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Los espejos de la vacuna Sputnik V

Sandra Ríos, enfermera con 16 años de experiencia en el área de cuidados intensivos, fue la primera boliviana inoculada con la vacuna rusa Sputnik V. Ese acto realizado en el Hospital Japonés de Santa Cruz inició la campaña de vacunación en Bolivia y también abrió un periodo para que los sectores opositores busquen una aguja en el pajar en el proceso de vacunación con el propósito político de embestir contra el gobierno de Luis Arce Catacora.

Cuando el pasado 28 de enero, un avión de Boliviana de Aviación (BoA) aterrizó con las primeras vacunas, 20.000 dosis, para el personal de salud de “primera línea”, empezaron a irrumpir en el campo político opositor un conjunto de cuestionamientos y sospechas en torno a la vacuna rusa. Quizás, el más llamativo fue del expresidente y líder del frente opositor Comunidad Ciudadana (CC), Carlos Mesa, quién solicitó al Gobierno una “transparencia en la adquisición de las vacunas contra el COVID- 19”. El político opositor argumentó que en el país se vivió “situaciones dramáticas con el caso de los respiradores” en el curso del gobierno transitorio de Jeanine Áñez. Estas declaraciones son llamativas, ya que en el momento de la denuncia por la compra irregular de respiradores Mesa mantuvo un silencio cómplice, quizás porque fue parte de la maquinaria golpista que posibilitó que Áñez sea presidenta.

Otros sectores opositores al gobierno del MAS, el Comité Nacional de Defensa de la Democracia (Conade), por ejemplo, también se silenciaron en el caso de los respiradores, mediante un comunicado público urdieron el pretexto de la “cláusula de confidencialidad” para sembrar dudas sobre la adquisición de las vacunas, sin percatarse que esa cláusula es habitual en la competencia entre fabricantes, demanda y otros aspectos que exigen precautelar en secreto los convenios suscritos para resguardar sus intereses.

A sabiendas que estas condiciones de “cláusula de confidencialidad” son insoslayables, pero, con el propósito de salvar la vida de su población, varios Gobiernos adquirieron la vacuna Sputnik V; según la revista prestigiosa científica The Lancet, es uno de los antivirales más efectivos contra el COVID-19. Pero, algunos sectores antivacunas en Bolivia que inicialmente se opusieron a la vacuna rusa por cuestiones ideológicas —ignorando que hoy la Rusia de Putin quizás sea una de las naciones más capitalistas—, luego rastrearon cualquier cosa, como aquel episodio de un móvil refrigerador de pollos usado para llevar vacunas que necesitaban estar en un lugar congelado. Por último, un arzobispo extraviado aseveró que las vacunas son usadas para propaganda electoral. En definitiva, cualquier pretexto sirve a estos sectores para oponerse a la vacuna, solo en su afán de ejercer su papel de opositor pierden la perspectiva que las vacunas sirven para salvar vidas.

La oposición —y su entramado mediático—, lejos de tener un accionar político serio y coherente, busca tres pies al gato sumergiéndose en pantanos de los cuales salen salpicados con aguas enturbiadas. Luego, se le hace difícil mirarse en el espejo porque, como dice Jorge Luis Borges, “los espejos pueden ser abominables”, allí aparecen las miserias humanas. La vacuna Sputnik V opera como un espejo para la oposición, ya que amén a sus reflejos emana su rostro detestable.

Hoy en el país vivimos una crisis sanitaria sin precedentes. Esta pandemia aciaga nos obliga a todos —incluidos los políticos opositores— asumir un papel responsable con el propósito de eludir este ominoso COVID-19 que está generando angustia en el mundo entero.

    Yuri Tórrez es sociólogo.