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La arquitectura frente al coronavirus

Tocar el tema de la arquitectura respecto al COVID-19 significa pensar dentro de una perspectiva analítica, pero no solo desde la eventualidad de la aparición de un virus, sino desde la previsión de que en el futuro haya otras amenazas de este tipo. Así pues, se debiera impulsar una reflexión sobre la reconfiguración de la arquitectura.

Definitivamente, el coronavirus llegó para quedarse y habrá que aprender a vivir con él. Las causas: el proceso desmedido de desarrollo de las industrias, el crecimiento de la población, sus costumbres y hábitos alimenticios. Estos últimos precisamente iniciaron el contagio, que fue creciendo en fuerza en sus distintas etapas, cada vez más duras para la salud del habitante del planeta.

Pero ese virus está generando —además de grandes daños en la salud física y emocional de la humanidad— la necesidad de cambios en la arquitectura, lo cual parece una realidad irrefutable pues hoy se incorporó al espacio de la vivienda, por ejemplo, el trabajo digital u otro tipo de actividades laborales.

Por tanto, se ha propuesto a la arquitectura la adaptación de la doble función del espacio de la vivienda con el del trabajo, algo que no es nuevo porque hace años el insoportable tráfico vehicular del Distrito Federal de México fue solucionado por algunos arquitectos proyectando viviendas con doble función. La casa en sí y el taller de arquitectura. Asimismo, la residencia pareada a pequeñas industrias artesanales.

Lo que intenta este artículo es mostrar que la llegada del coronavirus permitió entender que el espacio no es una identidad abstracta, sino que requiere una permanente reinvención. Por tanto, el analizar el momento invita a repensar la posible nueva vida del ciudadano, lo cual exige a la arquitectura el buscar nuevas e interesantes propuestas espaciales de uso y equipamiento. Dentro de este último, por ejemplo, la sanidad pareciera demandar que el aire acondicionado no solo tenga funciones de aireación o calefacción, sino que su acondicionamiento se amplíe a un sistema de purificación del aire.

Y si nos referimos al espacio público, este igualmente debiera evolucionar con nuevas propuestas para el futuro. Al respecto, Joseph señalaba: “en diversos grados todos somos inmigrantes en el espacio público, pero su función es un factor de enriquecimiento y una bulimia de configuraciones”. Esto, por ser el espacio de libertad y de uso multifuncional y recreativo, el cual hoy es fundamental para el esparcimiento del ser humano y de su sistema emocional.

Asimismo, es necesario cuestionar que el espacio público no consiste únicamente en una plaza con un monumento al centro (olvidando que es un sitio de distintas vivencias corporales que precisan evolucionar porque pertenecen a otro tiempo), sino que es un lugar que exige una proximidad imaginativa que cumpla con esa función y que además posea una serie de medidas de sanidad.

Por tanto, aquellos sitios no solo deben ser entendidos como simples vacíos urbanos, sino como lugares de libertad que coadyuvan a la recreación del ciudadano, por lo que las nuevas propuestas deben contemplar las secuelas del coronavirus o situaciones similares en el futuro.

Un reto que invita a los arquitectos a reflexionar, al igual que a las universidades a convertirlo en un tema de estudio con miras a propuestas serias. En ambos casos con soluciones factibles para la arquitectura y el espacio público que denoten grandes pasos en su evolución.

Un movimiento que surge en estos momentos y que exige transformaciones a la arquitectura y el espacio público debido a la compleja coyuntura, la cual pareciera demostrar que hoy se viven diferentes temporalidades históricas.

Patricia Vargas es arquitecta.