Con las elecciones del 7 de marzo concluye un largo ciclo electoral, que empezó en febrero de 2016 con el famoso referéndum, y ahora culmina con la renovación de más de 4.000 nuevas autoridades departamentales y municipales, que en su gran mayoría ingresa por primera vez a un cargo electivo. Este relevo generacional significa también la salida de escena de varios liderazgos políticos y la desaparición de varias siglas que no lograron desarrollar organizaciones estables en las dos décadas pasadas.

De esta manera comienza la construcción de un nuevo sistema de organizaciones políticas, dentro todavía del ciclo democrático que se inició en octubre de 1982. Se trata de la constelación de dirigentes y organizaciones que gobernará el país hasta el año del bicentenario, sorteando los riesgos externos y atendiendo a las demandas de una ciudadanía con altos grados de politización, pero muy escasa cultura democrática.

La información disponible permite pensar que también en este año podría ocurrir un cambio de fase cíclica en el ámbito de la economía internacional. Algunos indicios recientes anuncian que en este año todavía podría instalarse un nuevo auge impulsado por la enorme liquidez que han inyectado los gobiernos en las economías desarrolladas, con miras a sostener el empleo de las empresas y el consumo de los hogares, en particular en el caso de los Estados Unidos. La revisión reciente de los pronósticos del crecimiento en las principales economías del mundo registra cifras espectaculares en el Asia, pero también en otras zonas del mundo. Esto trae consigo también la perspectiva de que ocurra un nuevo auge de precios de los productos básicos y las materias primas.

Hasta aquí las buenas noticias que se perciben en el contexto internacional, aunque no faltan algunas alertas sobre los riesgos que se están incubando en ese ámbito. Dos temas son preocupantes. En primer lugar, la posibilidad de que la liquidez de las principales economías desarrolladas pueda traducirse en una gran inflación internacional de alcances y consecuencias difíciles de dimensionar ahora. Por otro lado, la amenaza de que se presente una crisis de deuda externa en América Latina, de igual o mayor magnitud que la que se registró en los años 80.

En tal caso, la recuperación económica internacional tendría corta duración, y podría desembocar en una recesión larga, acompañada de los impactos de todo tipo que traerá aparejado el cambio climático que ya se ha iniciado.

Traer a colación este tipo de temas persigue el propósito simple de alertar sobre los riesgos y desafíos que formarán parte del contexto internacional que deberán tomar en cuenta las autoridades en los próximos años en todos los niveles del Estado.

Las tareas internas son bien conocidas. En primer lugar, encarar con eficacia y transparencia la compleja tarea de proceder a la vacunación de siete millones de personas en el país, así como reconstruir el sistema nacional de salud en todos sus niveles y componentes, para la protección efectiva de la población ante los riesgos de nuevas pandemias en el futuro. A tal efecto, la atención a la salud deberá contemplar una planificación integral a nivel central y una ejecución descentralizada, lo que será uno de los principales desafíos de coordinación entre el Poder Ejecutivo y las autoridades departamentales y municipales electas, que se posesionen en los próximos meses.

En segundo lugar, se tiene que llevar a cabo un ajuste fiscal que redistribuya de manera racional y equitativa los recursos correspondientes, sin preferencias sectarias de ningún tipo. La responsabilidad del Poder Ejecutivo en este contexto estriba en establecer un estilo de gestión fiscal transparente y democrático en beneficio de la nueva generación de funcionarios públicos electos.

 Horst Grebe es economista.