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¿Un nuevo mapa político?

Después de los sucesos de octubre y noviembre de 2019 —cuyo colofón fue el golpe de Estado— advertí sobre el riesgo de una crisis de representación política, sin embargo, considero que ahora estamos viviendo una mutación en las pautas de la representación política. Después de los comicios generales del año pasado —que resolvió la crisis política con la asistencia del 88% del electorado y una votación concentrada en 55% en el MAS— y después de las pasadas elecciones subnacionales se perciben señales que permiten afirmar que se está configurando un nuevo mapa político en el país. Destaco algunas pistas y adelanto que ese mapa puede analizarse a partir de distinguir la pugna entre un campo nacionalpopular y un campo oligárquico-conservador, esta pugna matiza y enriquece la mirada dualista que reducía la disputa política a la confrontación entre campo oficialista (masista) y campo opositor (antimasista).

Las relaciones tradicionales entre oficialismo y oposición se han reproducido en la distribución horizontal del poder con la presencia legislativa de Creemos y Comunidad Ciudadana que sustituyeron a Unidad Nacional y Demócratas, pero repiten una postura antimasista como principal rasgo identitario. En cambio, la distribución vertical del poder con la elección de gobiernos departamentales y municipales muestra un panorama más complejo con autoridades electas que, en la mayoría de los casos importantes, no se sitúa en el dualismo masismo/antimasismo; además, Comunidad Ciudadana no tiene presencia en ese ámbito y Creemos se restringe a Santa Cruz. Los resultados en las alcaldías de La Paz, Cochabamba, Santa Cruz de la Sierra y El Alto reproducen el panorama de 2015 aunque con novedades importantes puesto que Arias, Reyes Villa y Fernández optarán por asumir posturas centristas para asegurar el éxito de sus gestiones en una lógica de colaboración con el Gobierno central (en la que ganan todos). Por eso no asistieron a la reunión de los cívicos, porque esa acción no les da rédito. En suma, el campo opositor se ha diversificado y no presenta la cohesión de antaño.

La victoria de Eva Copa, disidente del MAS por errores en la conducción de ese partido, marca otro hito porque se trata de la emergencia de un liderazgo con capacidad de interpelar al oficialismo desde posturas distintas a la oposición tradicional y con legitimidad para discutir y disputar al MAS la orientación del “proceso de cambio”. Su contundente victoria y su presencia como alcaldesa expresa la emergencia de nuevos actores y amplían el campo nacional-popular que, también, se ha diversificado puesto que ya no está ocupado y representado de manera exclusiva por el MAS. Y esta postura de disidencia —más que de oposición convencional— puede fortalecerse puesto que está pendiente el balotaje en cuatro departamentos y sus resultados pueden confirmar esta apreciación porque, en tres casos, la disputa por la gobernación es entre candidatos del MAS y rivales que estuvieron en sus filas o tienen afinidad ideológica. En La Paz, Quispe de Jallalla; en Chuquisaca, Condori de CST; en Pando, Richter del MTS. Solo en Tarija compite un candidato de la oposición tradicional. Además, Jallala y MTS han vencido en algunos municipios —destaca el caso de Cobija— también con candidatos disidentes.

En suma, de una relación binaria entre bloque de oposición y bloque oficialista se transita a una relación más compleja entre campo oligárquico-conservador y campo nacional-popular. Tal vez esta nueva configuración política explique el decurso de esta coyuntura que empezó con tambores de guerra y mensajes de polarización y fueron mitigándose a pesar de los halcones que anidan en todos los bandos.

 Fernando Mayorga es sociólogo.