Imágenes sensibles
Se ha hecho una constante que a la mitad de un noticiero televisivo adviertan sobre las imágenes perturbadoras que están a punto de difundir, arguyendo que pueden herir la sensibilidad del televidente. Sin duda, muchísimas personas realmente creen que les están haciendo un favor porque no quieren que el horror que viene a continuación les dañe. Los más avispados se dan cuenta de que las advertencias lanzadas de esa manera más bien son una invitación a satisfacer su morbo, un regodeo entre la sangre, las lágrimas, los gritos, el dolor ajeno. La fórmula nunca falla, es una manera de apresar a la audiencia, de engrillarla para someterla, acostumbrarla a ver sin sentir y finalmente tenerla insensible, dócil, indiferente, incapaz de rebelarse.
Tener una audiencia que acepta todo es tener un grupo de gente acrítica, preparada para aplaudir la mediocridad, inerte al momento de actuar, sin posibilidad de exigir calidad, se contenta con lo que hay, fácil de engañar cuando empalagosamente le dicen que es un público exigente, inteligente, que solo elige lo mejor. Tengo la sensación de que esa es la calidad de público que están formando los medios de comunicación del país, principalmente televisivos, para finalmente justificar su pobreza anunciando victoriosamente que cada pueblo tiene los medios que se merecen.
Por esa forma de hacer comunicación es que los feminicidios se han convertido en un ranking estadístico, que cada día exige dar mayores datos de la víctima, el feminicida y los detalles de la saña, la sangre, el olor, el último gesto o la marca del arma. Por el mismo río de sensacionalismo corren los infanticidios, las violaciones a niñas y niños, causando escalofrío por un momento e insensibilizando el minuto siguiente.
La violencia se ha convertido en un espectáculo que no puede faltar. Es como el ingrediente que hace más apetitosa la merienda que ofrece el anfitrión. Un noticiero que se precie de exitoso no puede prescindir de un hecho violento, sin importar de dónde provenga, ni a quién dañe, o qué consecuencias tenga. Lo macabro cuenta y multiplica en los ingresos de los medios porque vende y como la noticia es mercancía, no importa de dónde proviene ni a quién afecte, solo interesa que se venda.
Para mal de esos medios de comunicación y sus comunicadores, todavía quedan lúcidos que reclaman si no inteligencia, al menos humanidad, decoro, un poquito de vergüenza en el momento de elaborar la noticia, de pasarse el trabajo de hacer más periodismo y menos amplificación de los chismes de las redes sociales. No son pocas las personas que, cansadas de tanta frivolidad y sensacionalismo, exigen medios más serios, más críticos, más conscientes de su papel en la formación de opinión y su poder de movilizar a la sociedad cuando así lo requiere. Esas voces de reclamo aumentan día a día, levantan olas cada vez más altas, la tolerancia a la estupidez tiene un límite.
Lucía Sauma es periodista.