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La madre como ficción

En nuestro país como en casi todo el planeta, las autoridades han fijado un día al año para rendir homenaje a las madres, a las autoras de epopeya del ser humano. En México, se celebra el 10 de mayo en memoria de un grupo de mujeres que impulsaron el primer programa de planificación en aquella república; España ha consagrado el primer domingo de mayo para tal fin y así en países como Brasil, Chile, Colombia o Estados Unidos se festeja a las nobles progenitoras el segundo domingo del mes, que según algunos expertos en mitología, estaba consagrado en la antigüedad a la diosa Maya, esposa del fiero Vulcano; otra versión adjudica su origen etimológico a la palabra latina majorum que quiere decir “mayores”, es decir, el mes dedicado a los ancianos.

La heroica defensa de una colina inserta en la ciudad de Cochabamba el 27 de mayo de 1812, conocida como La Coronilla, por parte de mujeres y niños ante la ausencia de hombres, casi todos masacrados por el ejército español, fue el motivo para que en 1944 el presidente Gualberto Villarroel emitiera el decreto fijando por primera vez el 27 de mayo como Día de las Madres en la República de Bolivia.

Sin embargo, atendiendo al documentado y esclarecedor ensayo de Fernando Suárez Saavedra (incluido en el libro Mitos expuestos. Leyendas falsas de Bolivia, Cochabamba, 2014), este combate legendario nunca sucedió o por lo menos de la manera como nos lo cuenta la historia oficial.

El origen de esta falsificación se encontraría en el libro Historia de Belgrano publicado en 1876 por Bartolomé Mitre, militar argentino muy ligado a la historia de Bolivia, amigo entrañable del Mariscal Ballivián que fue contratado como instructor de la Academia de Artillería (1846) y es conocido como el autor de la primera novela boliviana escrita en la hacienda del vencedor de Ingavi: Cebollullo, en 1847. Dicho escritor, más dotado para la ficción que para la historia, es el que introdujo el mito en el imaginario popular, sin ningún apoyo documental y a más de 50 años de producido el supuesto combate. Identificando a las valientes mujeres solo como “mujeres de la plebe”, desliza la famosa frase “que si no había en Cochabamba hombres para morir por la patria y defender a la Junta de Buenos Aires, ellas solas saldrían a recibir al enemigo”. A su vez, esta frase tomada por Nataniel Aguirre en su novela Juan de la Rosa nueve años después, tendría tanto éxito como referencia “histórica” que a partir de su publicación, por extraño que parezca, se convirtió en una verdad histórica inexcusable.

Se consultó a nueve historiadores bolivianos anteriores a Mitre y ninguno de ellos menciona la defensa de La Coronilla, exclusivamente por mujeres. Y posteriormente se remite el único documento original y oficial, que no es otra cosa que el informe que expide el comandante José Manuel Goyeneche y Barreda al virrey del Perú José Fernando Abascal, en el cual no se hace ninguna referencia a las mujeres en cuestión.

Consiguientemente se puede sacar en limpio y, en honor a la pura y simple verdad, que el 27 de mayo sí hubo un combate y posterior masacre de patriotas cochabambinos en el montículo de San Sebastián, ejecutados por el ejército español a la cabeza del sanguinario Goyeneche, y que en este magno episodio por la liberación del suelo patrio lucharon hombres, mujeres y niños, y que los míticos personajes como la ciega Manuela Gandarillas y la epónima frase “si no había hombres allí estaban las mujeres”, eran solo producto de la imaginación de Nataniel Aguirre.

Para enredar más las cosas, en 1919, José Macedonio Urquidi publica un libro de culto, Bolivianas Ilustres. Heroínas, escritoras y artistas, un respetable historiador que Suárez Saavedra no incluye en su abundante bibliografía y entre las biografías de Juana Azurduy de Padilla, Vicenta Juaristi Eguino, Úrsula Goyzueta, Mercedes Tapia… Allí aparece nítida y más llena de luz que nunca la biografía de la ciega Gandarillas y se establece que fue hermana del patriota José Domingo Eras y Gandarillas, ejecutado por el coronel hispano Juan de Imas (elogiado en sumo grado en el informe de Goyeneche), en realidad verdugo de ambos hermanos en aquel 27 de mayo.

Y así continua la ficción en insólito maridaje con la historia oficial, como aquel otro episodio citado por Javier Mendoza Pizarro (La mesa coja) que pretendiendo desvirtuar la autenticidad histórica de las firmas en la Proclama de la Junta Tuitiva de la Revolución del 16 de Julio de 1809, le adjudica más bien un origen ficticio debido a la obra de teatro escrita por Félix Reyes Ortiz en 1859: Los Lanzas.

A fin de cuentas, la madre no necesita un día en especial que responda a un heroico episodio, ni un año específico fijado por alguna institución internacional para homenajearla, sino toda una vida para amarla en la memoria agradecida de sus hijos.

Milton Mendoza M. es abogado y presidente de la Fundación Juntos por los Derechos Humanos.