Voces

Monday 18 Mar 2024 | Actualizado a 02:35 AM

Nadie es la Patria, ni siquiera los símbolos

/ 1 de marzo de 2021 / 00:50

Este título periodístico se extrae de un fragmento del poema Oda escrita en 1966 de Jorge Luis Borges que se abre con una ráfaga: “Nadie es la Patria”. Agrega, “ni siquiera las estatuas ecuestres de las plazas, ni los rostros que nos miran desde el mármol, ni los que dejaron sus cenizas en los campos de batalla o dieron a la posteridad algún verso y una hazaña”. Y añade, “ni siquiera los símbolos”.

Este poema escrito sobre el rompimiento de las cadenas del yugo de los ibéricos “que —según Borges— prodigaron su bélica ceniza por los campos de América”, se erige en una crítica a los falsos profetas de patriotismos anacrónicos que pululan en los mares de la hipocresía nacionalista. Esta alusión borgeana es a propósito de la denuncia del expresidente Carlos Mesa de que existiría desde las esferas gubernamentales una campaña sistemática orquestada para barrer de la simbología estatal el escudo patriótico que representaría la identidad nacional.

En esta cruzada “patriótica”, el exmandatario señaló que en la “marca país” del Gobierno se sustituyó el escudo nacional por la chakana (cruz andina que milenariamente representó a los pueblos indígenas) y ordenó a su bancada parlamentaria a interponer un recurso constitucional contra este atentado a los símbolos patrios y, luego, denunció con aspaviento que, en los billetes nuevos, a diferencia de los antiguos, no aparece el escudo.

Obviamente, las denuncias cayeron en un saco roto. En el caso de la “marca país” es parte de una estrategia marketinera para posicionar la imagen del país y, en consecuencia, no implica sustituir los símbolos patrios. Y en el caso del billete, según la explicación de las autoridades del Banco Central de Bolivia, fue por la incorporación de los otros símbolos (patujú o kantuta) y en el caso específico del escudo permanece en el billete perceptible con luces ultravioletas.

¿Qué hay más allá de este arrebato patriótico del exmandatario? Este debate ya fue zanjado con la incorporación de varios íconos —nacionalistas e indígenas— como parte de la simbología del Estado Plurinacional. O sea, el escudo no solo es el único símbolo patriótico. Mesa no es la primera vez que ingresa en estas discusiones bizantinas en torno a los símbolos patrios, ya lo hizo con la wiphala rechazando su inclusión en la simbología estatal: argumentó que “es un arbitrio, pues solo representa a una parcialidad indígena andina”. Sin percatarse que la flor de patujú, otro símbolo patriótico, es un ícono vexicológico que representa la identidad de pueblos indígenas del oriente boliviano.

Quizás, lo que genera escozor en el exmandatario, al igual que sucedió con la wiphala, sea la presencia de otro símbolo indígena, la chakana, como parte de la simbología gubernamental, en la pretensión de volver al orden republicano que está anclada en el imaginario de los sectores oligárquicos bolivianos. La exmandataria interina Jeanine Áñez, frente a los empresarios agroindustriales cruceños, aseveró enfáticamente: “Yo creo en la República y en los valores republicanos”. Obviamente, reivindicar la simbología republicana, entre ellos el escudo, forma parte de ese intento de retorno a esa república aristocrática, excluyente y negadora del indígena y sus emblemas. Entonces, como dice Cicerón en su “dilatada república de luces”, Mesa que a nombre de la identidad nacional se aferra al escudo, negando a esa Bolivia diversa y plural que se expresa, entre otras cosas, en su simbología estatal abigarrada, inclusive el propio Borges ya advirtió: “Nadie es la Patria, pero todos lo somos”.

   Yuri F. Tórrez es sociólogo.

 

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¿Otra ciudad o insistimos en parchar lo que hay?

/ 17 de marzo de 2024 / 00:12

Las recientes emergencias en la ciudad de La Paz por las lluvias torrenciales, que ocasionaron que varios ríos se desbordaran de su cauce, sobre todo en la zona Sur, aunque también ocurrieron en la ciudad de El Alto y otros departamentos, nos hace preguntar: ¿cómo afrontarlas de una mejor manera a futuro?

Más allá de atender lo inmediato a través de la declaratoria de “situación de emergencia y alerta roja”, la gran pregunta es: ¿seguimos apostando por una ciudad construida bajo los parámetros occidentales, sin ninguna planificación y menos pensada hacia el futuro?

Hay que recordar que la ciudad de La Paz se erigió sobre otra ciudad antigua denominada Chuqiyapu marka. La Paz, como ciudad fue pensada para un puñado de “ciudadanos” que querían un fortín para que no ingresasen los indios y otros indeseables. La zona Sur imitó en alguna medida este espíritu exclusivista. Aún se dice “que vivir en la zona Sur es estar lejos de las movilizaciones, los bloqueos y el acecho de los indios/ as”. Aunque en algunos sectores de la zona Sur hay habitantes aymaras, quechuas… Pero por el espíritu especial (clasista, racista, etc.) hay barrios muy privativos, aunque no son los únicos en el país, por ejemplo en Santa Cruz, algunos “condominios” tienen similares características.

Desde 2016, la ciudad de La Paz vive con dos climas extremos y creo que será una constante y no sabemos por cuánto tiempo. Es decir, la sequía extrema y el exceso de lluvias como de este año. ¿Qué hacer frente a esta dicotomía que fue invariable en los Andes ancestrales? Creo que nunca será tarde para construir otra ciudad, que supondría tomar en cuenta las experiencias de los pueblos ancestrales, como la estrecha relación con la naturaleza, el respeto a las cuencas, a las wak’as, etc. Pero también apostar por casas que no sean edificios ni tampoco chalets, sino moradas que brinden seguridad, que tengan patio, por supuesto dotadas de los servicios básicos que hoy se exige para vivir dignamente.

Por la experiencia ancestral, no es casual que varias denominaciones de los ríos que hoy están desbordados denotan sus características. Por ejemplo, Urqujawira, hoy castellanizado como Orkojahuira, que significa “el río macho o el gran río macho”. Como también Irpawi, hoy también castellanizado como Irpavi, que significa “el río que lleva la mayor torrentera”. Este último, hace pocos días hizo estragos a su paso, mostrando por qué se llama así. Los habitantes actuales, ¿alguna vez se preguntaron por qué se denominan así los ríos o los lugares donde habitan? Aquí es clave saber sobre los topónimos en aymara y quechua, que es la orientación básica; pero creo que hoy es echado de menos.

Hoy, “las casitas bonitas” o “los chaletitos” de la clase acaudalada en Achumani, Mallasa… y otros sectores de la zona Sur se han devaluado. ¿Alguien querrá arriesgarse en el futuro, comprando casas o construyendo por estos lugares que son amenazados por el gran desborde de los ríos?

Sin lugar a dudas hay grandes culpables para esta gran tragedia que se vive y que podría ser constante. Por un lado, está el Estado en sus diferentes niveles, sea municipal, la Gobernación, por permitir que se construyan casas, edificios en lugares poco aptos para ello, pero también la empresa privada inmobiliaria o vendedores de terrenos que salen a flote permanentemente con propagandas y lo único que han realizado es aplanar los cerros (varios fueron wak’as) y cubrir los cauces de los ríos. Pero también están los “loteadores”, que han intervenido con acciones similares a las citadas. Más el ciudadano necesitado de tener un lugar para habitar, quedó obnubilado de vivir en los supuestos “lugares residenciales”, a pesar del riesgo que significa habitar en lugares cercanos a los ríos o debajo de los cerros.

¿Se seguirá apostando por construir más edificios atiborrados de gente y sin ninguna garantía de una vida digna? No sería ninguna novedad que los empresarios de las viviendas lancen la propaganda: “desde los edificios veremos tragedias, como las ocurridas en Irpavi y Mallasa…”

¿Cómo apostar y construir otra ciudad que no solo nos cobije, sino que nos dé seguridad y nos permita interactuar con la naturaleza respetándola? Esta política de pensar en otra ciudad, no pasa porque tengamos buenos gaviones, cementos que soporten todo, sino respetando los cauces naturales de los ríos… que supondrá una relación especial con el agua, los ríos, las grandes torrenteras, etc. Jichhurunakanxa jiskt’asiñasawa, ¿kunjamsa akat qhiparuxa suma jakasnxa, utjasna?

Esteban Ticona Alejo es aymara boliviano, sociólogo y antropólogo. 

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Sobre Marcelo Quiroga Santa Cruz

/ 17 de marzo de 2024 / 00:09

En Cochabamba es tan común el apellido Quiroga que para dibujar una silueta del personaje, lo primero que hay que hacer es completar su identificación con el apellido materno o con su nombre. De ahí, simplemente Marcelo o, si se quiere, Quiroga Santa Cruz.

Él formaba parte de un puñado de notables personalidades, llamadas a jugar roles muy destacados en la historia de Bolivia en la segunda mitad del siglo pasado, pero cuyas vidas, relativamente jóvenes, fueron tronchadas, sea por brutales asesinatos (JJ Torres y Marcelo) o por inescrutables designios de salud (Sergio Almaraz y René Zavaleta). Aunque no existen evidencias contundentes, excepto sus coincidentes y extrañas muertes, no hemos podido alejar de la mente el fantasma de una mano tenebrosa que pudo haber intervenido para privar a Bolivia de un liderazgo lúcido, capaz y consecuente. Puede ser nada más que una suposición alucinante, pero en lugar de una negativa rotunda preferimos quedarnos con la simple frase: “podría ser…”

En la vida de MQSC se distinguen claramente dos etapas: una primera en la que predominan sus inquietudes artísticas, particularmente la cinematografía y la literatura; produjo filmes breves pero desafiantes y la novela Los deshabitados que le valió el premio William Faulkner a la mejor novela latinoamericana (1962). Mediado por una intensa labor periodística, ingresó a una etapa propiamente política; ejerció como diputado y realizó una tenaz lucha por la recuperación de los recursos hidrocarburíferos, sufrió detenciones, confinamientos y exilios que no respetaron su inmunidad parlamentaria. En 1969, fue el artífice de la nacionalización de la Gulf Oil, en alianza con militares patriotas; luego de la resistencia al golpe de Estado de Banzer en la que participó activamente, se vio obligado de nuevo al exilio. Realizó intensas labores periodísticas y académicas en Argentina y México; retornó al país en 1979 y fundó el Partido Socialista que, para diferenciarse de un grupo socialista preexistente, adoptó la sigla de PS-1.

El apoyo que recibió como candidato presidencial creció vertiginosamente, en especial entre las elecciones de 1979 y 1980; su accionar político se distinguió por su mensaje diáfano y valiente, pero además muy bien documentado¸ encaminó un juicio de responsabilidades a la dictadura de Banzer, tal como lo había hecho con la de Barrientos. La cúpula militar golpista de entonces, inspirada por Banzer y sus acólitos, lo amenazó públicamente, pero no logró doblegarlo. La oportunidad que esperaron fue el golpe de Estado del 17 de julio de 1980, en el que fue derrocado el endeble y contradictorio gobierno de Lidia Gueiler. Era un jueves al mediodía, cuando los grupos de paramilitares, comandados por Luis Arce Gómez desde sus oficinas del G2, asaltaron la sede de los mineros, donde funcionaba la COB, nos capturaron a periodistas, dirigentes políticos y sindicales, y nos transportaron en ambulancias hasta la ciudadela militar de Miraflores; antes, cuando bajábamos manos en alto y encañonados las graderías de la vieja casona, dispararon una ráfaga contra Marcelo, la misma que alcanzó también a Carlos Flores Bedregal, en situación similar fue asesinado Gualberto Vega Yapura.

Marcelo nació un 13 de marzo de 1931. García Meza y Arce Gómez terminaron sus días en prisión cumpliendo la pena de 30 años que la Justicia les impuso. Pero nunca quisieron revelar dónde escondieron los restos de este hombre excepcional.

Además de Vista al Mar, testimonio varias veces editado, recomendamos estos libros: — Montaño Aguilar, José Luis. Marcelo Quiroga Santa Cruz: Esplendor y Tragedia. Cochabamba: Ed. Kipus, 2010.

— Rodas Morales, Hugo. Marcelo Quiroga Santa Cruz: El socialismo vivido (varios tomos). La Paz: Plural editores, 2010.

— Téllez, Yolanda. 1980 Operación Blitz. Conspiración golpista en Bolivia. La Paz: Didáskalos Ed., 2016.

— Téllez, Yolanda (comp). Un libro para escuchar a Marcelo Quiroga Santa Cruz. La Paz: Didáskalos Ed., 2016 (incluye CD con 14 fragmentos de alocuciones de Marcelo, de 1963 a 1980).

— Manzilla, Gezien. Marcelo: Noticias de un asesinato. La Paz: Plural editores, 2019.

 Carlos Soria Galvarro es periodista. 

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Una pesadilla llamada crisis climática

/ 17 de marzo de 2024 / 00:07

Desde el año pasado, el mundo entero está experimentando anomalías climáticas que no tienen precedentes. En Bolivia, cada año nos preguntamos si sufriremos olas de calor, sequías, inundaciones o todo al mismo tiempo. El planeta lleva décadas sufriendo un calentamiento progresivo, pero este año los récords de eventos extremos se han disparado de una manera inesperada.

Hoy en La Paz y en varios territorios de Pando y Santa Cruz, vivimos lluvias torrenciales e inundaciones sin precedentes. Los investigadores previenen que, con el fenómeno de El Niño, la temperatura global este año podría rondar un aumento de 1,5ºC respecto a niveles preindustriales, un récord que en los acuerdos de París se planteaban como la llegada de la catástrofe. Esto no quiere decir que este aumento de temperatura es permanente, pero sí nos está mostrando cómo será un mundo que haya alcanzado ese grado y medio de calentamiento sin retorno.

Así, esta sería la “nueva normalidad”, con iguales o mayores inundaciones como las vividas en La Paz, o lo ocurrido en Cobija en el rio Acre, que creció hasta casi alcanzar los 16 metros. Un segundo efecto proyectado son las olas de calor y sequía, como las enfrentadas en Santa Cruz el pasado octubre, con 43,4 grados en la Chiquitanía, y las consecuencias en incendios forestales. Esa distopía que nos presentan las películas de ficción climática, cada vez más se plantea no solo como posible, sino temiblemente cercana.

A pesar de lo evidente que resulta esta crisis climática, los humanos y humanas tendemos a olvidar que nuestra civilización está sostenida por las condiciones naturales que nos acogen. Por ello, estos últimos años hemos agregado a nuestro estilo de vida hiperconsumista de recursos, la amenaza de la tercera guerra mundial con los frentes de Ucrania y Gaza. Todo esto suma para presentar un clima global de alta incertidumbre que tendrá efectos inmediatos en la economía.

Ya en 2006, el economista Nicholas Stern publicó un famoso informe en el que avisaba que el cambio climático produciría pérdidas en el PIB de entre el 5 y el 20% a nivel global. Bolivia no escapa a esta realidad, y según la investigadora Lykke Andersen, del Instituto de Estudios Avanzados en Desarrollo (Inesad), el cambio climático podría ocasionar una pérdida promedio del 8% del PIB para 2100, llegando al 16% con el incremento de inundaciones. La investigadora señaló que las inundaciones, en gran medida, se deben a la expansión de la frontera agrícola. Para un país como Bolivia este efecto negativo de una sucesión de eventos climáticos extremos puede ser catastrófico. En cierta medida, estos anómalos 2023 y 2024 que estamos viviendo nos pueden ofrecer la oportunidad de poder ver cómo va a ser un año normal en dos décadas. Este primer trimestre del año, en cierta medida, es una ventana al futuro.

Hace tiempo que sabemos lo que debemos hacer, pero preferimos mirar hacia otro lado. Por una parte, adaptación, pensando en que todas las inversiones estatales en infraestructura deben ser adecuadas a la realidad venidera, lo cual en muchos casos implica un costo financiero superior. Para ello, nuestras voces sobre daños y pérdidas dirigidas a demandar responsabilidades por el modo de desarrollo del norte son imprescindibles. Por otro lado, debemos encarar la mitigación, y la hoja de ruta en Bolivia parece muy clara: frenar la deforestación a causa de la ampliación de la frontera agrícola y pensar un futuro basado en una economía no exclusivamente extractiva.

Esa será una agenda central de discusión para las próximas elecciones. Hoy más que nunca debemos recordar que cuando llueve, nos mojamos todos.

Lourdes Montero es cientista social. 

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El factor primarias

/ 17 de marzo de 2024 / 00:05

Las Elecciones Primarias (EP) son una buena idea. Su realización, en tanto, puede ser malísima, como aquí en 2019. Su propósito declarado es impulsar la democratización interna de los partidos: que sus candidaturas no sean resultado del caudillismo, el dedazo, la herencia, sino del voto. O de otros mecanismos colectivos de decisión. Donde hay tradición, funcionan. Donde no, como en Bolivia, son una falacia o derivan en rupturas. Las EP son una buena idea… malgastada.

Cuando en 2018 impulsamos desde el TSE la elaboración deliberativa de un proyecto de Ley de Organizaciones Políticas, las EP no figuraban en la propuesta base. Surgieron después, a petición de los delegados partidarios. Elecciones primarias, sí señor, con una condición: que sean administradas por el TSE con recursos públicos. Háganlas ustedes —dijeron—, con su presupuesto. Vivísimos. Solo un partido se oponía tenazmente: el MAS-IPSP.

La historia posterior es conocida. Se presentó la iniciativa legislativa con la inclusión de primarias para binomios presidenciales: obligatorias, simultáneas y cerradas a la militancia. Debían estrenarse en las elecciones 2024, pero una disposición transitoria en la ALP dispuso que se hagan en 2019. Era la forma de legitimar por anticipado el binomio oficialista pese a la decisión en contrario de un referéndum vinculante. Toda la oposición rechazó las EP.

Buena idea, mal resultado. Siete partidos y dos alianzas postularon binomios. Todos eran únicos. Así, las EP no fueron competitivas. En realidad, no hubo comicios, sino un simulacro para formalizar decisiones cupulares. De democracia interna, nada. Fue una experiencia fallida. ¿Sirvieron para algo? Claro, para que las fuerzas políticas se miraran al espejo y vean cuán débiles y descosidas son. Solo el MAS-IPSP exhibió su casi millón de militantes.

Hoy las EP están en agenda. Otra vez con fines instrumentales. Desde la oposición la consigna son primarias abiertas. Que cualquiera vote. Creen que así superarán, pobres, su lasitud con fragmentación. En el masismo hay divergencia: la facción LAC coquetea con la idea, la facción EMA ni hablar. Saben que así no superarán, pobres, su implosión. Hoy las primarias, sean cerradas, sean abiertas (peor con voto voluntario), no bastan para resolver la crisis en el campo político.

Las primarias presidenciales navegan en las inciertas aguas del cálculo estratégico. Ni en el partido-instrumento azul ni en la variopinta oposición habrá candidatos de unidad. No todos lo asumen. El reto es ganar tiempo. ¿Primarias? Está bien, pero lo más tarde posible. Incluso podría no haberlas. También las buenas ideas conducen al naufragio.

 FadoCracia (per)judicial

1. Las elecciones (per)judiciales son difíciles. Y feas. Entre otros, tienen problemas de sesgo, de sub/información, de legitimidad. Pero ahí están, en su tercer tiempo, como mandato constitucional. 2. Si se evaluaran por kilos, los comicios 2024 —postergados con maniobra— van por buen camino. Se presentaron 715 postulantes, nada menos, para 26 cargos. Faltan mujeres. 3. Toca el rito de la verificación de requisitos, las impugnaciones y la evaluación de méritos (examen incluido). Es un gran filtro, a veces opaco, a veces arbitrario. 4. Hasta 619 postulantes quedarán en el camino, empezando por (ex)vocales y otras consonantes. 5. Si el pleno de la ALP logra dos tercios para la preselección, en septiembre iremos a las urnas. En las cuatro papeletas habrá al menos 96 caras, la mayoría desconocidas. Podrían ser números. 6. Si vuelve la consigna, los votos blancos y nulos serán mayoría. Es algo inútil, pero testimonial. 7. Las elecciones (per)judiciales son un derecho. Votemos bien. No sea que los electos, en consorcio, decidan a la carta y quieran autoprorrogarse.

 José Luis Exeni Rodríguez es politólogo.

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Elecciones sí o sí

/ 17 de marzo de 2024 / 00:02

En la Francia de 1789, cuando se posicionó el régimen burgués con toda la parafernalia de la libertad, igualdad y fraternidad, era la igualdad, la libertad y la fraternidad para hombres propietarios, por lo tanto la mayoría de los hombres y todas la mujeres no participaban de los derechos del ciudadano y la democracia.

En la Revolución Francesa se instauró una forma nueva de relaciones con el trabajo, la producción y la madre naturaleza. Las relaciones de poder a partir de ese momento irían a servir a la producción de más capital y como el capital es un valor creado desde el capital, en base a la explotación del trabajo y de todas las relaciones que tienen que ver con el mundo del trabajo, hoy vivimos en un sistema capitalista que espera que todo se pueda comprar, puesto que para los y las capitalistas todo tiene precio y se puede vender.

Bueno, ese es el contexto del sistema capitalista que ha posicionado en el imaginario social que la democracia es el método para lograr cambios en el sistema. Ganar las elecciones y tener un gobierno, que es el Ejecutivo a cargo de la administración de las riquezas de un pueblo. El gobierno es vigilado y controlado por un parlamento o representantes de las territorialidades del pueblo; en Bolivia es la Asamblea Plurinacional que va a redactar las leyes. Esa es una parte.

Otra parte es la de la aplicación de las leyes, es decir, podemos hablar bien bonito en la redacción de la letra de las leyes y constituciones, pero el tema se va a definir el momento de aplicarlas y hacerlas cumplir. Y eso lo hace el aparato judicial, que puede manipular la interpretación de la letra y ahí es donde siempre estuvimos arruinados las y los empobrecidos por el capitalismo.

Entonces, como pueblo boliviano desmitificamos la democracia y sabemos que con el voto popular podemos controlar efectivamente ese tercer mecanismo, que estaba en manos de las oligarquías. Sin duda que la inexperiencia de elegir a las máximas autoridades del aparato judicial se hizo sentir y tuvimos graves errores, por cierto, todos subsanables.

Querer evitar las elecciones hoy es complotar contra el proceso de cambios revolucionarios del pueblo. Y es muy peligroso, pues los movimientos y organizaciones sociales no estamos dispuestos a mirar de palco cómo se manipula sinvergüenzamente por parte de algunos asambleístas. No se trata de que este gobierno se vaya a su casa, pues es un gobierno que les guste o no, fue elegido por nuestro voto, entonces hay que ser responsables de nuestro proceso mismo si el gobierno de Lucho se está pisando su propia manguera. Nosotros y nosotras, “como pueblo”, debemos cuidar el objetivo histórico del MAS-IPSP.

Cuidado con que quieran usar que hay pocas mujeres como postulantes para querer maniobrar y suspender las elecciones judiciales. Nada que ver, se tienen que hacer con las y los que hay. Y elegiremos entre todos y todas a las y los mejores. Por lo tanto, la discusión ahora no es si hay o no hay elecciones judiciales. La discusión tiene que ser cómo vamos a conocer mejor a las y los candidatos, para esta vez no equivocarnos. 

Julieta Paredes Carvajal es feminista comunitaria.

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