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Mesa, Revilla y Doria Medina, tal para cual

En los últimos años, ante la hegemonía del MAS, la oposición ha estado transitando la política de tumbo en tumbo, con el único afán de derrotar al partido que se ha cansado de hacer eso con ella. Encontrar las razones quizás resulte tedioso, pero vale la pena intentarlo.

El último ejemplo es el rumbo errático que mostraron de líderes políticos durante las elecciones anuladas de 2019, la ruptura institucional de ese año (si no suena a eufemismo), los comicios de 2020 y el actual proceso electoral. En lo poco que coincidieron es que son los “salvadores” de la democracia y su propósito central es terminar con el MAS.

Para las elecciones de 2019, Carlos Mesa (CC) y Luis Revilla (Sol.Bo) se hicieron socios en una declaración que incluso dejó aislado al FRI, en el Parque Urbano Central. La alianza se rompió para las elecciones de 2020 por diferencias internas; lo supimos en una entrevista con La Razón Radio, cuando Revilla dijo que CC quiso imponer sus listas.

Inmediatamente, Sol.Bo se alió con la entonces presidenta transitoria Jeanine Áñez, con la que conformó la alianza Juntos. De ésta también fueron parte UN y Demócratas. El periplo fue corto: cuestionada la candidatura de Áñez debido a su dualidad con la gestión también repudiada, renunció.

La renuncia de Áñez, que solamente debía presidir la transición, dejó en el limbo a sus aliados, que quedaron anulados de llegar a la Asamblea Legislativa y de proyectarse.

Para las subnacionales 2021, Mesa y Revilla, además de Samuel Doria Medina, volvieron a sus viejos amores, esta vez para postular a Waldo Albarracín como candidato a la Alcaldía de La Paz. La misma receta: evitar que el MAS llegue al gobierno local.

La alianza duró casi nada. Otra vez las diferencias, a pesar de un acuerdo previo, al menos de CC y Sol.Bo, de no volver a los conflictos recientemente pasados. Y lo que es peor, Sol.Bo sacó de la galera su candidatura propia (Álvaro Blondel), Albarracín renunció y CC, que se suponía que iba a apoyar a Sol.Bo (¿acaso no tienen el mismo propósito?), terminó ofreciendo su respaldo a un ajeno a la alianza frustrada, Iván Arias, exministro de Áñez y, a decir de Revilla, al que no debía apuntalar CC conforme a su línea.

En la acera contigua, Demócratas terminó destruyéndose solo, primero, malherido por la renuncia a la candidatura presidencial de Áñez y, segundo, por incomprensibles errores internos: abandonar su candidatura a la Gobernación de Santa Cruz (Vladimir Peña se perfilaba bien) para cederla a Creemos, a Luis Fernando Camacho. Todo, otra vez, con tal de evitar el MAS.

Quizás resulte el propósito central, pero luego del 7 de marzo veremos al partido del gobernador Rubén Costas en segunda línea, medrando espacios en la Gobernación y quedándose fuera del poder local, ¡y frustrando, otra vez, su proyección nacional!

A Peña y Óscar Ortiz, que renunciaron a Demócratas siendo los cuadros más visibles después de Costas, se sumaron muchos militantes, entre ellos Tomás Monasterio, que se fue tirando puertas, y Áñez. Aunque ésta no fue un cuadro importante de Demócratas antes de ser autoproclamada mandataria transitoria, también dejó el partido para formar una alianza propia e intentar ser gobernadora de Beni.

Y la historia se repite en otras regiones, con rupturas políticas y alianzas a conveniencia, siempre con el fin de evitar el MAS. Esta actuación ha dejado a la oposición del MAS con cero posibilidades de reacción en el futuro y, al contrario, casi anulada. No se vislumbra el crecimiento electoral de CC, a pesar de ser la segunda mayoría legislativa del país; Sol.Bo quedó en el camino, como alguna vez el MSM de Juan del Granado; Demócratas cedió el poder regional y UN, de Doria Medina, es un partido casi en la nada.

Son tal para cual. Mientras no entiendan el discurso, la raigambre y empatía del MAS con el electorado, así terminarán, siempre. Quizás les vaya en algunas regiones, pero serán fuerzas aisladas.

   Rubén Atahuichi es periodista.