El auge eólico y solar ya está aquí
Solo una palabra: Solar. Bueno, en realidad, una más: Eólica. El sol, el aire y la química para embotellar su energía ilimitada parecen constituir cada vez más el próximo gran avance tecnológico del mundo, un salto que cambiará la vida de muchos de nosotros como lo hizo la aviación, la internet o, por supuesto, los plásticos.
Una transformación trascendental está en marcha, más rápido de lo que muchos creían posible y a pesar de las largas dudas sobre la viabilidad de las energías renovables. Estamos pasando de una economía global alimentada en esencia por combustibles fósiles que calientan el clima a otra en la que, de manera limpia, obtendremos la mayor parte de nuestra energía del agua, el viento y el fuego del cielo.
Los estudiosos de los mercados energéticos afirman que la economía por sí misma garantiza nuestra eventual transición a los combustibles limpios, pero que las decisiones políticas de los gobiernos pueden acelerarla. En octubre, la Agencia Internacional de la Energía declaró que la energía solar es la nueva forma de electricidad más barata en muchos lugares del mundo, y en lugares especialmente favorables, la energía solar es ahora «la fuente de electricidad más barata de la historia».
Existen muchas razones para dudar del futuro de las energías limpias. La energía eólica y la solar siguen representando solo una pequeña fracción de la producción energética mundial. Sin embargo, en medio de la pesadumbre general ocasionada por el cambio climático, el auge de las energías limpias ofrece un destello inusual no solo de esperanza, sino de algo más: entusiasmo. Las audaces afirmaciones de la industria se ven reforzadas por tendencias más audaces. En los últimos 20 años, los expertos han subestimado de manera sistemática la disminución de los precios, las mejoras en el rendimiento y la velocidad de adopción de la energía renovable.
Jenny Chase, quien analiza el sector de la energía solar en BloombergNEF, una empresa de investigación energética, me dijo que cuando empezó a trabajar ahí en 2005, su hipótesis más optimista era que la luz solar acabaría generando no más del 1% de la electricidad mundial. Estaba muy equivocada, al igual que muchos otros, incluidos los organismos gubernamentales. La energía solar superó el 1% de la generación mundial de electricidad a mediados de la década pasada. Chase calcula que la energía solar representa ahora al menos el 3% de la electricidad mundial, es decir, tres veces más de lo que ella creía posible.
En una previsión publicada a finales del año pasado, Chase y sus colegas de BloombergNEF estimaron que en 2050 el 56% de la electricidad mundial se produciría con energía eólica y solar. Pero en su opinión esa previsión ya es obsoleta: es demasiado baja.
Otros van más allá. “La era de los combustibles fósiles llegó a su fin”, declara en un nuevo informe la Carbon Tracker Initiative, un grupo sin fines de lucro compuesto por expertos que estudia la economía de las energías limpias. Kingsmill Bond, su estratega energético, me dijo que la transición a las energías renovables alterará la geopolítica y la economía mundial a una escala comparable a la de la Revolución Industrial.
Es importante señalar que sigue habiendo obstáculos en el camino hacia un futuro de energías renovables. El más obvio es la infraestructura necesaria para aprovechar toda esta energía eléctrica: por ejemplo, redes eléctricas más sólidas y el cambio al uso de energía eléctrica en todo, desde los coches hasta los barcos cargueros.
Estos problemas son considerables, pero tienen solución. En su próximo libro, Electrify, Saul Griffith, inventor (y becario MacArthur) y cofundador de una organización llamada Rewiring America, sostiene que “muchas de las barreras a las que se enfrenta un futuro de energía limpia son sistémicas y burocráticas, no tecnológicas”.
Griffith asegura que la transformación será una bonanza económica: muchos analistas prevén una enorme creación de empleos y un ahorro en el precio de la energía gracias al cambio a las fuentes renovables. Sin embargo, si queremos llegar a tiempo para evitar algunas de las predicciones más funestas sobre el calentamiento climático, tenemos que acelerar la transformación. Entre otras cosas, Griffith aboga por una revisión completa de nuestras políticas energéticas para reducir algunos de los costos regulatorios de la expansión de la energía renovable.
¿Qué tipo de costos? Muchos pequeños e imprevistos. Por ejemplo, en gran parte de Estados Unidos, la instalación de paneles solares en los tejados requiere un proceso extenso y costoso de obtención de permisos que aumenta el precio de manera considerable. Otros países han logrado reducir mucho esos costos al simplificar las normas. Esto no será fácil; la industria de los combustibles fósiles está luchando de manera activa contra el aumento de las energías renovables. Pero lo más que puede hacer es retrasar las cosas. Se avecina una economía energética libre de carbono, les guste o no a las empresas petroleras y carboníferas.
Farhad Manjoo es columnista de The New York Times.