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De los ‘megas’ al colonialismo de datos

“Al fin tengo megas”, palabras tan comunes en tiempos de pandemia que traen consigo variados e insospechados significados e implicancias. En principio, la posesión de unos megas, por lo tanto la posibilidad de conexión por medio digital, se ha convertido en un indicador de desigualdad social; mientras unos ciudadanos pueden acceder y producir bienes culturales compartidos a escala global, otros son marginados, ampliando la “brecha participativa política” y limitando las condiciones de vida, expresiones de la pobreza del siglo XXI.

En la vida diaria, el acceso a la tecnología digital ha generado nuevos imaginarios que configuran el modo de vivir y pensar de muchas personas. Por ejemplo, en medio de todo esto se encuentran personas cuya razón de vida es convertirse en influencers, TikTokers o youtubers; directivos y profesionales del sector de educación que aseguran que la educación, al convertirse en virtual, se modernizará y será mejor automáticamente; personas que abiertamente prefieren que la comunicación virtual se realice mediante textos cortos y “mejor si tiene imágenes”, etc. Es más, si están conectados a Google, Facebook u otras aplicaciones se encuentran con sorpresas; por ejemplo, sin haberlo solicitado les llega una recopilación de las noticias o un conjunto de publicidad relacionadas a sus anteriores búsquedas; un resumen de las principales imágenes que colgaron en las secciones “Noticias” y “Tu historia”, así como un resumen de referencias de todos los lugares que visitaron en el mes precedente. ¿Alguien sabe qué noticias son de su preferencia, conoce qué buscan en lo comercial y se encarga de resumir lo que cuelgan en las redes sociales?, ¿usted solicitó o, al menos, autorizó “que le hagan este trabajo”? En palabras de común uso se diría, al parecer “alguien nos tiene chequeados y entra a nuestra vida sin permiso”.

Estos ejemplos son expresiones de la transición entre la tercera y cuarta revolución industrial que vivimos en el planeta. “… la tercera revolución se masificó cuando se desarrolló la informática en las industrias, la programación en el modo de producción y se incorporó la robótica al ensamblaje de mercancía. La cuarta revolución industrial implica la integración de la inteligencia artificial, informática, análisis de metadatos, reconocimiento biométrico, biología digital, conexión 5G y 6G, internet de las cosas y robótica de cuarta generación en los procesos industriales y la cotidianidad…” (Bonilla Luis, 2020) Entonces, nos referimos a un fenómeno que paulatinamente está ingresando a nuestra cotidianidad y que modifica radicalmente el reordenamiento de la sociabilidad, producción, consumo, democracia, trabajo, política, cultura y educación.

Aún más, en el último tiempo como producto de la pandemia del COVID-19, la irrupción de la cuarta revolución industrial se ha acelerado. Entre otros aspectos, se ha dado mayor apertura al teletrabajo, la telemedicina, el comercio electrónico (recuerden los ahora famosos delivery), las transacciones financieras digitales, educación virtual, etc. Pero no solo eso, sino que “Estamos entrando a una era colonial nueva, la era del colonialismo de datos” (Harari Yuval, 2021) que supone: “La captura y el procesamiento de datos sociales se efectúan a través de un proceso que llamamos relaciones de datos, lo que garantiza la conversión ‘natural’ de la vida diaria en un flujo de datos digitales. El resultado es nada menos que un nuevo orden social, basado en una vigilancia continua que ofrece oportunidades sin precedentes para la discriminación social y la influencia del comportamiento.” (Mejías Ulises y Couldry Nick, 2019)

Dejemos claro, alertar sobre estos temas no supone negar los avances y aportes de la tecnología, es hacernos conscientes de la situación, actuar éticamente y ser coherentes con la naturaleza propia de las y los seres humanos. La tecnología de la cuarta revolución industrial será bienvenida mientras se constituya en un bien público y sea parte de la soberanía de los Estados. En el campo específico de la educación será válido si contribuye a la asunción crítica y reflexiva de los nuevos tiempos históricos. Como dice Paulo Freire, “es la conciencia del mundo la que crea mi conciencia”, para complementar desde la opción ética: “el mundo se salva si todos, en términos políticos, peleamos para salvarlo.”

No había sido tan inocente ni simple la expresión “tengo megas”… algo tenemos que hacer.

  Noel Aguirre Ledezma es educador popular y pedagogo. Fue ministro de Planificación del Desarrollo y viceministro de Educación Alternativa y Especial.