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La política en marzo

Las elecciones subnacionales son importantes por varios motivos. Es una afirmación banal pero adquiere otro cariz si se considera un aspecto que no es tomado en cuenta. Me refiero a la división vertical del poder, que define las relaciones entre gobierno central y gobiernos departamentales y municipales. Esta dimensión de la disputa política completa la distribución del poder en su dimensión horizontal que se refiere a las relaciones entre los órganos Ejecutivo y Legislativo.

Con los comicios generales del año pasado se inició una nueva fase en el sistema de partidos con la ratificación del MAS como fuerza predominante y una reconfiguración del campo opositor con la sustitución de Unidad Nacional y Demócratas por dos fuerzas de reciente creación: Comunidad Ciudadana y Creemos. Por eso el actual proceso electoral adquiere mayor importancia puesto que sus resultados terminarán de configurar el campo político. Ahora bien, las tres fuerzas con representación parlamentaria tuvieron problemas para desplegar una estrategia eficaz para consolidar o ampliar la votación que obtuvieron en octubre pasado.

Comunidad Ciudadana perdió la oportunidad de consolidarse institucionalmente y constituirse en una organización con presencia nacional. Optó por una estrategia de subordinación a las relaciones de fuerza locales en vez de consolidar su base de apoyo electoral con identidad propia. No pudo traducir el apoyo electoral que obtuvo el año pasado en capacidad para articular a las fuerzas opositoras y quedó marginado de la contienda en los distritos importantes, excepto en la capital cruceña aunque su candidato es casual. Así las cosas, las perspectivas de esta fuerza política se tornan inciertas. Creemos apostó a consolidar una base de apoyo regional con la candidatura de Camacho a la Gobernación cruceña con el objetivo de iniciar un proceso de proyección nacional que tiene como incentivo principal la candidatura de su líder en los próximos comicios presidenciales. Empero, el despliegue de ese plan es incierto puesto que esta organización no tiene presencia en ningún otro enclave político relevante. Además, enfrenta problemas en su bancada con el alejamiento de varios asambleístas denotando la debilidad institucional de una fuerza política que tiene que convertir su sigla en organización.

En el MAS surgieron problemas inéditos en la selección de candidaturas para las elecciones subnacionales como consecuencia del incumplimiento de las resoluciones de un ampliado que había definido que la elección de candidaturas debía seguir dos criterios: renovación —veto a quienes estuvieron en gestiones anteriores— y decisión de las asambleas de las organizaciones —sin incidencia de la dirigencia del partido. Sin embargo, Evo Morales intervino en el proceso en calidad de presidente del MAS, su único recurso de poder, pero como su liderazgo ya no es indiscutible —porque el MAS vive la rutinización del carisma de su líder— sus decisiones provocaron conflictos en varios distritos. El caso más relevante, sin duda, fue el rechazo a Eva Copa que es candidata en El Alto con otra sigla y cuya victoria marcará un momento de inflexión para el devenir del MAS. Aparte de ratificar un dato histórico: el MAS nunca superó la barrera del 50% en elecciones subnacionales; sin embargo, esta vez será como resultado de errores propios y fisuras internas. En estas circunstancias, será difícil comprender el inevitable discurso —y tono— victorioso que emitirán los voceros o jefes de estas fuerzas políticas en la noche del domingo electoral.

   Fernando Mayorga es sociólogo.