hacia un futuro más próspero, que hasta ahora las cifras de la ciencia nos muestran que está muy lejano.

(*) Natalia Calderón es directora ejecutiva de la FAN

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Tiempos de guerreras amazonas

Ahora, más que nunca, esta gran riqueza cultural y natural albergada en la Amazonía afronta diversos retos

Natalia Calderón

/ 5 de julio de 2023 / 08:20

El nombre de Amazonía proviene de la legendaria tribu de las amazonas. En la mitología griega, las amazonas fueron una raza de mujeres guerreras que se destacaban por su coraje, orgullo y belleza. Dícese que cuando los conquistadores europeos exploraban la región, se encontraron con mujeres guerreras, recordaron la leyenda y bautizaron el río con el nombre de Amazonas.

Hoy en día la Amazonía alberga el bosque tropical continuo más extenso del mundo, el cual representa el 40% de la extensión de Sudamérica y una gran biodiversidad. Además, es la cuenca fluvial más grande del mundo y contiene el 20% del agua dulce del mundo. En esta región habitan alrededor de 410 pueblos indígenas cuyos territorios abarcan 28% de su superficie y cuenta con áreas protegidas que cubren 23% de la región.

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La Amazonía se encuentra inmersa en una encrucijada debido a las altas tasas de deforestación y degradación que, combinadas, alcanzan ya el 26% de la región, y además un 66% de la Amazonía está sujeto a algún tipo de presión fija o permanente, según datos de la Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferenciada (RAISG).

La atención y esperanzas de los próximos días y semanas estarán fijadas en la Cumbre de Presidentes Amazónicos que se celebrará el 8 y 9 de agosto en la ciudad de Belém do Pará en Brasil, para rescatar los principios contenidos en el Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA) firmado en 1978, ya que la Amazonía es clave en las estrategias de conservación de la biodiversidad mundial, al mismo tiempo que se combate la pobreza y la desigualdad en la Amazonía y promueve el desarrollo sostenible en la región, considerando el rol fundamental de los pueblos indígenas y comunidades tradicionales para la conservación de la biodiversidad en la zona.

Este evento se constituye en una oportunidad para rescatar un tratado de cooperación que ha estado vigente durante varias décadas, pero que hasta ahora ha fracasado a la hora de abordar estrategias efectivas compartidas entre los países para frenar el deterioro del bosque amazónico y enfrentar juntos desafíos como el cambio climático y la desigualdad. 

Nuestra mirada estará puesta en transitar de los discursos y declaraciones a la acción a través de una hoja de ruta conjunta, donde se tomen en cuenta los aportes de la sociedad civil, pues su experiencia en la transformación y la investigación de conflictos sociales y socioambientales en la región amazónica es invaluable en la toma de decisiones. Las organizaciones de la sociedad civil venimos jugando un rol importante en el acompañamiento de procesos locales para la construcción de alternativas viables ante la crisis climática y la pérdida de biodiversidad, por lo que contar con este aporte, así como con la información técnica y científica recabada durante años, contribuirá a la construcción de políticas de impacto y alcance duradero.

Ahora, más que nunca, esta gran riqueza cultural y natural albergada en la Amazonía afronta diversos retos, que requieren atención urgente y se constituyen en un llamado a que actuemos cual Guerreras Amazonas para defender la vida. Estamos convencidos que la cooperación, la visión integral y la acción colectiva son fundamentales para enfrentar los desafíos ambientales, sociales y económicos de la región amazónica, en particular los relacionados con la crisis climática, la pérdida de biodiversidad, la contaminación del agua y el aumento de la desigualdad, la pobreza y el hambre.

(*) Natalia Calderón es directora ejecutiva de la FAN

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Carretera al infierno climático con el pie en el acelerador

/ 21 de diciembre de 2022 / 02:10

El Secretario General de la ONU inició la cumbre climática, en noviembre de este año, con un mensaje que resume muy bien la situación que estamos enfrentando, “estamos en una carretera al infierno climático con el pie en el acelerador”. Los últimos ocho años han sido los más cálidos de los que se tiene registro en el ámbito mundial, el nivel del mar está aumentando al doble de la velocidad de la década de 1990, y el aumento promedio de la temperatura global es ya de 1,15 grados centígrados (muy cerca del límite de los 1,5 que alguna vez se fijaron como tope en el olvidado Acuerdo de París).

Incansablemente, científicos, organismos internacionales y la sociedad civil han advertido que si no se toman medidas drásticas hoy, será más difícil y costoso adaptarse a estos efectos en el futuro. Sin embargo, los esfuerzos mundiales por frenar el calentamiento global son insuficientes, y los resultados de las negociaciones internacionales en la cumbre del clima, decepcionantes. La COP27 nos dejó un avance histórico para ayudar a los países vulnerables a lidiar con las pérdidas y los daños causados por los impactos del cambio climático, sin embargo, también nos deja una preocupación acerca de la gravedad de la situación ambiental.

El planeta requiere un esfuerzo titánico que aún los países nos han demostrado que no están dispuestos a encarar. Si bien, también hay aspectos positivos como los avances tecnológicos, la inversión sostenible, algunos compromisos empresariales y de gobiernos locales, las iniciativas pilotos, el rol de los pueblos indígenas protegiendo una gran cantidad de bosques, la mayor sensibilidad social, todo esto además de ser indispensable, nos ha demostrado que es insuficiente si no se escalan soluciones para contener el calentamiento global en niveles aceptables para el futuro de la especie humana.

Si bien Bolivia no es uno de los causantes del cambio climático, cerramos el año con un escenario climático fuertemente vinculado al fenómeno de La Niña, de extrema sequía, escasez de agua y una temporada atípica de incendios forestales, con devastadoras consecuencias para la producción de alimentos, los medios de vida de poblaciones locales y las funciones ambientales que brindan nuestros bosques. Que pone sentido de urgencia a poner el acelerador en la acción climática para cumplir con el compromiso reforzado de contribución a la lucha del cambio climático en los sectores de cambio de uso de suelo e incendios forestales en nuestro país. Necesitamos transitar de los compromisos a la acción en todos los sentidos. También es urgente movilizar financiamiento climático y encarar la adaptación al cambio climático en todas las escalas y dimensiones, y dejar de tratar a los efectos del cambio climático solamente a través de la atención a desastres.

Es urgente tomar todas las medidas necesarias para salir de esta carretera al infierno climático, ya tan advertido. No podemos olvidar que, si ahora no se toman medidas drásticas y si no pasamos de los compromisos de papel a la acción verdadera, será el año más frío de la vida de los niños de hoy.

Natalia Calderón es directora ejecutiva de la FAN.

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Acción climática a orillas del Mar Rojo

/ 26 de octubre de 2022 / 02:17

Cada 24 de octubre se celebra el Día Internacional contra el Cambio Climático para alertar acerca de los efectos devastadores de este problema en el mundo, mientras que los desastres climáticos sin precedentes están provocando disrupciones generalizadas y devastadoras batiendo niveles históricos de lluvia, calor, sequía, incendios y tormentas que impactan en casi todos los rincones del mundo.

Este año la crisis climática, el efecto dominó del COVID- 19 y la guerra en Ucrania, marcan más que nunca la necesidad urgente de que los países trabajen juntos en la Cumbre Climática (COP27) para acelerar la acción climática y reconstruir la confianza de que la acción colectiva global puede resolver uno de los mayores desafíos de la humanidad.

La COP27 se llevará a cabo en Sharm el Sheikh, Egipto, del 6 al 18 de noviembre de 2022. Es esencial que los tomadores de decisión avancen varios temas clave para promover la acción y el apoyo climático internacional en el futuro: 1) Crear un mecanismo financiero para hacer frente a pérdidas y daños, ya que para varios países en desarrollo y la sociedad civil los mecanismos financieros existentes no son suficientes para atender las necesidades diferenciadas y adicionales a la financiación para la adaptación, la asistencia humanitaria o la ayuda al desarrollo; 2) ampliar el apoyo para la adaptación, ya que la intensificación de los impactos del cambio climático requiere que se aceleren y amplíen las medidas de adaptación para abordar adecuadamente las necesidades de los países y comunidades vulnerables; 3) fortalecer los objetivos nacionales de reducción de emisiones, se espera que los países “revisen y fortalezcan” sus objetivos de reducción de emisiones para 2030, conocidos como “contribuciones determinadas a nivel nacional” o NDC; 4) mecanismos financieros, el financiamiento climático volverá a ser un tema clave en la COP27, para asegurar que se cumplirá la promesa de financiamiento climático de $us 100.000 millones y avanzar en nuevos compromisos; 5) avanzar en el inventario mundial para marcar el ritmo de la acción climática.

Y el reto más importante: 6) Convertir en acción los compromisos climáticos de Glasgow. En Glasgow, los gobiernos, las empresas y otras partes interesadas hicieron una serie de compromisos emocionantes: frenar las emisiones de metano, detener y revertir la pérdida de bosques, alinear el sector financiero con emisiones cero-neto para 2050, acelerar la eliminación gradual del carbón, duplicar los niveles de 2019 de financiamiento para adaptación al 2025, escalar la adaptación liderada localmente y poner fin al financiamiento internacional para combustibles fósiles, por nombrar solo algunos. Sin embargo, estos compromisos deben traducirse en acciones concretas, y debe hacerse visible la evidencia del progreso real hacia estos objetivos elevados.

El sabor a poco de los resultados de la COP 26 y el contexto de un mundo inestable, pone a la COP 27 en la mirada de los jóvenes y la sociedad civil que ven con escepticismo la posibilidad de un progreso en las negociaciones multilaterales. Sin embargo, el contexto también ofrece la oportunidad de fomentar una mayor cooperación en el momento en que el mundo más lo necesita. Ese es el potencial que los líderes, los gobiernos y las empresas deben aprovechar en las próximas semanas para la acción climática a orillas del Mar Rojo.

Nuestros ojos estarán sobre los gobernantes que nos representan en la instancia más importante de multilateralismo para la acción climática, con la esperanza de que realmente hagan todos los esfuerzos necesarios para encaminar al mundo hacia un futuro más próspero.

Natalia Calderón es directora ejecutiva de la FAN.

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