Avalancha de noticias
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La pasada semana ha sido movida como muy pocas en materia informativa. Quienes estuvimos medianamente pendientes de las noticias vimos la agenda informativa cada vez más caliente a medida que pasaban los días, como una serie dramática con un vuelco de trama casi diario. El tema del año —el COVID- 19— entró a la agenda noticiosa desde el punto de vista de las vacunas y de la escasez de medicamentos. El hashtag #Liberen- LasVacunas se hizo consigna en las redes sociales, como si alguien en la plaza Murillo estuviera conteniendo la llegada de vacunas.
El tema fue gradualmente puesto en agenda desde hace varias semanas, pero no tuvo mayor repercusión mientras los cincuentones —asustados por redes sociales, creencias religiosas y desinformadores de toda calaña— dudaban de ir a recibir su pinchazo en los centros de vacunación masiva. Cuando éstos se abrieron a los siguientes tramos de edad, la asistencia fue caudalosa y las dosis empezaron a escasear. El Gobierno ha anunciado la llegada de grandes cantidades de dosis de las vacunas que se están aplicando en el país; por ejemplo, nos indican que para la próxima semana contaremos con un millón de vacunas Sinopharm.
Mientras tanto, los impulsores del #LiberenLasVacunas insistieron en notas epistolares, campañas en redes y otras expresiones mediáticas para que desde la plaza Murillo se dé vía libre a los gobiernos subnacionales para la compra directa de vacunas. El Ministerio de Salud logró responder a la situación y, al momento del cierre de esta columna, ya fue firmado un acuerdo con los gobiernos municipales para implementar un mecanismo de adquisición de vacunas contra el COVID- 19.
Pero mucho antes de que se resuelva el tema de las vacunas para el municipio, los medios nos anoticiaron —con lujo de detalles y con tomas desde todos los ángulos posibles— del bochornoso pugilato en la Asamblea Legislativa, el día de la interpelación al Ministro de Gobierno. El tema, que pudo haberse resuelto sin pasar de las habituales expresiones histriónicas a las que nos tienen acostumbrados nuestros asambleístas, se convirtió en un pretexto para armar un ring de enfrentamiento de “golpe vs. fraude”, reflejando y profundizando un ambiente de polarización en la población boliviana que se refleja incluso en los comentarios de las redes sociales luego del empate (con sabor a victoria, dirán los de siempre) de la selección nacional contra Chile.
Pero, llegando el fin de semana, las declaraciones de Jeanine Áñez en la Fiscalía pusieron sordina a todo lo que los medios nos mostraron hasta entonces. Como ya Ud., amable lectora, amable lector conoce, Áñez indicó que Carlos Mesa se opuso a que Adriana Salvatierra asuma la presidencia luego de que Evo Morales renunciara en noviembre de 2019.
A partir de esta noticia, se me ocurren dos escenarios en el campo de la opinión pública: el primero, que se resquebraje la legitimidad de algunos de los protagonistas de los sucesos que dieron lugar al ascenso de Áñez a la presidencia. Con esto, una proporción de la gente de clase media que apoyó con entusiasmo el movimiento “pitita” se quedará sin referente político. Esto podría atenuar —pero no eliminar— el clima de polarización.
Un segundo escenario se daría en caso de que los simpatizantes de Mesa fortalezcan un bloque en defensa de su líder, de manera que el caso Mesa sería un pretexto para profundizar la polarización ya existente.
La avalancha de sucesos que los medios nos mostraron esta semana contribuye a la polarización y este es un tema que deberá ser gestionado en algún momento. La polarización promueve que entren en el debate público temas que en una emergencia no se debaten, se coordinan; por ejemplo, la compra de vacunas. La polarización distrae los recursos comunicacionales y la atención de la población sobre los mensajes que en este momento debería recibir la población acerca del cuidado personal, la aplicación de medidas de protección, distancia social, etc. — para bajar la tasa de contagios. Finalmente, la polarización atrae a su amiga íntima, la ingobernabilidad: la polarización nos puede llevar a decidir si acatamos o no a la autoridad sin ningún otro parámetro que el de nuestra posición política.
Pablo Rossell Arce es economista.