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Sostener expectativas

Las percepciones sobre el gobierno del presidente Arce son moderadamente positivas. Hay tres claroscuros que deberían ser tomados en cuenta: la persistencia de una alta incertidumbre, la dificultad del oficialismo para ampliar su aprobación más allá de los que les votaron y una elevada expectativa de que la economía mejorará hasta fin de año.

Coincidiendo con los seis meses de la nueva administración, el CELAG ha publicado los resultados de una reciente encuesta sobre el contexto político. Debo reconocer que, más allá de sus evidentes filias por la izquierda, este centro de investigación viene produciendo información de opinión pública de calidad razonable desde hace un par de años.

Las buenas noticias para el oficialismo son la mayoritaria opinión positiva sobre el Presidente (49% en relación a una percepción negativa de 42%) y el alto nivel de credibilidad que tendría su palabra (52%), que contrastan con el 30% que califican positivamente a los dos líderes de la oposición, Mesa y Camacho.

Aunque esos datos de favorabilidad son notablemente superiores a los que tenía Áñez en similar periodo, están por debajo de los que logró Evo Morales a seis meses de haber ganado los comicios de 2006, 2009 y 2014. El apoyo a Arce se concentra principalmente entre sus electores, teniendo dificultad para trascender sus fronteras partidarias. Este rasgo no es necesariamente un problema, pero sí lo podría ser en un contexto con grandes restricciones y oposiciones minoritarias pero radicalizadas.

Esa fragilidad tiene también que ver con el 28% de encuestados que dicen sentir incertidumbre respecto a la situación del país, porcentaje que casi no ha cambiado desde la primera ola de la pandemia. Es decir, la constitución de un nuevo gobierno, con legitimidad democrática y una mayor capacidad de ejercer autoridad estatal, no parecería haber estabilizado las inquietudes de un porcentaje apreciable de ciudadanos.

Lo que pase con ese tercio de inquietos es crucial pues la consolidación de un estado de ánimo optimista dependerá si esas personas se decantan más del lado de los molestos con el Gobierno (27%) o de los que ya le tienen confianza (35%). Ciertamente, en este momento hay circunstancias atenuantes que explican las dudas, hay nuevas olas de contagio y una economía que recién se reactiva, pero la gestión política tiene la obligación de irlas despejando o atenuando.

¿Dónde se ubica el ámbito privilegiado para construir o reforzar certezas? El estudio es claro al respecto: la partida se jugará en el ámbito de la economía, los ingresos y los desempeños concretos del Estado en cuestiones de corrupción o salud por ejemplo, y no necesariamente en las discusiones sobre el “conflicto político” que importan apenas al 11%. Panorama, dicho sea de paso, coincidente con mi convicción de que Arce fue elegido porque parecía el más apto para enfrentar la crisis y que será sobre eso que se le evaluará.

Eso nos lleva al último claroscuro: la existencia de una significativa brecha entre expectativas de mejora y la opinión sobre los logros concretos del Gobierno. Las calificaciones sobre el manejo de la pandemia son negativas (60% las califica de esa manera) y aunque en economía mejoran, casi la mitad las percibe más bien como malas. Sin embargo, solo un 39% piensa que el Gobierno no podrá mejorar la economía hasta fin de este año. En suma, juicio mediocre sobre el desempeño gubernamental, pero esperanza de que podría/debería mejorar.

El balance es pues matizado, el Presidente cuenta con un capital político apreciable, fundamentalmente entre los votantes del MAS, pero hay un importante porcentaje de ciudadanos que se están dando un compás de espera para ver qué pasa. Mientras, persisten las incertidumbres sobre el futuro del Gobierno y del país. Así pues, el gran desafío es satisfacer estas esperanzas o al menos manejarlas para que no se frustren. La clave es entender que la gente busca certezas y cierta tranquilidad en un tiempo estructuralmente turbulento y angustiante, sentimientos frente a los cuales el Gobierno no puede ser indiferente.

Armando Ortuño Yáñez es investigador social.