La sórdida realidad de la salud actual
En los últimos tiempos nuestras vidas han cambiado hasta el punto que pareciera que los colectivos humanos han dejado de estar seguros de que haya un mañana, y de que éste seguirá acompañado de una fuente de creación, experiencia y extensión de conocimiento.
Lo cierto es que vivimos una suerte de paradoja que ha logrado invadir la contextura de nuestras vidas, hasta el punto que las ambiciones que conlleva la existencia humana sobre una nueva mirada a un futuro mejor y más amplio han dejado de crecer, aunque no faltan otras que están siendo desarrolladas, pero por otros caminos.
Independientemente de ello, son tiempos difíciles en la vida del ciudadano, a quien se le exige cumplir con medidas diarias como el cubrir su cuerpo y rostro. Un sinfín de rituales que son parte de la puesta en escena cotidiana de cada persona antes de salir de casa. Un hecho que no puede ser fragmentado y menos omitido si queremos seguir con vida.
Empero, esta situación si algo positivo tiene es el desarrollo de la realidad sanitaria, cuya experiencia y producción científica ha comenzado a extenderse a otras naciones menos desarrolladas, pero que hoy obligadamente empezaron a producir vacunas, obviamente con las composiciones que les llegan de los países productores. Una realidad que denota que seguimos caminando inevitablemente hacia el desarrollo.
Esto nos debiera llevar a recordar que todo pasará y que nuevamente el planeta se consolidará en cuanto a salud; y lo mejor, el habitante nunca dejará de soñar y menos olvidará el tener la mirada en el futuro.
Es evidente que los precursores del futurismo soñaron con la evolución del orbe, lo que jamás dejará de suceder porque la necesidad de crear, inventar o descubrir forma parte innata de la humanidad. Mucho más en los últimos años, ya que la vida en movimiento ha mostrado realidades que responden a esa meta y que serán retomadas con mayor ahínco, pero con prudencia y en el momento que se venza a la adversidad. Algo inobjetable porque el orbe ambiciona la sobreconstrucción, el redescubrimiento, en síntesis: los signos del desarrollo.
Si bien momentos como este nos recuerdan otras realidades similares en la historia, hoy pareciera que vencer esta adversidad debe estar apoyada en el pensamiento de Buccioni, quien afirmó hace más de un siglo: “A levantar el hogar” en el corazón de una multitud. Esto con un sentido distinto: el de la mirada más humana y equitativa del futuro del planeta. Por tanto, son momentos que se han convertido en una especie de sobrecarga en nuestras vidas gracias a un mal que se ha extendido y ha creado la mayor disonancia que ha atravesado la humanidad en estos dos últimos años, lo cual nos lleva a pensar que toda sórdida realidad es a causa de una heterogeneidad de hábitos y necesidades de subsistencia del ser humano, que deben comenzar a ser reflexionados pues también entran en juego su calidad de vida y su salud.
El rostro de la libertad del ciudadano no dejará de existir, tampoco el descubrimiento y desarrollo de la ciencia y demás. Esto porque las personas jamás dejarán de crear y menos dejarán de soñar en un futuro cada vez más desafiante. Todo ello pese a que la vida sanitaria sea adversa como en estos momentos, lo que conlleva una realidad que hasta hace más de un año era inimaginable. Ahora, esta situación solo muestra la necesidad de repensar en el ser humano, el personaje más importante de la Tierra.
Patricia Vargas es arquitecta.