Voces

Tuesday 16 Apr 2024 | Actualizado a 00:27 AM

¿Qué es de esos niños?

/ 7 de abril de 2021 / 00:42

Incontinencia urinaria, problemas para dormir, pesadillas, ataques de ira, llanto, risa incontrolada, disociación, ansiedad, desórdenes psicosomáticos y comportamientos pasivos y agresivos. Estos son los trastornos que suelen sufrir los niños hijos de víctimas de feminicidio. Son los huérfanos de los que se sabe muy poco. Sus madres se convierten en estadística y sus padres, si están vivos, en presos carcelarios, pero los hijos son los desconocidos, los que irán a parar en la casa de los abuelos en el mejor de los casos, donde los tíos, vecinos, o finalmente en un hogar de acogida para mal de sus pesares. Finalmente terminan siendo los ignorados, los que padecerán en vida todas las consecuencias del feminicidio.

A la mayoría de estas pequeñas víctimas se les cambia la vida en minutos, quedan desprotegidas, expuestas a quienes deciden por ellas sin preguntarles, con quién vivirán, dónde lo harán, sin saber si mediará el amor que tanta falta les hace, en una palabra quedan a la deriva, obligadas a dar un salto al vacío.

Inmediatamente después del asesinato de su madre a manos del padre, se habla mucho de los huérfanos, se menciona cuántos quedaron, se dan sus edades, se publican fotografías familiares donde los rostros de los niños son cubiertos o como una premonición son borrados; luego de una semana o máximo dos todo desaparece y si alguna institución o persona quiere seguir el rastro de estos niños debe recorrer un camino sin final en el que el tiempo y muchas veces el cansancio borran toda huella.

En Bolivia, los huérfanos de los feminicidios anualmente pasan del centenar. ¿Dónde quedan esos niños? O mejor, la pregunta debería ser ¿cómo quedan esos niños? La respuesta la dan psicólogos, trabajadores sociales, médicos, paramédicos, policías, vecinos, familiares que cuentan las historias de estos niños, adolescentes o jóvenes, que en muchos casos presenciaron el momento en el que su padre mató a su madre. Los niños más pequeños quedan traumatizados, debiendo ser medicados para conseguir salir adelante en su vida. Los adolescentes se quedan con una tremenda carga de culpa e impotencia por no haber evitado la muerte de su madre, por no haber detenido a su padre o finalmente por no haberse puesto entre ambos. De cualquier manera y a cualquier edad sus vidas cambiaron de rumbo, sus recuerdos se oscurecieron, su infancia o adolescencia se quedó detenida en el día y la hora en que presenciaron o recibieron la noticia de tan nefasto hecho.

¿Qué obligación tiene el Estado con esos niños? ¿Qué obligación tiene la sociedad con ellos? ¿Qué es de esos niños?

Lucía Sauma es periodista.

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Mal vestidas

Lucía Sauma, periodista

/ 4 de abril de 2024 / 07:01

¡Qué ridículas! Fue lo primero que escuché mientras veíamos el informativo de un canal nacional. Sonaba a coincidencia de pensamiento, realmente las presentadoras estaban vestidas de vampiresas, con trajes de fiesta, sin fiesta. Hombros desnudos, falda corta muy ceñida, o falda larga con corte en la pierna, paradas, equilibrando sobre tacones un pie delante del otro, modelando, sin pasarela. Con esa indumentaria fiestera caminaban por el set anunciando las catástrofes que ocasionaron las lluvias y saludaban a los reporteros que en traje de batalla, desde el lugar de los hechos reflejaban la tragedia. Así también anunciaron la noticia de uno de los 14 infanticidios este 2024, en manos de su progenitor. Ante la ofensa surgió la frase cargada de indignación: ¡Qué ridículas! ¿Tenían que vestirse de gala para dar a conocer la orgía de sangre? Alguien no se contuvo y dijo a modo de sarcasmo: “Por supuesto que tenían que vestirse así, en el canal están en su auge satisfaciendo el morbo de las personas con el dolor ajeno, cumpliendo con la infalible trica del éxito informativo: sexo, sangre y violencia”.

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¿Por qué las minifaldas en los informativos de televisión? ¿Por qué los innecesarios escotes? Por supuesto que no todos los canales de televisión bolivianos usan el cuerpo femenino como recurso machista y mercantilista para subir en el rating. Pero los que lo hacen quieren atraer audiencia, es su as bajo la manga para ofrecer sus anuncios comerciales entre los que se cuenta la noticia y sus presentadoras que sin mayor aviso pasan a ser una mercancía más. Es posible que el tener este tipo de comentarios incentive a los directivos y empresarios de esos medios a continuar, o incluso a empecinarse en el mayor uso de su regla de éxito. Sin embargo, también tendrán que enterarse que hay muchos dispuestos a indignarse y hacer conocer esa indignación. Sabrán que hay mujeres y hombres que nos sentimos ofendidos ante el uso y el abuso del cuerpo femenino.

Algunos dirán que las propias mujeres tienen la culpa porque permiten que las usen y que seguramente hasta se sienten complacidas de mostrarse porque “tienen con qué”, mientras que las que no somos atractivas opinamos mal de ellas por pura envidia. Lo que puedo decir es que no opinaban así varias colegas, que se sentían muy mal porque eran obligadas a usar minifalda, escotes pronunciados, etc. Muchas no tenían elección,  si no les gustaba presentarse así, tenían las puertas abiertas para irse y perder el trabajo. Las que pudieron solventarse económicamente ejercieron su derecho y se fueron de esos medios, otras se quedaron, porque no tienen elección.

De todos modos, si los ejecutivos de esos medios televisivos aún obligan a las presentadoras a mostrar algo más que la imágenes de la noticia, tengan presente que están muy mal vestidas porque están fuera de contexto, se ven ridículas. Estamos en una sociedad donde se idolatra la superficialidad, frívolos ante la grandeza de la vida. ¿Podemos rebelarnos y dejar de ser tan mediocres?

(*) Lucía Sauma es periodista

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Mediocre política

Lucía Sauma, periodista

/ 21 de marzo de 2024 / 07:02

Tan ocupados en destrozar al oponente, los políticos lo contaminan todo: la salud, los desastres naturales, la educación, la alimentación, la lucha contra la violencia, la macro y la microeconomía, la sobreexplotación minera, los efectos del cambio climático, el Censo y un interminable etcétera, porque cualquier tema que se nombre será motivo de escarnio para un grupo político y de beneficio para su oponente.

Mientras los políticos se sacan los ojos y ciegos dan manotazos a diestra y siniestra en la toma de decisiones de la vida pública, la ciudadanía se ha convertido en mera observadora de una comedia burlesca, aburrida, mediocre, a la que solo queda chiflarla y dejarla abandonada. Por la decencia y un sentido de responsabilidad que aún conservan las personas, la indiferencia tampoco es posible, porque sería como un acto de autodestrucción o un suicidio que felizmente tampoco está en los planes ciudadanos.

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Ante esta situación que raya el surrealismo, a los ciudadanos de a pie solo les queda sacudirse todo el polvo que dejan las imposturas de la politiquería y permitir que se imponga la cordura. Es necesario desempañar los espejos en los que se ven reflejados  y sin mentirse, reconocerse tal y como son. Este es el país en el que nacimos, pero para todos sería mejor si Bolivia fuese un país menos pobre, con un sistema de educación que enseñe a pensar, a crear, a desarrollar conocimiento, un lugar del que estemos orgullosos, que eleve nuestra autoestima cada vez que lo nombren.

Nada de lo dicho anteriormente será posible si continuamos poniéndonos zancadillas unos a otros por el simple hecho de burlarse del oponente, que siempre es visto como enemigo porque no hay argumento suficientemente preparado de manera inteligente  para ganarle en el debate. En su sinrazón no existe ni la remota posibilidad de pensar en el bien común, el bien mayor, la gente.

Es tedioso escuchar diariamente las mismas acusaciones, los mismos insultos, pero sobre todo las mismas mentiras con las que ofenden la inteligencia de la gente común y corriente que vive la angustia del desempleo aunque, como en un acto de prestidigitación, figuran en las estadísticas como trabajador porque vende tres dulces en Bs 1. Agravian a quienes perdieron todo por los desastres naturales sin que nunca reconozcan su parte de responsabilidad.

¿Habrá posibilidad de que se llegue a hacer política dejando de lado la politiquería? ¿Será posible trabajar por la gente y sus verdaderas necesidades? ¿Será posible que ya no nos mientan? 

(*) Lucía Sauma es periodista

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¡Qué linda clase, profesor!

Lucía Sauma, periodista

/ 7 de marzo de 2024 / 06:51

A un mes de la gestión escolar 2024 podemos preguntarnos: ¿Qué tal las clases? ¿Qué tal los estudiantes? Indudablemente el primer mes es fundamental para diseñar el resto del año. Si un profesor logra captar la atención, el interés de sus alumnos en estas primeras semanas, quiere decir que tiene ganado el camino o al menos un gran trecho del mismo. Si sus estudiantes son nuevos, si no los conocía antes, este tiempo ha sido suficiente para llamarlos por su nombre, para tener una evaluación de sus reacciones y aptitudes, no estamos hablando de prejuicios, sino de haber observado e interactuado con cada uno, al menos una vez en forma directa.

En este tiempo el maestro sabe quiénes tienen el liderazgo de la clase, tomando en cuenta que existen diferentes formas de liderar un grupo. Está el líder natural que es seguido por la mayoría de sus compañeros, es la persona que suele concentrar las reacciones de la clase, la aceptación de determinados valores a seguir, es quien marca el derrotero del curso.

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Está quien encabeza un grupo por sus conocimientos, que pueden ser tímidos o aislados pero que se llevarán la representación del curso por lo que saben, por su cumplimiento, su aplicación. El reconocimiento de estas personas suele depender de los valores que se alienten desde los liderazgos naturales. Es decir que los demás lo valoren y no lo llamen despectivamente nerd. Ahí es donde los maestros pueden incidir si actúan con criterio y permiten que ambos liderazgos convivan y sean reconocidos por toda la clase.

Por supuesto que están los liderazgos por habilidades, sean artísticas o deportivas, estas personas también deben demostrar sus talentos, sus aptitudes. El profesor o los profesores tienen que incentivar estas prácticas. Estos líderes son muy importantes en el momento de equilibrar lo tradicional con lo menos conservador, son fundamentales para abrir debate, formar argumentos y tener un curso con gente pensante.

El conocimiento de estos liderazgos es una pieza clave si el profesor tiene interés en la educación integral de sus alumnos y no solo contar con cajas para almacenar datos. A esta altura del inicio de clases ya se puede captar mayor atención e interés en aprender, en generar sed de conocimientos. Es tiempo de retar al debate argumentando las posiciones contrarias.

Por supuesto que para lograr todo ese despliegue de búsqueda de conocimiento, previamente es necesario nutrirse de argumentos para defender una posición, es necesario que el profesor se prepare absolutamente más allá del texto oficial de la materia, que no se informe únicamente por las redes sociales, que tenga pasión por el conocimiento y le dedique tiempo a la creatividad cuando está preparando su clase, sabiendo que hacerlo es imprescindible, que no puede improvisar o, peor aún, leer la lección del día como un dictado sin siquiera levantar la vista del papel. Hay profesores que saben lo importantes que son en la vida de sus alumnos y se preparan para ser una buena y querida influencia, esos son los que uno recuerda a lo largo de la vida.

(*) Lucía Sauma es periodista

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El peligro monta una motocicleta

Lucía Sauma, periodista

/ 22 de febrero de 2024 / 06:59

Cada día es más frecuente que un motociclista aparezca a toda velocidad en contrarruta y el transeúnte que está cruzando la calle salte asustado y se quede quieto, atónito, pensando que acaba de librarse de un grave accidente. Tampoco es de sorprender que el conductor de una moto repartidor de pizzas o cualquier otro encargo se suba a la acera para pasar por sobre todos, esquivando una trancadera. Tocan bocinas, pasan por el carril derecho cuando los pasajeros de un transporte público están descendiendo del mismo. Los motociclistas están por todo lado, siempre apurados, siempre otorgándose prioridad absoluta, siempre creyendo que lo que sea que transportan es parte de Misión Imposible y como Tom Cruise tienen pase libre para arrasar con lo que o quien tengan por delante.

En el primer semestre del año pasado se registraron más de 4.000 accidentes ocasionados por motociclistas, según datos proporcionados por UNIVida, es el motorizado con mayor siniestralidad; la aseguradora estatal pagó Bs 17 millones por los siniestros cometidos principalmente por motociclistas entre enero y julio de 2023.

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Detrás de los accidentes ocasionados por los conductores de motocicletas están las víctimas, personas que sufrieron golpes de los que se recuperaron relativamente rápido; otras más graves por golpes en la cabeza, que tuvieron que ser intervenidas y terminar con una placa de platino en la cabeza; están quienes perdieron una pierna o un brazo, y finalmente quienes perdieron la vida. Entre estas últimas están las personas que dejaron huérfanos o personas dependientes que quedan en el desamparo

El problema tiene aún mayores agravantes, muchos de estos motociclistas no tenían permiso de conducir en el momento del accidente, no tenían SOAT, eran menores de edad y en un número preocupante se dieron a la fuga, dejando a sus víctimas sin auxilio, con absoluta irresponsabilidad, amparados además en lo engorroso que se convierte el trámite de la denuncia, la verificación en cámaras de vigilancia si es que existen en el lugar del accidente y la buena voluntad de las autoridades para continuar con la investigación hasta dar con el autor.

Tienen que tomarse medidas serias frente al peligro que representan los motociclistas irresponsables. Tiene que aumentar la vigilancia en las calles, hay ausencia total de personal de tránsito, no se ven patrulleros que controlen la velocidad ni detengan a los infractores, como los que hacen caso omiso de la luz roja, el que conduce en contraflecha, los que no tienen placas en sus vehículos, los que usan su celular mientras conducen, etc., etc. Todo esto es parte de la seguridad ciudadana, que por los datos conocidos está a la zaga de quienes se creen superhéroes de dibujos animados mientras están montados en una motocicleta.

(*) Lucía Sauma es periodista

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Por un mínimo acuerdo

Lucía Sauma, periodista

/ 8 de febrero de 2024 / 09:45

El trufi circula el centro de La Paz, son las 10 de la mañana, sol radiante, últimos días de enero. Por fin el conductor deja de hablar por su celular. El pasajero que iba a su lado lo sorprende con la pregunta “¿joven, está permitido hablar por teléfono mientras conduce?” Los demás pasajeros atentos a la respuesta esperan, se hace un silencio, el aludido responde a media voz: “No”. Cada uno piensa en lo que significa esa respuesta, cada uno en su fuero interno dice: ¿y entonces por qué lo hizo? Segunda respuesta: “Estaba en rojo”. Todos los demás piensan: primero, no es verdad; segundo, la luz roja no dura seis minutos; tercero, mientras hablaba estuvimos en movimiento. El pasajero cuestionador concluye en representación de todos: “Joven, reconozca que no ha hecho bien, expone su vida y la de los pasajeros”.

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Hacemos reglas, normas, leyes. Empleamos mucho tiempo en elaborarlas y aprobarlas, mientras que contravenirlas no cuesta nada, ni tiempo, ni escrúpulos. Es como estar frente a un rompecabezas: armarlo es difícil, requiere pensar, buscar la pieza exacta. Una vez hecha, damos un manotazo, con el simple afán de destrozarla sin haber terminado de admirarla. ¿Para qué hacer una norma, una regla, si el objetivo es no cumplirla?

Cada vez que una persona permite que otra contravenga acuerdos sociales y no la cuestione, no le dice nada, no le objeta, está consintiendo vivir en una sociedad sin ley, sin pacto social, donde cada quien haga lo que quiera sin que importe el daño que su actuación pueda ocasionar a los demás. ¿Esa es la sociedad que queremos, que soñamos, que deseamos?

Esta es la primera semana de clases en escuelas y colegios del país. Si pensamos que es allí el único lugar donde se educa, estamos muy equivocados porque la casa, la calle, son las escuelas sin vacación que educan o deforman todos los días y a toda hora, 24/7 como dirían quienes apuntan a estar siempre ocupados. El problema radica precisamente en que en estos lugares que es donde todos se forman primero, todos los días y a toda hora se contravienen todos los acuerdos en función de bien personal.

¿Cómo sería una sociedad donde los pactos sociales se cumplen a rajatabla? Seguramente sería una sociedad más respetuosa de la convivencia. Por ejemplo, las personas que la integrarían acordarían cumplir con el horario establecido por respeto al tiempo del otro. O tomando otro ejemplo, en la calle cada quien recoge la basura que genera por respeto a los demás y a sí mismo. Acuerdos simples, cotidianos, capaces de cambiar la convivencia y hacerla más amable, más digna. 

(*) Lucía Sauma es periodista

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