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¿Racismo en Bolivia? Lo que Molina no dice

Fernando Molina, notable y profundo intelectual, de quien me honro en conocer, escribió dos opiniones sobre expresiones del racismo. De allí nuestra provocadora pregunta del título presente.

No niego la existencia de la discriminación por color de piel en Bolivia. Lo que Molina no dice es que las categorías raza, racial y racismo son construcciones coloniales y eurocéntricas; que, al ser reconocida esta visión en el preámbulo de la Constitución Política del Estado (CPE), consecuentemente en sus articulados se refiere como discriminación por color de piel. Claro, antes de la colonia no existía discriminación por color de piel, pero sí perversa discriminación por condición de las impermeables castas (Quebracho o Liborio Justo), las que fueron formalizadas en el nuevo orden jurídico de la colonialidad en las Leyes de Indias.

Lacan señala que cuando negamos algo, al hacerlo desde lo negado, lo reproducimos: la antítesis también reproduce a la tesis (ya en la visión dialéctica).

La visión constitucional es deslegitimada en la Ley 045 (irónicamente denominada ley contra el racismo y toda forma de discriminación), cuando reproduce las categorías colonialistas y eurocéntricas de “raza” (4 veces), “racial” (10) y “racismo” (56); en su DS Reglamentario, “raza” (2 veces), “racial” (3) y “racismo” (26); y ni qué decir de la Unesco, que reproduce en su último documento de 1965 las categorías “racial” (30 veces) y “raza” (10). Esto contraviene, además, el mandato de descolonización expreso y explícito en el artículo 9 de la antes citada CPE.

El “blanco” o “el blanqueado”, como señala mi querido amigo Fernando Molina a la casta dominante, que equivale a la que otros denominan como la blanquitud, también es una construcción socio-geopolítica de la colonialidad eurocéntrica, preñada de valores greco-romanos y judeo- cristianos, la base de la cultura occidental. Y, como diría alguien: “¿Son blancos?, no, hasta rosaditos pueden llegar a ser, pero blancos, no”. Pareciera que retrocedemos siglos en la falsa y perversa discusión dicotómica de blanco=bueno y negro(incluye al casi negro)=malo.

La lucha por la visibilización —de los “otros”— es larga, y apenas hicieron sus pininos formales (legítimos y legales) desde 1952 (profundizados en las últimas décadas); y, que no está teniendo los éxitos necesarios y suficientes como muestran los datos oficiales del comité nacional de lucha contra el “racismo” que registra entre 2010 y 2018 la cifra de 1.394 denuncias (delincuencia aparente) de discriminación por color de piel y tan solo tres sentencias (delincuencia legal) condenatorias por dicho delito, sin detectar la cifra negra o real de la discriminación que, por conciencia o inconciencia, incredulidad o rechazo del sistema no se denuncian, y usualmente las cifras negras de la delincuencia, en general, superan el 80% del total.

Por ello insisto en que no debiéramos reproducir las categorías que ideológicamente negamos, porque las fortalecemos; y, en la CPE se da un salto cualitativo importante, al respecto.

¿Cuál es la respuesta a esta realidad? ¿La del aislamiento como propuso el mestizo Felipe Quispe con la nación Aymara, la que tuvo como respuesta del mismo talante a la Nación Camba? No lo sé, pero al igual que Fernando Molina no estamos dispuestos a cruzarnos de brazos. Por lo menos desde la criminología, desde y para nuestra indo-latino-afroamérica, contribuiré a lo que denomino “desideologizar para construir” una otra criminología, que es posible.

  Alejandro Colanzi Zeballos es criminólogo y profesor universitario. Correo: acolanzi@ gmail.com