El círculo virtuoso del Re-IVA
La situación posconfinamiento en el mundo a consecuencia del COVID-19 ha resultado muy complicada, y es más que evidente que nuestro país no ha quedado al margen de todos los efectos adversos de la pandemia. En ese sentido, el actual Gobierno tuvo a bien promover un conjunto de medidas orientadas a superar la crisis, fortalecer la reactivación económica y consolidar el Modelo Económico Social Comunitario Productivo.
En esa línea y como uno de los primeros conceptos para recuperar la economía y su dinámica interna, el 28 de diciembre de 2020, el presidente Luis Arce promulgó la Ley 1355 del Régimen de Reintegro en Efectivo del Impuesto al Valor Agregado (Re-IVA) y la Ley 1357 del Impuesto a las Grandes Fortunas (IGF). La primera está orientada a todas las personas naturales que perciban un ingreso mensual igual o inferior a Bs 9.000, las cuales podrán beneficiarse con el reintegro del 5% del valor de sus compras facturadas por medios electrónicos, tomando en cuenta que el monto máximo a ser devuelto está delimitado por el nivel de ingresos declarado.
La medida gozó de una buena recepción por parte de la población, siendo que a marzo de la presente gestión ya se contaba con 30.304 beneficiarios registrados, de los cuales el 83% se encuentran en el eje central del país, y de acuerdo con las compras realizadas durante enero y febrero se efectivizó una devolución de Bs 1,6 millones.
El Re-IVA, como política pública basada en la economía conductual, lleva consigo una variedad de beneficios tanto en el orden individual como en el colectivo. Por un lado, al efectivizarse la devolución por el valor de las compras realizadas se profundizan las políticas de redistribución del ingreso dirigidas particularmente a los segmentos de la población menos favorecidos y más vulnerables.
El incentivo que genera la devolución por las compras efectuadas fortalece la demanda interna, ya que dichos recursos se reincorporan a la economía; por otra parte, se avanza en la adhesión de la gente a la cultura de exigir su factura.
Asimismo, el hecho de que esta medida promueva la compra con facturas de establecimientos legalmente establecidos, se convierte en un incentivo a la formalización de los negocios que aún operan de manera informal, y con ello se incrementará la recaudación de mercado interno que posteriormente se traduce en obras para el beneficio de la población en su conjunto, contribuyendo en todos los aspectos hacia una mayor justicia social.
Por todo lo expuesto anteriormente, se puede inferir que mientras esta medida vaya abarcando a más beneficiarios y se masifique, fortalecerá el círculo virtuoso descrito, coadyuvando a la recuperación de la economía y a avanzar hacia una Bolivia más solidaria.
Por otro lado, de acuerdo con los datos publicados oficialmente, el Impuesto a las Grandes Fortunas (IGF), en su primera etapa que fenecía el 31 de marzo, logró superar considerablemente las proyecciones que se tenían inicialmente, siendo que se registraron 182 ciudadanos que radican en Bolivia, de los cuales se pudo efectivizar una recaudación de Bs 159,4 millones, obteniéndose así un 59,4% adicional a lo previsto. Al respecto, es de conocimiento público que en este último tiempo han surgido constantes opiniones en torno a esta medida, enfatizando aspectos “negativos” de este impuesto. Sin embargo, con los datos observados, todas estas opiniones han sido refutadas, dado que carecían de un análisis serio y objetivo.
En ese sentido, conforme se vaya avanzando en la profundización de estas medidas, se logrará una mayor solidez conceptual del sistema tributario boliviano con el fin de que adquiera un carácter más progresivo, y resulte más equitativo para el conjunto de los contribuyentes.
Álvaro Nina Nina es economista.