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Los genios son pocos

Entro al Baúl del Libro, la librería de mi cuate René (hoy supe que verdaderamente se llama Constantino) y me topo con Medio siglo con Borges (Alfaguara, 2020) de Mario Vargas Llosa. Ni el argentino ni el peruano me simpatizan. Leo en la contratapa: “no es cierta la idea según la cual uno admira sobre todo a los autores afines, a quienes dan voz y forma a los fantasmas y anhelos que a uno mismo lo habitan. También puede ser uno seducido por estilos, por hechizos literarios, por personalidades alejadas”. Esta vez el peruano me intriga. Caigo en la tentación del hechizo, pago y me voy.

Medio siglo con Borges es una charla/compendio de ensayos y entrevistas. Y se lo lee como se escuchan con curiosidad morbosa las conversaciones ajenas en un café o en un minibús. Eres consciente de que los tertulianos no te caen pero no puedes dejar de escuchar o de leer en este caso. Vargas Llosa confiesa de sí mismo que es un escritor contagiado/ intoxicado de realidad, de historia reciente y pasada y de política. Borges es todo lo contrario: un autor seducido por la poesía y los tigres, por los laberintos eruditos de lo fantástico. Su desinterés/desprecio por la política fue una toma de decisión política. Su apuesta por la erudición —primer aviso para navegantes académicos— no era densa sino insólita, sarcástica, entretenida y por ello —o a pesar de ello— brillante.

Sostiene Vargas Llosa que Borges fue demasiado inteligente para escribir novelas, que inventó una prosa en la que había tantas palabras como ideas, que lo asustaba el sexo y el peronismo, que fue el escritor más sutil y elegante de su tiempo. El peruano cree que los autores famosos envejecen mal, llenos de achaques y soberbias. Leer es “una forma de vivir también” aunque muchas veces —segundo aviso para navegantes— el argentino creyó haber leído demasiadas cosas y vivido pocas. Borges se autodefine como “anarquista spenceriano” y Vargas Llosa apostilla: “eso no quiere decir gran cosa”. El humor no se negocia en esta charla.

El único boliviano que aparece en el libro es Tamayo; no Franz sino Marcial, el sobrino del poeta y coautor —junto a Adolfo Ruiz Díaz— de Borges, enigma y clave. En una jugosa entrevista, el argentino comenta que leyó el libro de nuestro compatriota para “ver si encontraba la clave de su obra pues el enigma ya lo conocía”. Sobre la supuesta soledad de don Jorge Luis, el peruano cree que “era el hombre más agasajado del mundo”. En respuesta, Borges cita a Spinoza: “cada cosa requiere la soledad de su ser y yo insisto en ser Borges”.

Hasta aquí llegan las luces de esta conversación particular, ahora vamos con las sombras. En el caso de Borges, sostiene don Mario, la primera sombra rima con etnocentrismo: el negro, el indio, el “primitivo” (salvaje dirían por estos lares) aparecen a menudo en sus cuentos “como seres ontológicamente inferiores, sumidos en una barbarie que no se diría histórica o socialmente circunstancial sino connatural a una raza o una condición; ellos representan una infrahumanidad, cerrada a lo que para Borges es lo humano por excelencia: el intelecto y la cultura literaria”.

La segunda sombra es el apoyo franco/ adhesión pública que Borges prestó a dos de las dictaduras militares argentinas más manchadas de sangre, la que derrocó a Perón y la que puso fin al gobierno de Isabelita. “Es un apoyo que no congenia para nada con su identificación con la causa contra los nazis, no resulta fácil de explicar. Todavía es más difícil de comprender el entusiasmo inicial con Videla o su simpatía por esos regímenes militares de los cuales aceptó nombramientos sin la menor reticencia. Su toma de distancia con Videla fue tardía y no lo bastante diáfana como para borrar la desazón tremenda que causó no solo en sus enemigos sino en sus más entusiastas admiradores como el que esto escribe”, Vargas Llosa dixit.

¿Te puede gustar alguien que representa todo lo que odias? ¿Puedes abstraer la obra de un escritor/cineasta de sus ideas políticas, de sus fobias/filias, de sus comportamientos? ¿Te puede de verdad gustar alguien que desprecia la vida de los otros? Creo que no; pero ya hace algún tiempo he comprendido que la vida es breve; el arte escaso y los genios, pocos. Entonces me permito hoy hacer dos excepciones: la primera es Woody Allen y la segunda, mister Jorge Luis Borges. ¡Salud, don Mario!

Ricardo Bajo es periodista y director de la edición boliviana del periódico mensual Le Monde Diplomatique. Twitter: @RicardoBajo.