La máquina del tiempo
La profesora Tamar Herzog, en las primeras páginas de su Breve historia del Derecho Europeo, nos cuenta sobre el asombro que una estudiante le expresó cuando en un museo vio una copia de la Carta Magna de 1215. Para la estudiante, estar delante de la carta de las libertades, que en su entender configuró el mundo moderno fue una experiencia muy importante que le confirmó su decisión de estudiar Derecho. Sin embargo, Herzog se pregunta ¿cómo explicar a esta estudiante que ese documento feudal no tuvo la importancia que ella creía? Es decir, ¿cómo poder lograr emprender un viaje en el tiempo para que la estudiante pueda apreciar que ese documento era solo una estrategia de los poderosos para proteger su jurisdicción y propiedades frente a una monarquía en expansión? Muchas veces lo que hoy significa un evento o un documento histórico dista de lo que en verdad pudo haber significado en su época. Muchos pueden ver una conquista en lo que fue solo una estrategia para conservar privilegios y ventajas.
En las primeras páginas de la obra La máquina del tiempo de H. G. Wells, el protagonista, el anónimo viajero en el tiempo, reúne en su casa a varios amigos para mostrarles un aparato que es capaz de transportar a sus ocupantes a otras épocas, una máquina que es capaz de llevar a sus pasajeros en un viaje por el tiempo. Mientras relata a sus invitados las características de la máquina, el más joven de los escuchas medita en voz alta que se podría aprender el griego directamente de los propios labios de Platón, incluso del mismo Homero, a lo que el anónimo viajero responde que, si eso sucediere, el joven amigo reprobaría la clase de gramática de ingreso a la universidad, pues los sabios alemanes ¡han mejorado mucho el griego! Tanto que hoy ni se parece al griego.
Una máquina del tiempo, como la de Wells nos pondría delante de la preocupación que nos relata la profesora Tamar Herzog. Posiblemente nuestra imagen del pasado esté tan distorsionada por el presente, que no se parezca en nada a lo que suponemos y creemos que pasó. Arthur Danto denomina a este fenómeno «asimetría cognitiva», que podemos resumirla de la siguiente manera: accedemos al conocimiento de eventos sucedidos después y a veces mucho después de que hayan sucedido, resignificando su importancia. En este sentido, si bien es muy importante conocer la historia para comprender el presente, no deja de ser igual de importante conocer el presente para saber desde dónde se narra la historia. Todo historiador partiría de una aporía: no puede tener experiencia del pasado, entonces solo significa e interpreta una versión posible del pasado, la más cercana al presente. Como decía Eric Hobsbawm: Ahora sé que la historia puede ocasionar o detener una guerra, depende de cómo contarla.
Farit Rojas T. es abogado y filósofo.