Fuego: mito y realidad
Existen tantos mitos en torno al fuego como incendios ocurriendo en este instante a lo largo y ancho del planeta. El dominio del fuego es a menudo representado como un acto de rebeldía, algo robado a los dioses para mejorar la vida de las comunidades; significa el paso crucial de lo crudo a lo cocido, la conquista del conocimiento que conduce al desarrollo de la ciencia, la industria y la agricultura. Ha sido un símbolo de superioridad humana, cuyo poder radica no solo en saber encender el fuego, sino en mantenerlo bajo control.
El fuego envuelve también una gran ambivalencia: purifica y destruye, representa a la vez el bien y el mal, es cambio y renovación. Esta dualidad está inmersa en su relación con la naturaleza y constituye un problema complejo, pues dependiendo de las circunstancias, el fuego puede ser parte de un proceso ecológico esencial o una amenaza para la biodiversidad y las comunidades. Y lo cierto es que los riesgos y amenazas de los incendios están aumentando en todo el mundo de forma alarmante.
Este año, una vez más las imágenes del Pantanal en llamas marcaron el inicio de la temporada de incendios en nuestro país. Ardieron casi 13.000 hectáreas de pastizales naturales en el parque nacional Otuquis los últimos días de mayo, según el monitoreo de la Fundación Amigos de la Naturaleza. Este incendio suscitó un notable despliegue de operativos para controlar el fuego desde distintas instancias de gobierno y grupos voluntarios, ante una fuerte presión mediática que se mantiene alerta luego de los desastres de los últimos años.
El caso es que los incendios en el Pantanal son tan frecuentes que cerca de la mitad de su extensión se ha quemado al menos una vez en los últimos 20 años, y son parte de una dinámica natural que se ha visto alterada por las actividades humanas y el cambio climático. Enfrentamos una nueva y compleja realidad que nos obliga a cambiar la forma en que entendemos y manejamos los incendios, pues está claro que el enfoque tradicional basado en la supresión y exclusión del fuego no ha resuelto el problema de los grandes incendios ni aquí ni en los países más desarrollados.
El conocimiento sobre el rol del fuego en los ecosistemas nos ha permitido mejorar las estrategias de gestión del paisaje basadas en la prevención y reducción del riesgo. Hoy, una práctica común y ampliamente utilizada en reservas y áreas naturales es la quema prescrita, que consiste en aplicar el fuego bajo condiciones específicas y controladas, con el propósito de reducir la vegetación o combustible forestal que podría arder en condiciones más extremas, como las que se presentan durante la época seca.
Resulta pues un tema controvertido hablar de utilizar el fuego como herramienta de conservación y prevención. ¿Se puede ser conservacionista y quemar el monte? Un viejo debate que sigue siendo tabú en nuestro medio, que rechaza el fuego rotundamente por el impacto ambiental y mediático de los incendios. Abordar la gestión de los incendios forestales con una visión integral implica necesariamente ampliar perspectivas, ver las dos caras del fuego y desmontar algunos mitos.
Verónica Ibarnegaray es directora de Proyectos de la FAN.