Resucitando
En este tiempo marcado por una tradición religiosa, que dependiendo como se la recupere, nos puede convocar también a reflexiones y análisis que no tendrán que ver con la categoría de tiempo de “santas y santos”. Más bien tendrá que ver con estigmas como herejes, brujas, idólatras y demás seres criminalizados por la dominación y opresión cristiana. Es verdad que siempre existieron dentro de la propia cristiandad eclesiástica posiciones que pretendieron recuperar un pensamiento y una práctica de compromiso con los más humildes, aquellos de los que los evangelios nos refieren.
Es Domingo de Resurrección, cuenta la creencia cristiana que después de predicar Jesús vive una serie de hechos que van a ser fundamentales para la construcción del pensamiento cristiano. Jesús después de sufrir la traición, o el mal cálculo político, es prisionero del poder imperialista de Roma, que además de torturarlo, lo exhibe como escarmiento para el pueblo judío, en una crucifixión pública.
Quiero pensar en el proceso de nuestros pueblos y organizaciones sociales en Bolivia y cómo hemos caminado construyendo una propuesta del suma qhamaña, el “vivir bien” que, como inspiración de dos palabras, nos permitió y permite dar espacio a la creación de propuestas, planes, programas de política pública, pero también de cotidianidad de la vida en las familias, organizaciones y barrios. Sin duda, un tiempo donde aquellas y aquellos que fueron destinados por el poder a ser simples espectadores, repetidores y consumidores de modelos de vida ajena. Un tiempo para la creatividad y para permitirnos entender el propósito de nuestras vidas y cuerpos en este mundo.
Sí, 14 años donde nos permitimos soñar y esperanzarnos, sin miedo de nuestros sueños y nuestras esperanzas; vimos milagros cotidianos, agua en nuestra casa, gas domiciliario, desayuno gratis. Los peces y los panes los multiplicamos y el poder imperial y los traidores del propio pueblo, envidiosos y competitivos, se morían de rabia, como otrora los sacerdotes judíos Anás y Caifás, que traicionaron y entregaron a Jesús.
Nuestro pueblo siempre resucita porque tiene raíces fuertes y profundas y no necesariamente para resucitar tienes que morir, también nos podemos confundir, nos podemos desanimar, nos podemos pelear, alejar o enojar con la construcción de nuestros sueños de ese vivir bien, entre humanidad y de humanidad junto a la madre y hermana naturaleza. Es ahí que resucitar implica responsabilizarnos de nuestros actos, autocriticarnos, reflexionar, recuperar y reencaminar. Somos mujeres y hombres de los pueblos originarios. No somos angelitos, ni estamos vacunadas y vacunados ante el colonialismo, ni el deseo de poder, o las prácticas opresoras y violentas. No somos puros y puras, estamos embarrados y embarradas de contradicciones, pero lo que nos permite rehacernos es la comunidad y la energía de la ancestralidad.
Resucitamos con todo lo que somos, dándonos oportunidades para garantizar la vida, entendiendo que la vida es un regalo y que permanentemente es amenazada por un sistema que está dispuesto a matarnos para que el orden explotador se mantenga. Por eso es imprescindible resucitar, revivir, replantear, recuperar y reconducir los sueños revolucionarios de mujeres y hombres de nuestros pueblos que queremos acabar con todo tipo de opresiones.
Julieta Paredes es feminista comunitaria