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No era Evo, es odio racista

No me resulta extraño la reaparición de movilizaciones fascistas, pues nunca fue la defensa de la democracia, ni de los derechos ciudadanos lo que les movía. Nada que ver, fue y es odio, complejos históricos de gente colonizada los que mueven a estas —hoy disminuidas— hordas fascistas. Perdieron las elecciones nacionales y en sus pocos reductos donde ganaron las subnacionales, van a parapetarse como acosadores y violentos matones de barrio, cuyo accionar es sórdido pues van a waykear en grupo a todo el o la que no esté de acuerdo con ellos y ellas.

Al no tener argumentos se autoconvencen con sus medias verdades, que manipuladas van a producir mentiras como la del supuesto fraude, que es desmentido por la realidad de las elecciones 2020; aunque frente a sus narices están los resultados que volvieron a dar —y con yapa— la misma votación del supuesto fraude, igual repiten por imitación la misma frase. Es que la y el sujeto colonizado no vive su vida, su existencia está marcada por los complejos de no ser el “blanquito colonizador”, por eso los collas que en Santa Cruz apoyan el fascismo compiten con los k’aras en quién golpea a más masistas. No es discusión política, es violencia y terrorismo fascista, y la institucionalidad debe actuar, para eso está.

Es necesario, como organizaciones sociales —recordemos que hablo desde el Feminismo comunitario de Abya Yala—, es necesario decía, reflexionar sobre las responsabilidades en el sostenimiento del fascismo en Bolivia. En el proceso de cambio conviven muchas formas de comprender el propio proceso de cambio, lo cual está bien, lo que está mal es que todos se creen dueños de la verdad. Son tendencias políticas lideradas por compañeros, las mujeres se mueven alrededor de ellos y por mucho que se han dado avances importantes para las mujeres, éstos se despolitizan porque no hay autonomía y las ONG son las que siguen marcando los discursos. Hay que fortalecer la Alianza de organizaciones sociales.

Desde el Gobierno se ha privilegiado el diálogo con los empresarios dueños del capital antes que con los y las trabajadores, especialmente en Santa Cruz. Manejando la lógica que haciéndoles concesiones se les va a convencer. Y… no, capitalismo fascista vota a la derecha y sostiene grupos de paramilitares.

El machismo racista de nuestros compañeros de la izquierda del proceso funciona con la idea de que los indios no logran comprender la lucha de clases y la organización política de clase, y a las mujeres se las calma diciendo “¡viva la despatriarcalización!”, y ni siquiera se molestan en conocer de qué se trata. Es la memoria de organización política y social de los pueblos originarios lo que sostiene el proceso de cambio.

El machismo y aburguesamiento de nuestros hermanos y hermanas de las organizaciones sociales, que educan a sus hijos e hijas para ser “doctores”, “señoritas” y no para seguir siendo pueblo originario o pueblo trabajador que estudia y es orgulloso de sus raíces e identidad

Son algunos elementos de reflexión para entender cómo el fascismo cínicamente continúa ocupando las calles. ¡Vamos hermanas y hermanos construyendo el proceso de cambio!

Julieta Paredes es feminista comunitaria.