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El abril de los niños

Una vez más escribo sobre los niños, la indiferencia, el sin dolor, la ineptitud con la que en varias ocasiones aceptamos la violencia que sufren los más pequeños en la calle, la escuela y sobre todo la casa, el hogar, el nido donde son maltratados, humillados, explotados, abandonados por sus padres, parientes cercanos o simplemente adultos con los que, sin posibilidad de elegir, les ha tocado malvivir. Escribo esta columna con el ánimo de la gota que en su constancia por chocar contra la piedra termina por horadarla.

En el lapso de una semana, todavía con los encantos del 12 de abril, Día del Niño Boliviano, retumbando en el ambiente, nos intranquiliza la noticia del tormento que sufría un niño de 11 años, quien era víctima de castigos y humillaciones en manos de su padrastro, que no es un hombre sin recursos o sin instrucción, sino todo lo contrario, médico de profesión y económicamente con un buen pasar. En ese caso los vecinos hicieron la denuncia y actuaron para que el niño ya no reciba las palizas constantes del violento que tenía como ley castigar sin escatimar crueldad.

Y para demostrar con ejemplos concretos que la violencia no es patrimonio de una clase social, de un grado de instrucción, o determinada situación económica, el jueves 15 de abril en Achacachi, un trabajador del campo, padre de una bebé de siete meses, mató a su hijita asfixiándola. Unos minutos antes la había arrebatado de su madre, corrió con la niña en brazos apretándole el cuello, y cuando la madre logró alcanzarlo, la pequeñita ya estaba muerta.

La violencia extrema contra los niños tampoco tiene como único agresor al padre, las mujeres también golpean, humillan y victiman a sus hijos. Comenzamos esta semana conociendo que una mujer en Tirata, departamento de La Paz, hacía que su hijo, un niño de tan solo cinco años, trabajara en pesadas labores agrícolas a cambio de un pago que ella recibía. Es angustiante imaginar a un pequeñito obligado a trabajar desde la mañana hasta la noche sembrando y cosechando hortalizas, siendo maltratado y castigado por su madre y por la dueña del predio.

Por último el domingo, en la localidad de Apolo, un chiquito de cuatro años fue asesinado en su vivienda, mientras su madre cumplía con el trabajo de guardia municipal. El sospechoso es la expareja de la mamá. Qué fácil es vengarse de otro adulto agrediendo, matando a un niño que nada puede hacer para defenderse, ni pedir auxilio, ni hacerse escuchar.

La violencia es una pandemia que ataca a los niños, sin importar la edad, la extracción social, el grado de instrucción o la posición económica de los agresores. No hay cura ni vacuna. Los niños están expuestos a ser víctimas de este mal que se ensaña con ellos hasta quitarles la vida en manos de sus propios padres y dentro de sus propios hogares. Tampoco hay ley que valga o norma que se cumpla. Los niños se están convirtiendo en mártires de un tiempo de indolencia y con absoluta falta de conciencia. 

Lucía Sauma es periodista.