La región latinoamericana está sufriendo más que ninguna otra los impactos sanitarios, sociales y económicos de la pandemia del COVID-19. Y eso es así debido a que, entre otras razones, en los cinco años anteriores, las economías latinoamericanas se vieron afectadas por una importante recesión y una preocupante incapacidad de fortalecer los mecanismos de la integración regional, generada por la división política que impera en la región.

Para atenuar las divisiones que ocasionan una marginalización de América Latina de los principales escenarios internacionales, han surgido ya diversas iniciativas de retoma de la cooperación regional alrededor de temas relevantes y bajo un enfoque de geometría variable. Destaco entre ellas los esfuerzos del PNUD para impulsar un diálogo político sobre el Estado de Bienestar, el cual enlaza a su vez con algunos Objetivos del Desarrollo Sostenible 2030, tales como “garantizar una vida sana y promover el bienestar para todos en todas las edades” (Objetivo 3) y “construir infraestructuras resilientes, promover la industrialización sostenible y fomentar la innovación” (Objetivo 9).

El COVID-19 ha revelado claramente las insuficiencias generalizadas en la región en cuanto a los servicios de salud. Esta circunstancia podría dar lugar a un intento ambicioso de fortalecer dicho sistema mediante un enfoque colectivo que incluya todos los componentes del sistema, bajo un planteamiento integral pero ejecutado a geometría variable. Resulta auspiciosa al respecto la cooperación iniciada entre Argentina y México para compartir la producción y distribución de la vacuna AstraZeneca en la región.

Se trata de una primera iniciativa, que debería extenderse en el futuro hacia otros componentes del sistema de salud, el cual volverá a ser desafiado por nuevas variantes del COVID y eventualmente también por las consecuencias del cambio climático. Las experiencias de los últimos 12 meses demuestran que es muy importante contar con una visión estratégica integral, orientada a alcanzar un mayor grado de autonomía regional en la difícil tarea de combatir la presente pandemia, sus probables derivaciones y otras que pudieran aparecer en el escenario regional en el futuro, y en particular las que con seguridad vendrán asociadas con las repercusiones del cambio climático.

Menciono a continuación algunos temas. En primer lugar, la defensa de los derechos de uso libre de patentes críticas para el funcionamiento del sistema sanitario en las fases de diagnóstico, prevención y tratamiento de pandemias y enfermedades endémicas. Nótese que esta cuestión de las patentes ha entorpecido la distribución equitativa de las vacunas anti COVID, debido a la posición monopólica de las empresas farmacéuticas transnacionales.

En segundo lugar, se deberían identificar los mecanismos más apropiados para producir en la región latinoamericana, la enorme cantidad de insumos, equipos e infraestructura que requiere el tratamiento de la salud en condiciones de acceso universal. A estos efectos, se deben identificar las interrelaciones del sistema de salud con las capacidades industriales y tecnológicas disponibles. A partir de ello, la producción de vacunas y otros insumos podría abordarse en diferentes planos en función de las capacidades existentes en los laboratorios y empresas de la región.

En tercer lugar, cabe también pensar en un nuevo tipo de capacitación del personal de salud con miras a incorporar a las universidades y a los institutos tecnológicos en el desarrollo de capacidades y destrezas para el manejo de la digitalización y la inteligencia artificial en los diferentes niveles y eslabones del sistema de salud.

Por último, la cooperación entre laboratorios de los diferentes países podría incorporar eventualmente investigaciones avanzadas sobre otras diversas enfermedades endémicas.

   Horst Grebe es economista.