Como una fantasía donde todo lo improbable e irreal es posible, en la Cancillería bajo la dirección de Karen Longaric se dio un quiebre institucional e incumplimiento de normas y procedimientos, así como inobservancia a la práctica diplomática sin precedentes, con consecuencias hasta el presente. Solo así se explica la frágil situación institucional que atraviesa esa entidad.

En el servicio exterior se despidió a más del 90% de funcionarios; muchos profesionales, con experiencia en gestión, administración y del hacer diplomático, formados en la Academia Diplomática Plurinacional y otros establecimientos; sin respetar sus derechos ni las buenas prácticas diplomáticas y, peor aún, para incorporar a amigos personales y parientes de Jeanine Áñez y de la exautoridad, que en su generalidad no contaban con ninguna formación afín al oficio, conocimientos ni experiencia, generando afectación al Estado con la conducta antieconómica de gastos innecesarios para un gobierno transitorio y un grave perjuicio al ciudadano boliviano con la suspensión en la atención y servicios consulares por meses. Ruptura institucional que dejó la máquina burocrática del Estado prácticamente detenida en tiempos de pandemia y a la espera de acreditaciones, habilitación de firmas y reconocimiento de los Estados.

Hubo vulneraciones de derechos e incumplimiento de funciones por parte de autoridades y funcionarios, negando la emisión de documentos y trámites a ciudadanos bolivianos en el exterior considerados contrarios a su régimen, procesos de repatriación discriminatorios en los que solicitaban hasta antecedentes penales para el retorno a territorio boliviano, la detención de documentos a exautoridades y obstaculización de diversas gestiones de cierre y retorno, cuando es de interés de los Estados que todas las gestiones sean concluidas en buen término. No conozco país en el mundo donde un gobierno de turno instruya a los diplomáticos de su país, como funcionarios de Estado, no solo a seguir la política de gobierno actual, sino ir contra sus ciudadanos, normas, procedimientos, y peor aún, que estos funcionarios lo hagan. Ya Hannah Arendt, en la “banalidad del mal”, ilustra de manera precisa el procedimiento burocrático ejecutado por algunos funcionarios incapaces de pensar en las consecuencias éticas y morales de sus propios actos.

En la práctica diplomática también son innumerables las acciones inusuales de enfrentamiento, enemistad e irrespeto no encuadradas en las convenciones sobre relaciones entre las naciones y el derecho internacional como la estigmatización, el hostigamiento y el asedio a representaciones extranjeras, funcionarios diplomáticos y cooperación; Bolivia en poco tiempo rompió relaciones y enemistó con varios países (Argentina, España, México, Cuba, China).

Con todo ello, Bolivia en ese periodo no solo fue la comidilla de cuerpo diplomático, sino también la vergüenza por el perfil antidiplomático, antiinstitucional y perverso de sus actos. La gestión actual tiene la delicada tarea de no omitir estos hechos, moralizar la institución y llevar adelante un proceso serio, sin segregaciones, de profesionalización e institucionalización para no continuar siendo una Cancillería de las maravillas.

  Shirley Orozco Ramírez es comunicadora social y exdiplomática formada en la Academia Diplomática Plurinacional.