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La danza del periodismo

Que no les engañe el título de esta columna. Cuando digo danza del periodismo no hablo de periodistas que salen de las redacciones al final de la tarde para unirse a los bloqueos en las calles o para apoyar desde sus cuentas personales consignas partidarias y vuelven al día siguiente a sus escritorios para escribir las noticias; menos de periodistas que abrigan sus frustraciones personales o sus dolores íntimos con un falso afán por ser crítico al poder de turno; todavía menos de estructuras periodísticas que danzan al ritmo de sus intereses propietarios torciendo titulares o encuestas según antojos del dueño; todavía menos de asociaciones de periodistas que felicitan solo a los periodistas para ellos “independientes” en el Día Internacional de la Libertad de Prensa.

Cuando digo “danza del periodismo” pienso primero en la vieja radio a pilas de mi abuelo protegida en su forro de cuero marrón. Pienso en la autoridad de ese locutor que le puso banda sonora a mi infancia, en las radionovelas con actuaciones en directo. Pienso en el aparatoso televisor que solo servía desde las seis de la tarde; ese que mostraba la realidad colorida en blanco y negro; ese que solo tenía un canal en el abanico de opciones. Pienso en el periódico gran formato, registro por excelencia de la información relevante, en las lecturas largas y casi obligatorias que se corregían en artesanales talleres hasta la madrugada. Y son impresionantes los giros hasta llegar a este tiempo vestido de pandemia.

Pese a los saltos tecnológicos en los tres soportes mediáticos, nada fue tan revolucionario como la llegada del universo digital. Qué baile. Difícil de comprender su omnipresencia en los años iniciales. Llegó para quedarse, para atravesarlo todo e inaugurar una dimensión que puso a la radio, televisión y prensa entre sus silenciosos dedos. Con esta revolución inédita, nuestros cotidianos se vieron obligados a pensarlo todo diferente. Hoy, contar con señal en el teléfono es tan urgente como tener agua o electricidad. Así las cosas, inevitable fue el sacudón rockero del esqueleto periodístico. Periódicos, canales de Tv y estaciones de radio a la piscina digital aprendiendo a concebir la vida en constante metamorfosis. Los pasos son agigantados: se entrevista desde el escritorio; se sabe de las fuentes por sus trinos en Twitter; las calles comparten espacios de lucha con las anónimas e impunes voces de las redes sociales; no hay historia sin imagen; no hay noticia sin video; no hay fiesta sin música. La policía digital llegó a contar las palabras e imponer el Padre Nuestro de lo corto, lo impactante, lo que jale audiencias y tráfico en los infinitos pasillos digitales. Son los hilos que hacen mover la publicidad, por lo tanto los ingresos de los medios, por lo tanto las clásicas formas de medir audiencias también deben seguir al mono mayor, el mono digital, el mono con navaja. El movimiento es tan continuo que no se ve con claridad la forma de los periodismos a los que la sociedad está dando vida. Los periodistas tienen más herramientas en sus manos pero más pistas simultáneas del espectáculo mediático en las que deben ensayar sus acrobacias. Si hasta aquí no sienten mareo, vamos por ciertos actores que van, como canta Fito Páez, al lado del camino: las empresas que viven de la promesa de la gestión comunicacional eficiente y una buena relación con los medios. Para los periodistas esto significa relacionarse pacientemente con los experiodistas o comunicadores que median entre las fuentes y los medios: visitas van, explicaciones de las crisis vienen, pedidos de notas van, contenidos enlatados por estos mediadores vienen, búsquedas de información periodística van, intentos de controlar la buena imagen del cliente vienen… Sin darnos cuenta hay un encargado de prensa en casa, una empresa de comunicación estratégica al frente, un relacionista público al lado, un consejero que sabe de medios a mano y un ratoncito que toca el tambor.

¿Que no se sienten del todo mareados? Vamos a darle un vistazo a las otras piezas del rompepaciencias: los diseños “amigables” que amputan el metraje de una buena nota, los tips de los expertos para que el producto/mercancía periodística navegue bien en el mar digital, el recorte del papel por la crisis económica, el recorte de los títulos, el recorte presupuestario de las salas de redacción, el recorte de los horarios de cierre de edición, los pedidos de las empresas que no quieren publicidades explícitas sino contenidos publicitarios con careta informativa, influencers, Twitter, streamings, Facebook, likes, hashtags, Tom y Jerry, my name is Claudia…

 Claudia Benavente es doctora en ciencias sociales y stronguista.