Icono del sitio La Razón

Patrimonio arquitectónico

Tatiana Suárez publicó una crónica, directa y contundente, sobre el inmueble conocido como Palacio Agramonte, al frente del Ministerio de Relaciones Exteriores en la plaza Murillo; es decir, en el centro simbólico de esta ciudad y en el corazón político del país. Para vergüenza de todas y todos, la casona está en un deterioro mayúsculo y es muestra de nuestra desidia para los visitantes que llegan a esta ciudad.

El matutino colega reprodujo en Facebook la brillante nota y, como esa red social es la alcantarilla emotiva del siglo XXI, brotaron las pasiones a favor y en contra del patrimonio edificado paceño. Es importante comentar las contradicciones de los enemigos del patrimonio edificado en el centro de La Paz que se pueden agrupar en los que evidencian su falta de pertenencia y los que politizan el tema patrimonial.

El sentido de pertenencia cultural es la razón fundamental por la cual una sociedad cuida y preserva su patrimonio tangible e intangible. Saber y conocer las obras que son parte de tu pasado es la fuerza que empuja al Estado a preservar y restaurar esa memoria. El cultivo de la pertenencia cultural es un largo proceso que en esta sociedad pluricultural paceña no se ha fomentado, ergo: no nos interesa nuestro pasado cultural. A esa falta de formación debemos añadir las actuales ganas políticas de alejarnos de todo lo que sea occidente. En teoría, la búsqueda de un paradigma identitario es correcta. Pero, en los hechos, estamos hasta el cogote con influencias del imperio, a saber: Iphones en las manos de los movimientos sociales; Avengers en las fachadas de los cholets; Nike y Adidas en los pies de los hermanos y hermanas del campo y de las marginalidades urbanas; y podría multiplicar los ejemplos. Es decir, no somos el Reino del Bután (el más alejado de occidente); estamos colonizados hasta el tuétano y, por ello mismo, es imprescindible cuidar nuestro patrimonio sin discriminaciones infundadas.

Politizar el tema y expresar que la arquitectura patrimonial del centro es del imperio colonialista y, por lo tanto, debe desaparecer y ser reemplazado por dos skyscraper es burdo y cavernario. Ni la Rusia comunista se atreve a tocar su pasado arquitectónico zarista (Putin goza en esos palacios); ni la China roja levantó edificios al lado de la Ciudad Prohibida; y la Cuba socialista es un ejemplo internacional por la recuperación de su centro patrimonial a cargo del fallecido arquitecto Eusebio Leal, un ícono de la restauración. Cuando la política de pacotilla se inmiscuye en las dimensiones culturales y artísticas atemporales la embarra. 

Carlos Villagómez es arquitecto.