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Todo sobre un hilo

Estos últimos días, LA RAZÓN y Extra nos llevaron por la feria 16 de Julio en la ciudad indomable, El Alto. En medio del notable ingenio y la demostrada vena comercial de la zona, se abre la calle de la venta ilegal de mascotas que le quita la luz a este motor económico. En primer lugar porque no son mascotas sino un punto de tráfico de todo tipo de animales: pájaros de colores en mini jaulas chuecas, conejitos recién nacidos soportando suéteres de colores bajo punzante sol de mediodía, gatos hacinados de todo tamaño y pelaje, perros de raza y no tanto en cajas de a peso. Tristes, expuestos a la indolencia de los comerciantes que hacen de las suyas porque no hay un solo guardia que se dé una vuelta para hacer cumplir la ley. El abandono a su suerte y a su soledad no riman con la soledad de la exalcaldesa Soledad Chapetón que no logró o no operó para poner un punto final a esta calle del martirio animal que lastimosamente es un espejo de nuestra crueldad con seres inocentes que después de este campo de concentración les queda la incertidumbre del futuro en manos de compradores entusiastas el primer día y quién sabe el segundo. Así, este lunar de nuestro espacio público queda como una herida abierta y una interrogante que la actual alcaldesa de El Alto, Eva sin Evo, Eva sin Santos, Eva sin grandes recursos económicos, nos demostrará si le interesa o no. El Alto estrena autoridad y está en veremos. Lo está también La Paz y su flamante alcalde Arias, con sus asesores independientes y sus no pocos recursos discursivos ante las cámaras y micrófonos dejando en el desván a Revilla, sus soles, sus veinte años de gestión municipal y sus inocultables deudas. Del ceño fruncido al altisonante camino del exministro de la pandemia. En veremos, Collalandia.

Mirando el resto del mosaico departamental y municipal se forma el signo de la transición, de la incertidumbre y de la oportunidad tanto de ser mejores como la posibilidad de extrañar al viejo conocido.

Así, el paraguas que des/cubre Bolivia desde la crisis poselectoral es el de la deuda pendiente, de la intolerancia, del odio. Cuentas por saldar: de los pititas colgados a Jeanine y su gigante biblia con los masistas “ignorantes y terroristas”, de los masistas sin Evo con los masistas evistas garcialineristas, de los pititas perdedores sin Jeanine con los masistas “autoritarios” e indígenas, de los pititas que gobernaron y candidatearon con los pititas que candidatearon y no gobernaron ni con la transición ni sin la transición. A momentos parece una suerte de eclipse político del que saldremos sin sol.bo, sin luna.bo, sin las mismas fuerzas políticas que pelearon el poder hasta el año del fraude monumental, del golpe de Estado, de Camacho y su papá, de los masistas en pelea de gallos, de sotanas en reuniones políticas, de organismos internacionales en plena cocina después de una cena que olía a quemado. El final del eclipse no es mañana.

Y nada de sacar las narices para respirar aire puro por la ventana porque el aire peruano, como se sabe bien en Lima, sigue bajo un cielo encapotado, gris, incierto desde hace quinientas mil noches de ingobernabilidad, corrupción y desconfianza. Danzan la marinera peruana (cuando no la morenada boliviana) las ganas de millones de peruanos de salir del desmadre y de los bipolares consejos de Varguitas Llosa.

Nada de asegurar el arco iris en Ecuador después de tan sorpresiva y frágil segunda vuelta. Los movimientos indígenas no le abrieron el cielo a los correístas como no le dieron ninguna llave a Lasso que después del banquete de la celebración, comenzará la dieta de la crisis y de las oposiciones indígenas con tostadas correístas. No hay jugo de naranja.

¿Vamos a Pelotillehue a despedir al Chile de Condorito con su parche en el pantalón y a su Yayita acosada por el Saco de Plomo y a la pesada de doña Tremebunda que tanto creyó en las promesas de Pinochet? Vamos despacio, hay muchas manos, una derecha con el ojo en tinta, una izquierda sin entrenamiento y un estadio de nuevas caras que representan las calles repletas del “ya no más” que desde hoy tendrán que poner a prueba el “después de la calle” para alejarse de la dictadura de Pinocho.

¿Colombia? ¿Cómo así? ¿No vemos que no se acaba el destape callejero del malestar, de la pobreza, de la desigualdad? El hastío de la violencia, del palo de los policías ha empujado a desafiar la mano dura de las fuerzas del orden, ha achicado por decreto los fantasmas de la guerrilla, de los terrorismos, del narcotráfico porque las calles decidieron gritar “¡Ya no más!”. Por lo pronto se pasea la muerte, se desnuda la desigualdad y se acerca una feroz carrera política sobre el camino del luto.

Lejos del vecindario, las voces palestinas abren la jaula del terror y de la muerte y nos dicen que la crueldad viene de nosotros, como en esa calle de la feria 16 de Julio. Que todo está sobre un hilo. Un hilo que en las manos de la gente bien intencionada puede convertirse en el manto que nos abrigue en estos tiempos. Sujeto mi hilo y comienzo a tejer desde mi diminuto presente.

Claudia Benavente es doctora en ciencias sociales y stronguista.