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‘Obama’ por Obama

La versión al francés tiene 844 páginas, además de 36 folios a todo color de mementos fotográficos de la primera gestión de su presidencia (2009-2013), cuyo sugestivo titulo Una tierra prometida encierra sus recuerdos en 3 kilos de papel, con al menos 200 páginas superfluas si el autor hubiese omitido los párrafos de amor y admiración por su esposa Michelle, el relato de las travesuras de sus hijas Malia y Sasha y las enseñanzas recibidas de su madre y hasta de su abuela. Por añadidura, es recurrente esa tendencia americana de reseñar el origen étnicogeográfico y la bio-data de cuanto personaje aparece en escena, incluyendo al jardinero y al cocinero de la Casa Blanca. Francamente, si no hubiera sido por el confinamiento impuesto por la pandemia me hubiese privado de conocer al detalle los trajines domésticos del recinto presidencial en Washington, las tareas furtivas del Servicio Secreto, las comodidades del Air Force One, la fabricación de los discursos oficiales, las técnicas manifiestas y encubiertas del cabildeo senatorial, los diálogos con su círculo íntimo transcritos verbatim, y la debilidad por el tabaco y por el basketball de aquel joven negro que desde los tugurios de Chicago trabajó infatigablemente por hacer realidad el sueño de conquistar el cetro del país más poderoso del planeta.

En la parte sustantiva del libro se puede detectar las descarnadas batallas que libra Obama para abrirse campo en su ascenso al escaño senatorial, el arduo camino para ganarse el respeto de sus colegas blancos apoltronados por décadas en sus sillones parlamentarios, su postulación a las primarias del Partido Demócrata, las escaramuzas en los debates con sus rivales Hillary Clinton y Joe Biden, a quienes arroparía luego de su victoria que lo lleva hasta la Oficina Oval, donde se resiste a creer que “Dios lo convocó a ser presidente” para enfrentar en el plano interno la tremenda crisis financiera de 2008 como herencia de la administración anterior y en política extranjera, las acciones militares en Afganistán y en Irak, la hostilidad del régimen norcoreano y el desafío nuclear que persiste en Irán. Gran parte de su tiempo consume su obstinación por la reforma del sistema de salud en los Estados Unidos, en el cual cerca de 50 millones de americanos no están cubiertos por la seguridad social. Su batalla por lo que se apoda como el Obamacare es planificada militarmente y defendida con ardor. En cuanto a política exterior, la temprana asignación del Premio Nobel de la Paz (2009) lo obliga a privilegiar la diplomacia sobre la guerra y a contener las pulsiones de sus generales belicosos. Creyente en el multilateralismo busca el apoyo de Naciones Unidas y se esfuerza por coordinar iniciativas con sus aliados de la Unión Europea en puntos vitales como el calentamiento climático o la lucha contra el terrorismo.

Ingredientes sabrosos son los picantes retratos de sus interlocutores. Mientras le impresiona el azul de los ojos de Angela Merkel, ironiza la pequeña estatura de Nicolás Sarkozy (1,66 metros) elevada por altos tacones que dice lo hacen parecer “un personaje escapado de un cuadro de Toulouse-Lautrec”, y en otros viajes encuentra a Vladimir Putin “pequeño y rechoncho. Cuerpo de luchador…con ojos claros y vigilantes”. En cambio, su pupila capta, el bigote recortado del checo Vaclav Havel y le sorprende que el octogenario rey saudí… tenga 30 mujeres oficiales que sumarían 50 con las amantes. Pero halla “soporífica” la charla con el mandatario chino Hu Jintau. Sorprende que Obama describa con suprema meticulosidad los palacios y lugares visitados, lo que hace presumir que llevaba un diario personal, aunque la minucia de sus diálogos con colaboradores y homólogos son registrados cotidianamente por medios electrónicos. En América Latina solo se detuvo en Brasil y en Chile, con tenues referencias a Dilma Rousseff y a Sebastián Piñera, por estar esos días orientando el bombardeo aéreo a Libia. En el epílogo hace un relato cinematográfico de la ejecución de Osama Bin Laden en Abbottabad (Pakistán) ordenada por él mismo, en uso de su prerrogativa presidencial. Luego se aboca a la campaña por su reelección que culminó exitosamente y cuyo siguiente periodo (2009-2017) será objeto del segundo volumen de esas copiosas memorias.

Carlos Antonio Carrasco es doctor en Ciencias Políticas y miembro de la Academia de Ciencias de Ultramar de Francia.