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Médicos, enfermeras… o ¿misántropos políticos?

Hace varios años vemos a los médicos, enfermeras, bioquímicos, laboratoristas, en fin, a todas las ramas anexas que realizan el quehacer de la medicina occidental en los espacios públicos quejarse de todo y nada. Es decir, para esta agrupación casi siempre no hay ítems, no hay material de trabajo adecuado, en fin. Ahora con la pandemia del COVID-19 están peor. Cuando ha colapsado la atención en los hospitales, no quieren atender a los ciudadanos.

Hay varios aspectos que nos llaman la atención en sus movilizaciones. La profunda insensibilidad que muestran frente a sus pacientes, habrá uno que otro/a que se salva de esta apreciación. En los espacios privados no es tan diferente, aunque prima el dinero. Me extraña que se haya fijado tan altos precios referenciales por parte del Estado en estas clínicas exclusivas. Resaltamos que la industria farmacéutica no ha dejado de trabajar y ha recibido jugosas ganancias, incluidas las farmacias, en esta etapa del COVID-19. Ni qué decir de sus formas de especulación con los remedios.

La pandemia citada nos permitió develar que los médicos y ramas anexas no son soldados de la vida y por tanto de la salud. Muchos galenos han optado por desertar de la guerra, que supone no estar en el campo de la batalla, en este caso frente al COVID-19.

Sabemos que el Ministerio de Salud del gobierno de Luis Arce Catacora acordó con los médicos la modificación de tres artículos de la flamante Ley de Emergencia Sanitaria, que es cuestionada. Uno de los temas que se discute es la prohibición de suspender los servicios en salud por protestas sectoriales y también se pretende normar la contratación de personal médico durante la declaratoria de emergencia sanitaria.

Sobre el primer tema, podemos hacer una analogía: ¿las Fuerzas Armadas en tiempos de guerra podrían cuestionar alguna ley de emergencia nacional para no asistir a la guerra? Si la respuesta fuese positiva, sería la peor vergüenza y deshonra de una institución que está hecha para estar en la guerra. ¿Acaso los médicos no están formados para salvar vidas y combatir cualquier enfermedad, como el COVID-19?

En cuanto a la contratación de personal médico, el titular de Salud explicó que, en un estado de emergencia sanitaria, el proyecto de ley confiere al Ministerio de Salud la posibilidad de contratar a profesionales en previsión de garantizar la atención médica. Desde el plano más cultural llama la atención la perspectiva etnocéntrica de los médicos. Pareciera que tienen una especie de síndrome del colonizado, porque contratar a otros médicos es convenir nuevamente con los médicos cubanos. ¿Por qué tienen tanto miedo a los galenos cubanos? ¿Es menosprecio a una escuela de salud tan importante del mundo? Si se sienten tan importantes, ¿alguna vez la medicina boliviana —dudo que la haya— fue invitada a socorrer situaciones de salud en el mundo?

Escuchando a los dirigentes de los médicos del país, su rechazo a los cubanos adquiere el sentido de xenofobia y racismo. Desde el plano humano y cultural, ¿no les enseñaron a los médicos a conocer otras sociedades y pueblos? ¿Acaso no les gusta conocer a otros colegas, a otras escuelas de medicina? Qué miseria de conocimiento y soberbia. Mucho peor en la perspectiva de lo intercultural en salud. Desde el centro de sus dogmas piensan que son científicos de la medicina. ¿Qué han descubierto? ¿Hay algún aporte concreto en la lucha científica contra el COVID-19?

En esta alineación, el presidente del Colegio Médico de La Paz no tiene ninguna ética cuando anuncia una huelga indefinida, cuando es candidato a la Alcaldía de La Paz. ¿No es política cuando este mismo señor apoyó la consolidación del golpe de Estado en noviembre de 2019?

Uka llaytha jaqi kharinakaxa, janiw irnaqaña munapkiti. Uñisistuwa, qullqiki munasipki, janiw jaqirjamax uñjapkistitu, ¿janicha ukhamaxa?

    Esteban Ticona es aymara boliviano, sociólogo y antropólogo.